El complejo de cuevas de Tham Luang, en el norte de Tailandia, es vasto, húmedo y profundamente oscuro.
Allí dentro están atrapados 12 niños y su entrenador, todos miembros del equipo Mu Pa, desde el 23 de junio cuando las intensas lluvias inundaron los 1,6 kilómetros de Tham Luang con ellos adentro.
Afortunadamente, después de una tensa semana de búsqueda fueron localizados y un equipo de buzos pudo hacerles llegar comida, luz eléctrica y otros artículos de primera necesidad.
Incluso han podido hacer un chequeo médico y confirmar que ninguno tiene problemas de salud.
Ahora, la opción más rápida para rescatarlos es también la más peligrosa: enseñar a los niños a bucear, darles el equipo y sacarlos de la cueva a través de una serie de canales inundados.
Por eso la balanza parece inclinarse por la segunda opción de esperar hasta cuatro meses a que las aguas, provocadas por la temporada de lluvias, bajen y entonces puedan salir por donde entraron.
¿Pero cómo será para estos niños vivir cuatro meses en una oscura cueva?
Además del estrés y el trauma que les ha provocado la situación, ahora se enfrentan a prolongados períodos sin luz del día, lo que podría afectar su sentido interno del tiempo.
Como recuerda la cadena BBC, esto puede generar depresión, insomnio, problemas hormonales y en el metabolismo, dificultad para concentrarse y agresividad dentro del grupo, entre otros síntomas.
En 1962 el geólogo francés Michel Siffre realizó el experimento de encerrarse en una cueva oscura en Niza por dos meses, sin un reloj ni calendario, para registrar su rutina de alimentación y sueño, guiada exclusivamente por sus necesidades.
Cuando sus colegas en el experimento fueron a liberarlo dos meses después, él estaba convencido de que había pasado un sólo mes en la cueva.
Su percepción del tiempo había cambiado y se había estado manejando con un reloj interno, a diferencia del resto de los humanos que se guían por la salida y puesta del sol.
Específicamente, Siffre comenzó a tener ciclos diarios de 24 horas y media. Es decir que cada día al levantarse, su "mañana" en la oscuridad de la cueva estaba corrida 30 minutos en relación a la dictada por la posición del sol. La diferencia se ampliaba cada día, y en dos semanas su cuerpo le indicaba que era de noche cuando en el exterior era plena mañana.
Esta condición médica se caracteriza por períodos de sueño correcto, cuando el reloj interno es casi igual al real, seguido de mal sueño y fatiga constante cuando se da el desfajae. Similar a convivir todos los días con el "jetlag" que provocan el vuelo en avión por largas distancias.
Los niños y su instructor se aproximan a las dos semanas y al umbral en el que pueden llegar a experimentar estos síntomas. Pero lo más probable es que cada uno desarrolle un reloj interno distinto, creando grupos que quieran dormir y otros que quieran estar despiertos.
En definitiva, el grupo entero sufrirá estas diferencias en el llamado ritmo circadiano.
Pero existe un antídoto, como recuerda Linda Geddes en un artículo para la BBC.
Cuando los 33 mineros chilenos quedaron atrapados en una mina de cobre en 2010, se les enviaron faroles especiales diseñadas para mantener el rimo circadiano, replicando niveles de luz y oscuridad en el interior de la cueva en coordinación con el exterior.
Estos podría hacerse también en Tailandia, logrando engañar a los cuerpos de los atrapados mientras esperan el lento retroceso de las aguas.
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