He no sabía qué hacer. Le debía más de 100 mil yuanes (14.400 dólares) a prestamistas online y no tenía manera de devolverles el dinero.
Desesperado, tomó la peor decisión de su vida el pasado 19 de septiembre. Se subió a un auto alquilado y lo arrojó al río en el condado de Xinhua, provincia de Hunan.
El plan era desaparecer por un tiempo, para que las autoridades creyeran que había muerto y le paguen el seguro de vida a su esposa, Dai, y a sus dos hijos. Pero no previó las consecuencias que podía traer no hacer a Dai partícipe del fraude.
Tres semanas después de su fingida muerte, la mujer se quebró. No sabía cómo afrontar las deudas y no podía soportar la idea de que sus hijos crecieran con el estigma de lo sucedido.
Los llevó hasta el mismo río en el que su marido había arrojado el auto. Primero ahogó a los niños. Luego se ahogó ella. En una carta de despedida que dejó, confesó que pretendía que la familia se reuniera en el más allá.
El 12 de octubre, un día después de la aparición de los tres cuerpos, He se entregó a la Policía. Fue arrestado por destrucción de propiedad y fraude.
El caso causó una conmoción nacional. Pero lo que comenzó como un mero suceso policial se transformó en un debate sobre las condiciones de vida en el campo, especialmente para las mujeres.
China es de los pocos países del mundo en los que la tasa de suicidios es mayor entre mujeres que entre varones. El fenómeno se agrava aún más en las zonas rurales, donde casi no hay oportunidades de progreso.
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