Enséñele matemática a su hija: cuando crezca se lo va a agradecer

La manera en que se enseña la disciplina es mala para los niños, y peor para las niñas. Mucho concepto y poca práctica hace que las pequeñas, más hábiles para las artes del lenguaje, se alejen de algo fundamental para una carrera científica, y para una vida atravesada por la tecnología

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Niños y niñas tienen las mismas capacidades para estudiar matemática. Pero las niñas tienen una habilidad mayor para leer y escribir, lo cual hace que una pequeña promedio crea que es mejor en lenguaje que en matemática. "Como consecuencia, cuando se sienta a hacer la tarea de matemática, puede tender más a decir '¡No sirvo para esto!'", advirtió en The New York Times la ingeniera Barbara Oakley, profesora universitaria y autora —entre otros libros— de A Mind For Numbers, sobre cómo estudiar disciplinas científicas y tecnológicas.

Aunque tienen la misma capacidad que los niños para las matemáticas, las niñas terminan por creer que no es así. Eso afecta sus posibilidades de desarrollar carreras científicas. (Getty)
Aunque tienen la misma capacidad que los niños para las matemáticas, las niñas terminan por creer que no es así. Eso afecta sus posibilidades de desarrollar carreras científicas. (Getty)

Así, una ventaja parcial se convierte en una desventaja de peso. "Los estudios que revelan las diferencias de desarrollo entre las capacidades verbales de niños y niñas en comparación con las diferencias de desarrollo entre las capacidades matemáticas de niños y niñas, combinados con otros estudios, que muestran que entre las niñas la percepción de las propias fortalezas afectan el desempeño escolar, parecen indicar que podría estar sucediendo algo similar a esa dinámica", agregó.

Además de comprensión, la matemática requiere práctica repetitiva, aunque la enseñanza moderna no lo considere algo a privilegiar, argumentó Barbara Oakley. (iStock)
Además de comprensión, la matemática requiere práctica repetitiva, aunque la enseñanza moderna no lo considere algo a privilegiar, argumentó Barbara Oakley. (iStock)

Al creer que no sirven para algo, las personas suelen reaccionar con rechazo: esa actividad deja de gustarles y la evitan. Y al no practicarla, lo que comenzó como una aversión se consolida como una incompetencia. "Lamentablemente, la manera en que se suele enseñar la matemática", objetó Oakley, "puede hacer que este círculo vicioso sea peor para las niñas".

Por eso si las madres y los padres de hijas mujeres quieren dejarles abiertas las puertas a carreras en ciencia, tecnología, ingeniería o matemática, o simplemente a la mejor navegación de un mundo donde cada vez más pesa la tecnología, importante que se esfuercen un poco más para brindarles un fundamento sólido de álgebra. Que, "como cualquier lenguaje —enfatizó la co-autora del libro, y del webinar de Coursera, Learning How to Learn— se aprende mejor mediante la práctica extensa y profunda".

En su infancia, la ingeniera Barbara Oakley fue una niña típica: detestaba la matemática. (John Meiu/Photosite)
En su infancia, la ingeniera Barbara Oakley fue una niña típica: detestaba la matemática. (John Meiu/Photosite)

Así, dado que la matemática se suele enseñar con más énfasis en la comprensión de los conceptos que en esa práctica, la experta considera que para cambiar esa perspectiva se la puede enfocar del mismo modo que un instrumento musical. "Pero el instrumento que uno toca es el propio aparato neuronal interno", comparó.

Para hacerlo conviene repetir, advirtió. Aunque aprender de memoria tenga mala reputación en la enseñanza moderna. "La realidad es que la práctica repetitiva, es decir la práctica rutinaria que se centra en lo que resulta más difícil, juega un papel importante", para que los patrones fundacionales se arraiguen. Luego se podrá ser creativo.

En el caso de la matemática se trata de patrones neuronales, indicó. Y para crearlos es necesario dejar de lado otro credo de la enseñanza: que los estudiantes tienen que divertirse.

"No todo el aprendizaje es —y no debería ser— entretenido. Los niños practican escalas y acordes cuando aprenden a tocar un instrumento, en lugar de jugar a la guitarra de aire, para dominar los fundamentos", ilustró Oakley. Algo similar ocurre con las prácticas de danza o fútbol, o la memorización de vocabulario nuevo o la tabla del 7.

Al alejarse de la matemática, las niñas la practican menos; eso genera mayor distanciamiento, en un círculo vicioso particularmente malo en un mundo con la tecnología en su centro. (iStock)
Al alejarse de la matemática, las niñas la practican menos; eso genera mayor distanciamiento, en un círculo vicioso particularmente malo en un mundo con la tecnología en su centro. (iStock)

Ignorarlo tiene consecuencias: "Cuanto más tratamos de hacer que todo el aprendizaje sea divertido, menos favor le hacemos a las capacidades de los niños para tratar de resolver y aprender cuestiones difíciles". Las dificultades deseables, en palabras del psicólogo Robert Bjork, se verifican en todo aprendizaje en profundidad. "La práctica y, sí, inclusive alguna memorización son lo que permite que se formen los patrones neuronales de aprendizaje", según el texto.

A las niñas, además, les podría hacer bien un poco de práctica extra, con dos fines: "Romper el círculo de desagrado-aversión-más disgusto" y "construir la confianza en que sí pueden hacer" algo que les puede parecer muy alejado de sus horizontes pero no lo está en realidad.

La propia Oakley odiaba la matemática en la infancia, pero se convirtió en profesora de ingeniería. Por eso recomendó que los padres les hicieran un favor a las hijas —aunque también a los hijos— y les dieran un poco de práctica extra de matemática cada día, aun si las niñas sufren.

Además de la gratitud futura, las madres y los padres pueden esperar hacer una contribución a "cerrar la brecha entre las habilidades de lectura y de matemática de las niñas", que podría dar como resultado que las ciencias o la tecnología o la ingeniería "les parezcan una opción de estudio a largo plazo igual de buena" que el lenguaje.

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