Wally Conron no imaginó que causaría una revolución cuando cruzó un labrador con un poodle. Trataba de hacer un favor a una pareja que necesitaba un perro guía para la mujer, ciega, que no desatara la alergia del marido. Así, en la década de 1980 surgió en labradoodle, que en 2010 se convirtió en uno de los perros más populares en los Estados Unidos.
Pero a un alto costo para los animales. Tan alto que Conron se siente arrepentido.
"Abrí la caja de Pandora", dijo en 2014 a Madeline Bernstein, quien acaba de publicar el libro Designer Dogs: An Exposé Inside the Criminal Underworld of Crossbreeding (Perros de diseño: una denuncia desde el submundo criminal de la cruza). "Mucha gente sólo los cría por el dinero. Y muchos de esos perros tienen problemas físicos. Algunos también están locos".
Cuando se conoció aquel labradoodle original, todo el mundo quiso uno. Y nadie reparó en los inconvenientes: no se trata de una combinación con resultados parejos. Sus pelajes y sus conductas son, en realidad, impredecibles; algunos ni siquiera son hipoalergénicos.
La cruza de razas —llamada diseño de perros— ha fascinado a las personas en los últimos 20 años. No tanto a los bichos mismos, según la impactante denuncia de Bernstein, presidenta de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales de Los Angeles (spcaLA), sobre "los peligros de seguir haciendo que nuestros perros sean más pequeños o de aspecto más gracioso, más 'aptos para Instagram'".
El libro, que sale a la venta en octubre en los Estados Unidos con un prólogo del doctor Phil McGraw, ofrece nuevas pruebas de por qué los bulldogs franceses, los pit bulls y muchas otras razas pueden enfrentar la extinción por culpa de estas prácticas, que son grandes negocios.
El costo de ser un labradoodle es mínimo en comparación con el que pagan los perros miniatura. Las versiones de cartera de los yorkies, los pomeranians y los chihuahuas se crean al cruzar enanos entre sí. Pero los enanos suelen ser los animales con peor salud de toda su camada, y sus problemas suelen ser hereditarios. Las mamás miniaturas suelen morir en los partos. Por eso muchos criaderos de los Estados Unidos se niegan a producirlos, y se los importa de Corea del Sur.
Bernstein describe el "alto costo de la preciosura", como lo llama, al indagar en la corrupta economía subterránea que creó la demanda de estos animales, que actúa en fábricas de perritos, ferias de intercambio y venta, operaciones en internet y también en comercios físicos.
"El hombre fuerte de Rusia, el presidente Vladimir Putin, no es inmune a los encantos de los perros de diseño", ilustró The New York Post en un artículo sobre el libro de la experta en bienestar animal. "A finales de 2016 recibió un trío de cachorros pastores belgas malinois modificados para ser más fuertes y tener mejor forma que los perros normales, con lo último en desarrollo del olfato para detectar drogas y explosivos".
Pero los súper perritos mostraron pronto sus defectos. Aunque habían sido clonados de un perro con todos esos rasgos, en un laboratorio en Seúl, no pudieron asimilar el entrenamiento. Nunca entendieron las órdenes en ruso (sólo comprendían coreano) y no se pudieron adaptar al frío siberiano. "Putin los desterró al trabajo menos glamoroso de guardianes de cárceles", completó el periódico.
También el in-breeding necesario para mantener las líneas de pura raza tiene un costo para la salud de los perros. Los bulldogs franceses, por ejemplo, tienen dificultades para respirar por la chatura de sus narices y las formas distorsionadas de sus cuerpos hacen que ya sea imposible la reproducción natural, y se recurre a la inseminación artificial. Cuando llegan a término, las perras deben someterse a cesáreas porque las cabezas de los cachorros son demasiado grandes para el parto natural.
Bernstein sugiere que la gente adopte sus perros de los refugios. Y si alguien tiene el deseo incontenible de tener un labradoodle —u otro animal de diseño—, vale la pena que se tome el trabajo de identificar un criador responsable, no comprar una mascota en internet o aceptar citas en lugares públicos para la operación.
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