No fue el jefe del equipo de investigadores turcos, ni el director de los servicios de inteligencia, y ni siquiera el canciller ni el vicepresidente de Turquía, quien dio a conocer los resultados de la investigación de su gobierno sobre la muerte del periodista saudita Jamal Khashoggie en el Consulado de ese país en Estambul.
Fue el presidente Recep Tayyip Erdogan quien habló ante el Parlamento la mañana del martes para decir que todo fue obra de un salvaje asesinato fríamente calculado.
"Todas las personas involucradas, desde los rangos inferiores hasta el más alto, deben conocerse y rendir cuentas ante la ley", dijo el presidente turco, sin mencionar por su nombre al Príncipe saudita Mohamed bin Salman.
¿Por qué el propio Erdogan muestra tanto interés y se ha involucrado personalmente en el escándalo?
La animosidad de Erdogan contra la familia real saudita se remonta a la llamada Primavera Árabe a fines de 2010, explica el diario israelí Haaretz. El actual presidente turco, entonces primer ministro, es un religioso devoto que siempre quiso extender el alcance del islamismo en el gobierno y en el sistema de educación de su país.
Entonces tuvo esperanzas de contar con gobiernos llegados al poder mediante sublevaciones que destronaran regímenes despóticos y aumentaran el papel de los musulmanes en todos los órdenes de la vida política y social.
En esa Primavera Árabe cayó el presidente egipcio Hosni Mubarak, y asumió el puesto Mohamed Mursi, un hombre de la Hermandad Musulmana. E n él pudo Erdogan tener un socio para sus planes, pero no pasó mucho antes de que el General Abdel-Fattah El-Sisi lo derrocara y asumiera el control del país.
"Erdogan le había dado su apoyo a la Hermandad Musulmana durante la Primavera Árabe, y lo perdió todo", escribió en Bloomberg Soner Cagaptay, director de estudios sobre Turquía en el Instituto del Cercano Oriente en Washington. "Y lo que sí ganó fueron muchos enemigos, entre ellos el Príncipe [saudita] Mohamed bin Salman".
Las monarquías y las dictaduras árabes siempre han visto los movimientos islámicos como amenazas existenciales, lo que jugó un papel esencial en el boicot saudita a Qatar, observa Haaretz.
Otro columnista de Bloomberg citado por el periódico israelí, Benjamin Harvey, indica que el apasionado apoyo de Turquía a los movimientos inspirados en la Hermandad Musulmana creó una especie de bloque regional anti-Erdogan encabezado por los saudíes, El-Sisi en Egipto y el jeque Mohamed bin Zayed, de los Emiratos Árabes Unidos.
Lo más probable es que Erdogan siga poniendo a los sauditas en la picota pública, porque ganaría mucho con una fractura de la alianza entre Estados Unidos y la monarquía, observa Haaretz. De hecho, los sauditas se han convertido en una parte clave de los acuerdos de paz entre israelíes y palestinos gracias a la relación personal del yerno del Presidente Trump, Jared Kushner, con el Príncipe Salman, y eso es algo que el líder turco quisiera cambiar.
El bloqueo de Qatar ordenado en 2017 por el Príncipe Salman para evitar la promoción del terrorismo a través de la Hermandad Musulmana hizo que Qatar buscara ayuda de Turquía, añade el periódico, y Erdogan envió sus tropas para disuadir a los sauditas de una posible invasión.
Además, en el caso de Siria, Erdogan cerró filas con los rusos y los iraníes, lo que lo pone en el lado opuesto al que ocupan los Emiratos Arabes y los sauditas, apunta Haaretz.
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