Desde la caída de la República de Venecia en 1797, la población local se queja de que Venecia, su antigua capital, está siendo invadida por un exceso de visitantes. Luego de décadas intentando atraer turistas, el gobierno local está reconsiderando su postura respecto al sector. En mayo, instaló barreras para controlar el exceso de turistas y el resultado fue caótico. Cuando las multitudes son demasiado numerosas, la policía las cierra, limitando el acceso a los locales que poseen un pase especial. Aunque la medida restringirá el número de turistas al barrio histórico, la idea de la entrada con boleto ha disgustado a algunos locales. "Es el último paso para convertirse en Disneylandia", protestó uno de los planificadores urbanos de la ciudad.
El problema del "sobreturismo" no se limita a Venecia, cuenta en su última edición la revista The Economist. En Ámsterdam, los habitantes están hartos de las despedidas de soltero que, con participantes no acostumbrados a mezclar alcohol y cannabis, dejan un rastro de basura y vómito detrás de sus pasos. En julio, manifestantes atacaron autobuses turísticos en Valencia, Palma de Mallorca y Barcelona (donde un graffiti decía: "los turistas vuelvan a casa, los refugiados son bienvenidos").
Los gobiernos están empezando a reaccionar. En marzo, el presidente filipino Rodrigo Duterte prohibió durante seis meses la entrada de turistas a la popular isla de Boracay, porque demasiados visitantes y pocas alcantarillas la habían convertido en una "cloaca". El 10 de octubre el gobierno tailandés restringió las estadías nocturnas en las islas Similan. Y las ciudades de toda Europa están empezando a investigar formas de acabar con el hacinamiento, los sitios web de alquiler de viviendas y el comportamiento antisocial.
El contraataque de los gobiernos puede parecer extraño. El Consejo Mundial de Viajes y Turismo, un organismo comercial, dice que el turismo representa directamente casi el 3% del PBI mundial. La industria emplea al 5% de la fuerza laboral mundial. McKinsey, una consultora, considera que uno de cada cinco nuevos puestos de trabajo son generados por el turismo.
Los reguladores internacionales también destacan sus beneficios a los países más pobres. Mientras que la explotación petrolera y minera emplea relativamente pocas personas, el turismo emplea a legiones de trabajadores. Y puede ayudar al resto de la economía a desarrollarse, ya que las políticas diseñadas para atraer turistas, tales como la flexibilidad migratoria y mayor seguridad, también atraen a los inversionistas extranjeros.
La creciente reacción contra el turismo coincide con un crecimiento extraordinario del número de turistas. Según la Organización Mundial del Turismo, una agencia de las Naciones Unidas, el número de visitantes internacionales que pasan la noche en el extranjero alcanzó los 1.300 millones en 2017. Representa el doble que en el año 2000 y cuatro veces más que en 1980. Aun así, el aumento de las cifras no es el verdadero problema. "En el 99% de los países del mundo, la gente ruega por más turistas, no menos", explicó Alex Dichter de McKinsey. El problema es que estos turistas adicionales están visitando los mismos lugares al mismo tiempo.
El patrón ha sorprendido a muchos en la industria del turismo. La difusión de Internet tenía por objeto dispersar a los turistas facilitando la búsqueda de lugares menos conocidos. Entonces, ¿Por qué ha ocurrido lo contrario?
Los analistas de Skift, un sitio web de viajes, lo atribuyen al auge de las "listas de cosas por hacer antes de partir", un concepto popularizado por la película protagonizada por Jack Nicholson y Morgan Freeman. Estas listas publicadas en internet incentivan las visitas a los mismos lugares catalogados como "imperdibles". El deseo de la foto perfecta en Instagram incentiva un comportamiento similar.
Dichter también apunta a otros motivos que explican el cambio. Por un lado, las compañías aéreas lowcost como Ryanair (cuya tarifa media para un viaje de casi 500 kilómetros fue de 46 dólares el año pasado comparado a más de 230 dólares en 1980) han transformado el sector. El auge de servicios como el Airbnb, que permite a los locales alquilar sus casas a los turistas, significa que la capacidad de un lugar para pernoctar ya no está limitada por el número de habitaciones de hotel.
Como resultado, la proporción de turistas que están haciendo sus primeros viajes al exterior se ha disparado, y mucho de estos novatos se dirigen a los mismos lugares. Esta superpoblación genera costes, que son absorbidos por los residentes locales.
Si los dólares de los turistas aumentan el costo de la vida, es posible que los residentes locales paguen el precio. Los analistas de Islandsbanki, un banco, estiman que 1.225 propiedades en Reykjavik, la capital de Islandia, fueron listadas en Airbnb en la temporada alta de 2017 -más que el número de nuevas viviendas que se construyeron ese año. La población local de Venecia se ha reducido aproximadamente a la mitad en los últimos 30 años. Los reguladores ahora se preocupan de que los servicios para los residentes comunes, como los cafés baratos y las consultas médicas, se colapsen si las poblaciones continúan disminuyendo.
Las autoridades locales están elaborando estrategias para hacer frente a la situación. Una reacción extrema es prohibir totalmente a los turistas (como hizo Duterte en Boracay) o limitar el número de visitantes (como ha hecho Isla de Pascua). Muchos puertos, incluida Venecia, limitan el número de cruceros, y se pide a las ciudades que limiten los estacionamientos para los autobuses turísticos. En Edimburgo, los concejales están considerando un impuesto turístico, cuyos ingresos se destinarían a la recolección de basura o a la mejora de la infraestructura.
Paola Mar, jefa de turismo de Venecia, cree que un cambio en el tipo de turistas ha provocado más problemas. En los años setenta y ochenta, la mayoría procedía de Europa occidental, América o Japón. Venían a comer a restaurantes tradicionales y a visitar museos de arte. Hoy en día, los turistas son a menudo excursionistas de los complejos turísticos de Italia, o están en su primer viaje al extranjero desde Asia. Llenan las calles con almuerzos para llevar en lugar de gastar dinero en tiendas y restaurantes.
Los tradicionalistas podrían oponerse a la construcción de nueva infraestructura en las bellas ciudades antiguas para satisfacer el aumento del número de turistas. Pero Venecia ya ha construido una autopista y una estación de ferrocarril en los últimos dos siglos. Más enlaces podrían beneficiar tanto a los residentes como a los turistas. "Tal vez pueda ver más de la historia de esa manera", opinó un turista chino entre la multitud del Puente de Rialto.
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