El capitán Harith al Sudani, miembro de la Agencia Nacional de Inteligencia de Irak, pasó 16 meses infiltrado dentro de las filas del grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) y proveyó información invaluable para detener 30 atentados con vehículos bomba y 18 asaltos de atacantes suicidas.
La increíble historia de Sudani, que parece sacada de una película, se convirtió aún más en leyenda luego de que el ISIS finalmente lo descubriera y lo ejecutara a sangre fría, como recuerda el periódico estadounidense The New York Times en un extenso perfil publicado este domingo.
Fue en 2017 y el técnico de computadoras convertido en espía tenía 36 años. Desde el 2015 se hacía pasar por un yihadista más dentro del grupo que por entonces aún se aferraba a vastos territorios en Siria e Irak, y que regularmente lanzaba brutales ataques sobre Bagdad y otras ciudades iraquíes.
Sudani pertenecía a la Célula de Inteligencia Halcón, la principal unidad de contraterrorismo entre los servicios de inteligencia de Irak, prácticamente desconocida en Occidente pero que ha tenido un rol esencial en la expulsión del ISIS del país y que ahora se concentra en la búsqueda de su plana mayor, incluyendo al líder Abu Bakr al Baghdadi.
Pocos en el círculo íntimo de Sudani creyeron que el joven tuviera la audacia necesaria para convertirse en un espía y trabajar para esta oficina del gobierno de Irak.
Sudani había logrado ingresar a la prestigiosa Universidad de Bagdad, pero, más interesado en divertirse que en estudiar, terminó siendo expulsado.
Entonces su padre lo llevó a trabajar en la pequeña imprenta familiar y trató de disciplinarlo.
Eventualmente Sudani aceptó entrar en un matrimonio arreglado, y volvió a la Universidad, donde estudió inglés y ruso y tras lo cual encontró trabajo como técnico en computación, monitoreando los sistemas de vigilancia en la infraestructura petrolera del país.
Era 2006 y los Halcones acababan de ser formados. Un hermano de Sudani, Munaf, fue uno de los primeros reclutados y con el tiempo llegó a convencer a su hermano de que sus habilidades técnicas y su conocimiento de idiomas serían muy útiles para los servicios de inteligencia iraquíes.
Pasaron sin embargo varios años, durante los cuales presenció la salida de las tropas estadounidenses del país y la llegada de la violencia sectaria, pero en 2013 Sudani finalmente ingresó en los Halcones.
Un año después, un brutal grupo terrorista que se hacía llamar Estado Islámico irrumpió en escena en la región, el cual se las arregló para derrotar a las desmoralizadas tropas del ejército iraquí y capturar numerosas ciudades, incluyendo Mosul, la segunda más grande del país.
La Célula Halcón se propuso de inmediato infiltrar a los yihadistas, y Sudani fue uno de los primeros en ofrecerse para el trabajo. De acuerdo al general Saad al Falih, citado por el New York Times, fue motivado por una serie de fotografías que mostraban a niños asesinados por el ISIS. "Él era padre, no podía dejar que hicieran eso", explicó el militar.
Sudani había vivido de niño en Ramadi, de donde provenía parte del núcleo duro del ISIS, así que podía imitar el acento de esa ciudad.
Pero había un problema. Él era chiita, y los terroristas del ISIS eran extremistas sunitas, por lo que debió pasar un largo tiempo estudiando los ritos y oraciones más utilizadas por esta secta del Islam.
Con el tiempo, adoptó el nombre Abu Suhaib y se convirtió en un hombre desempleado viviendo en un barrio sunita de Bagdad.
El ISIS buscaba desesperadamente nuevos reclutas y su ingreso fue mucho más fácil de lo esperado. Sudani tan sólo tuvo que asistir a una mezquita identificada como punto de reunión de una célula del grupo terrorista, y permaneció allí todo el día armado apenas con su nueva identidad.
A una distancia prudente, su hermano Munaf monitoreaba el inicio de la operación. Cuando se reunieron, Sudani estaba excitado: la célula había dado la bienvenida a Abu Suhaib, quien se iría a vivir con ellos en Tarmiya.
Sus primeros días dentro del ISIS estuvieron marcados por el adoctrinamiento religioso y el entrenamiento en el uso de explosivos. Como sabían que era de Bagdad, lo asignaron luego a una célula que ejecutaba ataques suicidas en la capital iraquí, cumpliendo órdenes que venían de Mosul.
Sudani se convirtió en chofer y una pieza importante en la logística de los ataques, llevando a los atacantes suicidas a sus objetivos o transportando los explosivos de un lugar a otro.
En esta capacidad, podía alertar a los Halcones de cada ataque en preparación. Normalmente, el ISIS le encomendaba llevar una camioneta llena de explosivos escondidos, y también al conductor suicida que luego se inmolaría a una zona cercana al objetivo.
Un auto de los Halcones lo seguiría de cerca en todo el trayecto, utilizando un inhibidor de señal para evitar otro terrorista hiciera explotar la camioneta con su señal de celular. Y luego, cuando fuera seguro, frenarían la camioneta para arrestar o matar al atacante suicida.
El último paso en el operativo consistiría en hacer estallar la camioneta, sin sus ocupantes, y emitir comunicados falsos reportando enormes pérdidas humanas, para que el ISIS creyera que Sudani/Suhaib había cumplido.
Y así podría volver a infiltrarse sin temor a que lo descubrieran. En total 30 de estos ataques fueron evitados y 18 terroristas suicidas fueron neutralizados gracias a sus aportes y usando esta metodología.
Pero mientras más tiempo pasaba con los yihadistas, mayor era el riesgo y más grande la alienación con su familia. Para el esfuerzo bélico contra el ISIS, sin embargo, el sacrificio que hacía Sudani daba grandes retornos. Además de las operaciones frustradas, el espía proveyó información que llevó a la muerte de siete comandantes del Estado Islámico.
Pero entonces bajó la guardia. Sus jefes en Mosul lo enviaron a un barrio de Bagdad para evaluar sitios posibles para un ataque. Sudani aprovechó la oportunidad, tomó un desvío y fue a su casa a visitar a su familia. Pero mientras estaba allí su comandante lo llamó y exigió saber dónde estaba.
El joven dijo que en el barrio acordado, pero inmediatamente el terrorista le recriminó que era mentira ya que podía ver las coordenadas GPS de su teléfono.
El ISIS comenzó a sospechar, y entonces desde Mosul le encomendaron una rutinaria misión de transporte de explosivos para un gran ataque en diciembre de 2016. Sudani tomó el encargó, se contactó con los Halcones e hicieron estallar la camioneta, como siempre habían hecho.
Pero esta vez el vehículo tenía dos micrófonos escondidos en su interior. Habían escuchado toda la conversación de Sudani con los agentes de inteligencia.
En enero de 2017 Sudani recibió las órdenes de la que sería su última misión. Esta vez no era en Bagdad sino en una granja en Tarmiya, y a pesar de que le recomendaron rechazarla, quiso ir. Nunca más volvió.
Las Fuerzas de Seguridad iraquíes asaltaron la granja tres días después, y la encontraron repleta de terroristas. En la batalla murió un oficial iraquí, pero cuando finalmente tomaron el lugar Sudani no estaba allí.
Finalmente en agosto de ese año el ISIS distribuyó uno de sus típicos videos de ejecuciones masivas de prisioneros. Sudani era uno de ellos.
Inusual para el mundo del espionaje, tras su muerte el gobierno de Irak y los Halcones emitieron numerosos comunicados destacando su labor y heroismo y celebrando su figura, que se ha convertido en una leyenda en el país tras la victoria sobre el ISIS.
"Tengo una herida en el corazón", dijo su padre Abid al Sudani al New York Times. "Vivió y murió por su país. La nación debería apreciarlo tanto como yo", agregó.
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