El entrenador y los niños de Tailandia explicaron por qué entraron a la cueva y cómo quedaron atrapados

En su primera conferencia tras ser dados de alta del hospital, los integrantes del equipo de los Jabalíes Salvajes explicaron qué pasó cuando se dieron cuenta de que ya no podrían regresar

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Ekkapol Chantawong, en la conferencia de prensa (Reuters)
Ekkapol Chantawong, en la conferencia de prensa (Reuters)

Ekkapol Chantawong, entrenador del equipo infantil que quedó atrapado hasta 17 días en una cueva al norte del país, reveló cómo fue que decidieron entrar al complejo y relató las primeras horas en el lugar, cuando se dieron cuenta que no podían salir.

"Algunos sugirieron ir a la cueva y les dije: 'Sí, claro'. Luego comenzamos a planearlo", contó el joven de 25 años, único adulto del grupo. Era el sábado 23 de junio, y el equipo había terminado un entrenamiento. "Jugamos partidos en el camino al lugar, comenté eso en Facebook. Luego de eso, cuando terminamos el partido, fuimos a la cueva. Teníamos curiosidad, muchos no habían estado allí", explicó Eka, admitiendo que cedió al pedido de los niños.

Cuando terminamos el partido, fuimos a la cueva. Teníamos curiosidad, muchos no habían estado allí

El entrenador señaló que ya había estado en el lugar, incluso con niños del plantel. "La última vez que fui, con tres chicos, eran características similares. Les dije que si estaba con ese nivel de inundación, teníamos una hora para entrar y salir", indicó, mostrando que tenía conocimiento de la zona.

Según recordó, en ese momento uno de los menores aclaró que tenía que estar de regreso a casa a las 5 de la tarde para la celebración de su cumpleaños.

Los jóvenes se presentaron con el uniforme del equipo (AFP)
Los jóvenes se presentaron con el uniforme del equipo (AFP)

"Estábamos muy adentro y creció la inundación. Teníamos que nadar para continuar y les pregunté si estaban de acuerdo. La mayoría de ellos sabe nadar, pero algunos no tanto. Muchas veces vamos a nadar luego de jugar fútbol", prosiguió el entrenador.

Estaba asustado porque mi mamá se enojaría por no llegar a tiempo a casa

"No sabíamos si el agua había crecido o no. Algunos nadaron y dijeron que estaban bien, y los seguimos. Después revisé si había otra área a la que podíamos ir, pero siempre se necesitaba nadar. Les dije que era mejor volver y regresar otro día. Vamos a casa", exclamó Chantawong.

Pensé que se demoraría un poco, pero no demasiado, aunque estaba oscureciendo…

Sin embargo, la situación se complicó cuando estaban nadando de regreso a la entrada. Uno de los chicos gritó que había mucha agua. Otro preguntó si estaban perdidos. "Eso no era posible, solo había un camino. Fui a revisar. Tomé una cuerda y les dije que si la tiraba dos veces, era el camino correcto y debían seguirme". Pero no hubo forma de llegar hasta la salida.

Pensé: ¿Es muy lejos para gritar y pedir ayuda?

Uno de los moderadores de la conferencia preguntó a los niños qué sentían en ese momento. Respondieron así:
-"Estaba asustado porque mi mamá se enojaría por no llegar a tiempo a casa".
-"Pensé que se demoraría un poco, pero no demasiado, aunque estaba oscureciendo…"
-"Traté de mantenerme calmado y buscar soluciones".
-"Pensé: ¿Es muy lejos para gritar y pedir ayuda?".

Los niños atrapados en la cueva en Tailandia
Los niños atrapados en la cueva en Tailandia

El entrenador continuó su relato: "Allí fue que nos dimos cuenta que había que pasar la noche en la cueva". El nivel del agua seguía creciendo y se dedicaron a buscar un lugar adecuado.

Les pedí que recen. No teníamos miedo en ese momento, pensamos que al día siguiente bajaría el agua

Según explicó, en ese momento el hambre no era un problema, porque habían comido después de jugar.

"Entró más agua en la zona, por lo que buscamos un lugar más elevado. Les pedí que recen. No teníamos miedo en ese momento, pensamos que al día siguiente bajaría el agua y alguien trataría de encontrarnos", indicó.

Bebíamos de lo que caía entre las piedras, pero no teníamos comida

En ese momento, el joven, que pasó años en un templo budista, se concentró en tranquilizar al grupo. "Traté de apoyar a los niños, pensar en soluciones y buscar agua limpia. Bebíamos de lo que caía entre las piedras, pero no teníamos comida".

El grupo coincidió en que la primera noche no fue difícil, pero las siguientes fueron complicadas. Pasaron nueve jornadas hasta que fueron ubicados y contactados por los rescatistas. "Fue un milagro", concluyó uno de los pequeños futbolistas.

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