El vuelo QF6031 de la aerolínea Qantas que trasladaba al príncipe Harry y a Meghan Markle estaba en horario. El descenso sobre la principal ciudad australiana se desarrollaba con total normalidad.
Sin embargo, a solo 40 metros del suelo, el avión interrumpió súbitamente el aterrizaje. El movimiento brusco causó preocupación entre muchos pasajeros.
El capitán Nigel Rosser se apuró en dar una explicación de lo sucedido para calmar a todos los ocupantes. Había decidido abortar el aterrizaje porque había otro avión demasiado cerca en la pista del aeropuerto de Sídney y prefirió evitar riesgos.
Rosser se permitió incluso hacer una broma, para calmar a los pasajeros más alterados. "Van a poder disfrutar de otra gran vista del puerto", dijo, según el Mirror.
Un periodista del periódico británico contó que algunos aplaudieron al capitán y que Harry asintió en señal de aprobación.
El matrimonio real venía de Tonga, uno de los destinos de la primera gira oficial de Meghan Markle. Allí, la duquesa de Sussex había protagonizado un pequeño escándalo por un descuido de vestuario en su arribo a la isla del Pacífico: dejó puesta la etiqueta de su vestido nuevo.
En su llegada al aeropuerto de Fua'amotu, Meghan y Harry habían sido recibidos con una alfombra roja por la princesa Angelika Latufuipeka. Aunque la futura mamá lució radiante con un espectacular vestido rojo, su descuido de vestuario no pasó desapercibido.
Acostumbrados a que los miembros de la casa real británica siempre luzcan impecables, ya que tienen un equipo de personas dedicado especialmente a cuidar su imagen, sorprendió que hayan dejado escapar semejante detalle.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: