Esta última semana el ejército sirio arrojó desde aviones miles de panfletos sobre la ciudad de Idlib, en el norte, muy cerca de la frontera con Turquía, para decirles a los residentes que "la guerra está llegando a su fin" e instarlos a cooperar con las fuerzas gubernamentales. Uno de los volantes lanzados muestra imágenes bastante mal impresas de antes de la guerra. Se ve una anciana abrazada a un soldado; un joven estudiando; y una calle frondosa y pacífica de Damasco. "Así es como éramos antes del terrorismo", se puede leer. Pero lo que los panfletos no mencionan es que la amenaza terrorista aún permanece en territorio sirio.
El ISIS, el grupo más sangriento de esta guerra, no está acabado como quisieron hacer creer las fuerzas de Damasco y las internacionales que operan allí. De acuerdo a un documento del Inspector General que monitorea las actividades bélicas en todo el mundo para informar al Congreso estadounidense, en el desierto sirio y en pequeños pueblos sobre el río Éufrates permanece una fuerza de 30.000 combatientes del estado islámico. "El ISIS sigue siendo una amenaza muy grande y mantiene aún una capacidad operativa importante en Siria e Irak a pesar de haber perdido su territorio conquistado del califato", dijo a la CNN el portavoz del Pentágono, el comandante naval Sean Robertson.
El ISIS no se rinde. Además de los miles de combatientes muy bien entrenados que permanecen conectados a células dormidas en todo Occidente, controla territorio en Pakistán, Yemen, Afganistán, Filipinas, Libia, Egipto y varios países del Sahel, desde Senegal hasta Etiopía. "Sabemos que el califato ha sido prácticamente destruido pero no su poder de fuego", dijo en su briefing la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, cuando se le preguntó sobre las nuevas estimaciones informadas por el Pentágono. "Ciertamente, muchos combatientes de ISIS permanecen allí, y es por eso que seguimos tomándonos en serio todas esas amenazas y buscamos maneras todos los días de derrotarlos y proteger a los estadounidenses y nuestros aliados".
Por su parte, el reporte elaborado por analistas militares para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas difundido esta semana dice que una "versión encubierta" y reducida del núcleo del ISIS sobrevive en Siria e Irak y se estima que pueden estar constituido por entre 20.000 y 30.000 milicianos. Indica que mientras el grueso de los combatientes permanece en la zona centro oeste de Siria, muchos otros viven en forma clandestina en algunas de las ciudades que comandaron. "Tanto ISIS como Al Qaeda siguen dando señales de resiliencia", aseguran.
El Pentágono informó que el ISIS perdió "aproximadamente el 98% del territorio que controlaba en su apogeo". El general Tony Thomas, comandante de las Operaciones Especiales de Estados Unidos en Siria, estimó que durante los cuatro años de campaña contra los terroristas murieron entre 60.000 a 70.000 combatientes del estado islámico. Y que se le habían cortado todas las vías de suministros que ingresaban por Turquía o Jordania. Pero que aún conservan "una fuerza mejor entrenada y más numerosa que la que en su mejor momento tuvo la red terrorista Al Qaeda en Irak". "Creemos que ISIS hoy, a pesar de haber perdido su territorio, tiene una capacidad de combate superior a la que tenía su organización madre en el 2006 o 2007, que fue la época en la que estaban más fuertes", explicó el general Thomas. Su fortaleza hoy está en que conserva una retaguardia en Afganistán y Libia donde se ocultan varios de sus comandantes y se entrenan nuevos combatientes, al tiempo que mejoraron las comunicaciones con grupos de apoyo en todo Medio Oriente.
También se cree que algunos milicianos radicalizados del ISIS podrían estar replegados en los bolsones de resistencia de otras milicias que aún permanecen en el norte sirio. Durante años, los rebeldes derrotados en otros rincones de Siria huyeron a una zona liberada cerca de la ciudad de Idlib, que se estableció como una "zona de desescalamiento" (desmovilización) garantizada por Turquía, Rusia e Irán. Cuando el gobierno retomó áreas como Aleppo y el este de Ghouta, los combatientes que se rindieron y sus familias fueron enviados a Idlib en virtud de un acuerdo negociado por Rusia, la gran aliada del régimen. Ahora es la última gran región controlada por la oposición en el país, y el último obstáculo para que el presidente Bashar Al Assad declare la victoria. Su ejército está enviando tanques al norte y aumentó los ataques aéreos en preparación para lo que podría ser la batalla final en esta guerra civil de siete años.
Pero la estrategia de crear un asedio hasta la rendición que hasta ahora permitió al gobierno retomar el control de otros territorios puede ser menos factible en Idlib. En la provincia viven más de 2 millones de personas, incluidos 70.000 combatientes pertenecientes a más de una docena de facciones rebeldes. Aunque muchos de estos grupos están enfrentados entre sí, es probable que pocos levanten la bandera blanca si las fuerzas de Al Assad realizan una operación importante. En las últimas semanas, de acuerdo a la Red Siria por los Derechos Humanos fueron desplazados o directamente ejecutados comandantes rebeldes que querían una negociación con el ejército gubernamental. "No hay lugar para las negociaciones con el régimen sirio. Esta vez lucharemos hasta el último hombre", decía un tweet de una de las tantas facciones islamistas de Idlib. Pero es muy poco probable que más allá de las palabras estos grupos de oposición profundamente divididos y mal armados puedan defenderse del ejército sirio y sus milicias aliadas respaldadas por Irán y Rusia. Los grupos de derechos humanos han advertido que se podría producir una catástrofe humanitaria si el gobierno sirio intenta recuperar Idlib por la fuerza militar. Tal enfrentamiento podría empujar a millones de refugiados hacia la frontera turca elevando la posibilidad de una conflagración más amplia.
Turquía tiene intereses muy específicos en esa zona de Siria. Quiere crear allí un "tapón" para que no haya ningún avance de las fuerzas kurdas que el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan considera sus enemigas -los kurdos reclaman como propio un territorio que incluye una buena parte de Turquía-. Mantiene allí un contingente de varios miles de soldados y se considera "protectora" de esta zona norte siria después de alcanzar un acuerdo de no agresión con las fuerzas rusas. En Turquía hay ya más de tres millones de refugiados sirios y lo último que quiere el gobierno de Ankara es que nuevos enfrentamientos militares provoquen una nueva ola de desplazados. A fines de julio, el enviado especial de Rusia para Siria, Alexander Lavrentyev, dijo que "cualquier operación a gran escala en Idlib está fuera de discusión". A Rusia le gustaría ver a toda Siria bajo el control de Al Assad, pero no se puede dar el lujo de crear una desestabilización de los otros países de la región.
Pero no está claro si los intereses de los poderes externos serán suficientes para evitar el derramamiento de sangre. Algunos de los grupos rebeldes más extremos pueden no cumplir con las instrucciones turcas. Incluso si Turquía pudiera construir una alianza de rebeldes amigos, esa coalición podría verse obligada a no acatar las órdenes de Ankara si hay otros grupos que la ataquen. Al mismo tiempo, el gobierno sirio tiene poca paciencia para el enfoque diplomático, incluso frente a las dudas de Rusia. El mismo día en que Lavrentyev descartó un ataque importante contra Idlib, el representante del régimen ante la ONU, Bashar Jaafari, dijo que si las conversaciones fracasaban, el ejército sirio avanzaría hacia una victoria. "Cuando se trata de la recuperación de todos los territorios sirios", dijo Jaafari, "no hay compromiso alguno que pueda ser superior".
Por ahora, Idlib solo puede esperar su destino. Y mientras la atención de todas las fuerzas que participan en este conflicto está concentrada en este último enclave rebelde, el ISIS continúa reagrupándose y tomando fuerza en el desierto sirio para emprender una nueva y sangrienta etapa de esta guerra que mantiene contra cualquiera que no comparta su visión terrorista del islamismo.
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