En la misa inaugural del Sínodo sobre los jóvenes y la vocación, el Papa se emocionó al dar la bienvenida a dos obispos de la China Continental y al recordar que es la primera vez que "hermanos" de ese país pueden llegar hasta el Vaticano, en representación de la iglesia china, tras largas décadas de separación.
"Hoy, por primera vez, están aquí con nosotros dos obispos de la China continental. Démosle nuestra calurosa bienvenida…", dijo el Papa con la voz quebrada por la emoción y sin poder contener las lágrimas.
Luego de una breve pausa, que fue acompañada por los aplausos de los obispos de todo el mundo que se dieron cita en Roma para este Sínodo, siguió: "..la comunión de todo el episcopado, con el sucesor de Pedro, es más visible aun gracias a su presencia".
Así subrayó la importancia de este hecho que pone fin a la división y a la clandestinidad que ha padecido la iglesia católica china durante más de medio siglo y que le ha impedido en todo este tiempo la comunión con los demás obispos del mundo.
El 22 de septiembre pasado, y luego de largos años de tratativas, la Santa Sede y China firmaron un acuerdo provisional sobre el nombramiento de los obispos. El nombramiento de los obispos es un tema crucial para la Iglesia ya que se vincula con su autonomía.
La emoción del Papa es comprensible: la presencia de los obispos chinos en El Vaticano pone fin a un larguísimo período -67 años- de ruptura de relaciones entre ambos Estados y de división de la iglesia china, entre los obispos que aceptaban la supervisión del gobierno comunista y los que se mantenían fieles a la Santa Sede y debían en muchos casos profesar en la clandestinidad.
El acuerdo firmado pone fin a esa discriminación y ello también explica el llanto de un Papa que conoció la dictadura en su país y que fue testigo de la época en que el mundo estaba dividido en dos por un muro ideológico, político y militar.
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Desde que fue elegido Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Jorge Bergoglio multiplica los esfuerzos por tender puentes entre los países, consciente de la función preventiva de conflictos bélicos que cumple el diálogo entre las naciones.
En China hay 12 millones de católicos, un número muy considerable, pero minoritario en un país de 1.500 millones de habitantes. Estos fieles estaban divididos entre una Iglesia "patriótica" controlada por el régimen comunista, y una Iglesia clandestina que reconocía la autoridad del Papa.
El acuerdo firmado pone fin a esa división. El Papa reconoce a los obispos nombrados hasta ahora por el régimen y en adelante los nombramientos serán consensuados.
Las interminables negociaciones iniciadas en los años 80 fueron relanzadas por el pontífice argentino hace más de tres años.