La diplomacia político-deportiva de Qatar enfrentará su mayor desafío entre el 25 de octubre y el 3 de noviembre próximo al albergar el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística donde acudirán deportistas israelíes candidatos a ganar medallas.
En sus 115 años de historia, por primera vez el evento tendrá lugar en Oriente Medio. Los mejores gimnastas de Israel deberán realizar un curso intensivo en geopolítica este mes cuando participen en el campeonato mundial de su disciplina en Doha, la capital de Qatar.
La delegación israelí es considerada internacionalmente como una de las mejores de todos los tiempos. Periodistas políticos y deportivos árabes consideran el evento como una pesadilla para el mundo árabe islámico. Pero ¿por qué se piensa tal cosa? Sencillamente porque la bandera israelí puede flamear en Qatar en las próximas semanas.
Los especialistas deportivos sostienen que el trío de israelíes, Artem Dolgopyat, Andrey Medvedev y Alexander Shatilov, han mostrado rendimientos que hacen pensar en posibilidades reales de ganar medallas.
Esto coloca a Qatar, el anfitrión, en un aprieto político, una medalla de cualquier metal, inevitablemente facilitará una exhibición pública sin precedentes de la bandera israelí en suelo qatarí. Una de oro, significaría que debe tocarse el himno nacional israelí, "Hatikva".
¿Declinara Qatar su obligación como anfitrión en honrar la identidad nacional del vencedor de una competencia? ¿O glorificara los símbolos del enemigo sionista y tomara el riesgo de enfurecer a la calle árabe?
Esta no es la primera vez que un estado árabe se enfrenta a tal dilema. El año pasado, los Emiratos Árabes Unidos rechazaron exhibir públicamente símbolos y emblemas israelíes en una competencia internacional de judo celebrada en Abu Dabi. Sin embargo, más allá de las celebraciones palestinas por lo sucedido, la consecuencia internacional para Emiratos Árabes fue vista como una gran derrota política árabe.
Qatar tiene varios torneos deportivos internacionales en el período previo a la Copa Mundial de Fútbol FIFA 2022, y este último evento constituye la joya de la corona en la estrategia de "poder blando" del emirato para ser visto como líder regional.
La organización de todos los eventos no es barata para Qatar, que posee una cultura deportiva sumamente modesta. Pero el emirato, rico en gas natural, no escatima en gastos, ya que busca otro rédito sobre su inversión, y esto no es más que "poder político y reconocimiento de liderazgo dentro del mundo árabe y fuera de él".
Qatar usa el deporte para presentarse como la cara moderada de una región con muchos problemas, distinguiendo así su geopolítica de las monarquías rivales que lo están desairando. Lo deportivo le permite conectarse con países más allá del Golfo y el mundo árabe, y como sostiene Sigurd Neubauer, analista político de Washington, "Qatar quiere demostrar que no está aislado por la comunidad internacional y que es inclusivo con Israel".
El Golfo se ha vuelto muy exigente con Doha después de que una serie de países musulmanes, liderados por Arabia Saudita, cortaron relaciones diplomáticas con Qatar, acusándolo de apoyar al terror islamista y a Irán.
Yoel Guzansky, investigador de la Universidad de Tel Aviv, cree que "la aparente aceptación y complicidad hacia Israel a través del deporte es una posible estrategia que Qatar considera rentable para su imagen internacional".
Alexander Shatilov, uno de los gimnastas más reconocidos de Israel, que alcanzó la final de gimnasia artística masculina en el Campeonato de Europa en Glasgow, Escocia, en agosto pasado, declaró que "el hecho de albergar a una delegación israelí, cuando los saudíes no lo hicieron en el pasado, mostrara a Qatar más tolerante y liberal que Arabia Saudita".
Si algún gimnasta israelí gana medallas en Doha, el organismo rector del deporte, la Federación Internacional de Gimnasia, asegura que Qatar dirigirá la ceremonia como lo haría con cualquier otro país. Pero el acatamiento de Qatar puede deberse más al miedo a las consecuencias que a la camaradería.
Cualquiera que sea la motivación, esto podría ser un reconocimiento histórico a Israel por parte de Qatar y ejercerá una presión adicional sobre los gimnastas israelíes en lo que ya es un evento de gran importancia. Sin embargo, también provocará la ira del movimiento BDS (boicot, desinversión y sanciones).
Los funcionarios qataríes tratan de minimizar la cobertura de los medios antes del evento y adoptaron una actitud de silencio en las semanas previas al campeonato de gimnasia. El Comité Olímpico de Qatar no respondió a varios llamados de este periodista solicitando comentarios para esta nota.
Habrá que esperar para evaluar la reacción de la calle árabe si hay medalla de oro para algún gimnasta israelí y si suena el "Hatikva" (himno nacional de Israel) en Doha, pero, sobre todo, si eso sucede, el socio controversial de Qatar, Irán; seguramente no se sentirá feliz.
No importa cuán competitivos sean los atletas israelíes, su participación final está supeditada a factores fuera de su control. El sentimiento antiisraelí en el mundo árabe tiende a dispararse durante las escaladas de Israel con Hamas, y 2018 ha sido todo menos un año calmo con Gaza. La situación es comparativamente tranquila en este momento.
El peor de los escenarios, tanto para los funcionarios qataríes como para las gimnastas israelíes, sería un aumento de la violencia por parte de Hamas desde Gaza durante el torneo mismo, ello podría aumentar las críticas a Qatar en sectores antiisraelíes favorables a Hamas, Irán y otros elementos radicales en la sociedad qatarí y del Golfo en general.
Qatar siempre puede decir que estos juegos son un evento internacional, y que no es que desee hospedar a los israelíes, sino que es parte de la comunidad internacional. Pero sería muy difícil para Doha si se produce una escalada del conflicto por parte de Hamas fogoneada por Irán en Gaza.
¿Cómo van a manejar eso?. ¿Qué dirán?. ¿Y qué pasaría si los atletas israelíes terminan en el podio? Los ciudadanos de Qatar, como otros árabes, simpatizan directamente con los palestinos. Pero también tienen una comprensión clara de que la actual amenaza existencial a Qatar proviene de sus propios vecinos, no de los israelíes. La respuesta es que la diplomacia deportiva podría ser una buena forma de probarse unos a otros.