La lucha por la igualdad racial cambió un 18 de julio de 1918 en Mvezo, un pueblo humilde situado a once horas en auto de Pretoria, capital administrativa de Sudáfrica. Un asentamiento de chozas típico del los pueblos nativos del sur de África vio nacer a Nelson Mandela. Cien años y un apartheid después, la vida en su país no volvió a ser la misma.
El líder sudafricano fue condenando por una minoría blanca a pasar 27 años en prisión. Pasó 18 en la isla Robben, bañada en aguas atlánticas. Vivió entre barrotes blancos, en una celda en la que tocaba los extremos si estiraba pies y manos, comiendo maíz amparado por un colchón con el grosor de una sábana. Willem de Klerk, entonces presidente, lo liberó en 1990. Estos son los cinco indicadores para explicar cómo cambió Sudáfrica hasta la actualidad.
Vida política
Cuatro años después de salir de la prisión, se convirtió en el primer líder negro de la historia de Sudáfrica. Antes de él, solo hubo cabezas de estado blancas en un país habitado por mayoría negra.
1994 fue el año en el que se celebraron los primeros comicios aplicando el derecho al sufragio universal, es decir, por fin pudo votar la población negra sin restricciones. Además de ponerse punto final al apartheid, nunca volvió a haber un presidente blanco en el país.
Población
Ese dato cobra sentido puesto en su contexto histórico. Sudáfrica nunca fue un país de mayoría blanca, pese a haber sido liderado de manera discriminatoria una gran parte de su historia. En la actualidad, el censo oficial desvela que los blancos ya no son ni siquiera la segunda masa de población más extensa en el país.
Número de encarcelados
Desde que Mandela abandonó la cárcel, a principio de la década de los 90, el número de prisioneros en el país bajó. Hoy en día, de los más de 56 millones de habitantes del país, 161.054 amanecen entre rejas repartidos en los 237 establecimientos penitenciarios en Sudáfrica. Según recoge Prison Insider, una organización creada por el fundador del Observatorio Internacional de Prisiones en 1990, el número de reclusos creció en 2018 con respecto a dos años atrás. Sin embargo, si se compara el número con la cantidad de presos en pleno apartheid, los datos mejoraron de manera considerable.
Riqueza del país
El crecimiento del producto interior bruto sudáfricano presenta picos y valles pronunciados desde que Madiba asumiera la presidencia. ¿Por qué es importante? Si el PIB crece, la actividad económica mejora, lo que suele ir de la mano de una reducción del desempleo y un aumento de la renta per cápita; la cantidad de dinero en el bolsillo del sudafricano medio en el año. Este barómetro creció en el país de manera firme desde 2002 y los últimos datos actualizados por el Banco Mundial arrojan un total de USD 6.100 de renta anual por cabeza. El crecimiento económico todavía tiene margen de mejora en los años venideros, predice el propio Banco Mundial. Por otro lado, el desempleo en los últimos cuatro años supera el 25%, lo que quiere decir que de cada cuatro personas en edad de trabajar, una está parada. Así se traduce en el PIB.
Igualdad
Uno de los principales índices para calcular la igualdad en un país es el método de Gini. Consiste en una medida que calcula los ingresos en un país para establecer criterios de desigualdad salarial de 0 a 100, siendo 0 la perfecta igualdad (todo el mundo gana lo mismo) y 100 la completa desigualdad (uno gana todo y el otro nada). En comparación con el resto de países del grupo BRICS (un conjunto formado por las cinco economías emergentes más imporantes del planeta: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), el país africano colecciona el peor ranqueo. El Banco Mundial no recoge datos específicos de China e India en el tiempo, pero para hacerse a la idea: Sudáfrica es el segundo país más desigual del mundo.
El legado de Nelson Mandela va mucho más alla de lo meramente cuantificable, puso a Sudáfrica en el mapa y representa uno de los estandartes de la lucha contra el racismo. Sin embargo, estos números dan a entender el lugar que tiene su país en el panorama actual y el terreno que le queda por recorrer.
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