En unas reñidas elecciones, Erdogan buscará consagrarse como el nuevo "sultán" de Turquía

Tras años de reformas autoritarias que concentraron el poder en el Ejecutivo y vaciaron al resto de las instituciones, el mandatario va por la reelección en los comicios más decisivos de la era moderna en el país. A pesar de que está muy limitada, la oposición logró organizarse e intentará frustrar sus planes

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Recep Erdogan, presidente de Turquía,
Recep Erdogan, presidente de Turquía, entra a una cabina de votación en el referéndum de 2017

Las elecciones de este domingo vienen a cerrar un proceso que se abrió hace ya mucho tiempo. Si todo sale como planea el gobierno de Recep Erdogan, se abrirá a partir del lunes nueva era en Turquía. Para eso, el Presidente necesita un triunfo aplastante, que le permita sacar definitivamente al país de la senda del pluralismo político y religioso, para volcarlo en el camino del autoritarismo y la intolerancia.

Cuando ganó sus primeras elecciones generales, en 2002, Turquía se distinguía de muchas naciones de la región por tener un sistema parlamentario relativamente competitivo, en el marco de un Estado laico. Si bien en los comienzos de su carrera política Erdogan abogaba por un islamismo radical —lo cual lo llevó a la cárcel en 1998 por un acto de intolerancia religiosa—, viró hacia posiciones más moderadas a partir de la fundación del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Con esa formación asumió en 2003 como primer ministro.

El hito inaugural de su transición autoritaria fue la postulación a la Presidencia en 2014, tras ser 11 años jefe de gobierno. Como en todos los regímenes parlamentarios, el presidente es una figura protocolar, que sólo cobra relevancia política cuando hay que formar gobierno, y en los momentos de crisis. Sin embargo, Erdogan había acumulado tanto poder que logró reducir al primer ministro a su mínima expresión, asumiendo él mismo la administración diaria del país.

Las elecciones del domingo no serán ni libres ni justas, no hay dudas de eso

El quiebre se produjo tras el fallido golpe de Estado del 15 de julio de 2016. Un sector de las Fuerzas Armadas sacó los tanques a la calle y trató de derrocar a Erdogan, que derrotó a los insurrectos ayudado por un masivo respaldo popular. Más fortalecido que nunca, usó el levantamiento como pretexto para desatar una cacería contra sus adversarios reales o potenciales.

Una purga sin precedentes vació de elementos críticos al Ejército, a las universidades y a las principales instituciones públicas. El Gobierno cerró más 120 medios de comunicación y arrestó a más de 200 periodistas. Se estima que en todo el proceso 160 mil personas fueron desplazadas de sus cargos y unas 50 mil pasaron por la cárcel.

Para garantizar la perdurabilidad el nuevo orden, impulsó una reforma constitucional que suprime la figura del premier y concentra todo el Poder Ejecutivo en el presidente. La nueva Carta Magna le confiere facultades legislativas, le permite designar a la mayoría de los miembros del Tribunal Constitucional, lo autoriza a disolver el Parlamento y le impide a éste escrutar al gobierno. La reforma fue aprobada por 51.4 a 48.6% en el referéndum del 16 de abril de 2017.

Las elecciones presidenciales y legislativas de este domingo buscan cerrar el círculo. Debían celebrarse en noviembre de 2019, pero Erdogan las anticipó para asumir cuanto antes los nuevos súper poderes. Ese apuro esconde una debilidad: las crecientes dificultades que atraviesa la economía, sumadas a una inesperada revitalización opositora, se convirtieron en una amenaza que lo preocupa.

El intento de golpe de
El intento de golpe de Estado fue una oportunidad para Erdogan (Reuters)

Votar entre sospechas

"El proceso de votación solía ser bastante seguro en Turquía. Pero, en los últimos años, se produjeron eventos cuestionables en comicios parejos. Las elecciones para la alcaldía de Ankara en 2014, por ejemplo, posiblemente hayan sido robadas. Y hay muchos reclamos por el referéndum de 2017, con resultados ilógicos en el sudeste kurdo, que suele votar fuertemente en contra de Erdogan", dijo a Infobae Svante Cornell, director del Instituto de Políticas de Seguridad y Desarrollo.

Casi todos los analistas independientes coinciden en que difícilmente el proceso electoral vaya a ser transparente. Si bien la oposición está habilitada a participar, todos los resortes institucionales están bajo control de un gobierno que ya demostró que está dispuesto a torcer las reglas para asegurar su permanencia en el poder.

"Las elecciones del domingo no serán ni libres ni justas, no hay dudas de eso. Las medidas que se han tomado para disminuir las chances de los opositores, los incidentes previos de interferencia electoral y la decisión de Erdogan de asegurar la presidencia consolidada que construyó para sí mismo, son evidencias fuertes. Además, por sobre todas las cosas, los comicios se desarrollarán bajo un estado de emergencia que está vigente desde el intento de golpe", explicó el Dr. Lisel Hintz, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, consultado por Infobae.

Genera sospechas de fraude una nueva ley electoral que autoriza el uso de boletas sin sellar

La campaña es la más desequilibrada de las últimas décadas en el país por la virtual desaparición de medios de comunicación críticos del gobierno. Cerca del 90% de los canales de noticias son propiedad del Estado o de empresarios cercanos a Erdogan. Eso explica que sus adversarios estén prácticamente ausentes de la pantalla.

"Hay otros ejemplos —continuó Hintz—. Muchos centros de votación, particularmente en áreas kurdas, fueron trasladados lejos de sus ubicaciones originales. Supuestamente, es por razones de seguridad, pero pone en desventaja a votantes que son muy viejos, están enfermos o no tienen acceso a transporte. La capacidad de las fuerzas de seguridad para para entrar a los centros acrecienta la probabilidad de que se intimide a los electores. También generan sospechas de fraude una nueva ley electoral que autoriza el uso de boletas sin sellar y la impresión de 500 millones de papeletas para 55 millones de votantes".

Si bien todo indica que habrá manipulación de algún tipo, el interrogante es el impacto que pueda llegar a tener sobre el resultado. Es cierto que cuanto más grande es la participación y la fiscalización ciudadana, menor es la eficacia de las trampas.

"La oposición, tanto secular como religiosa, llega unida y mejor organizada a estas elecciones para reducir el fraude. Pero es posible que sean menos capaces de contrarrestarlo en las conflictivas regiones kurdas, donde el aparato de seguridad, policial y militar, tiene un poder extraordinario", dijo a Infobae Ekrem Karakoc, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Binghamton.

Erdogan se juega mucho en
Erdogan se juega mucho en estas elecciones (Reuters)

Una competencia con mayor paridad de la esperada

"A pesar de todas las limitaciones a su campaña, los partidos opositores hicieron un gran trabajo demostrando que aún tienen alguna posibilidad de derrotar al oficialismo", dijo Abdullah Aydogan, investigador del Centro para Medio Oriente de la Universidad Rice, en diálogo con Infobae.

Incluso con todos los reaseguros que dispuso para garantizarse el triunfo, los comicios podrían resultar más complejos de lo que Erdogan suponía hace un año. Para empezar, necesita obtener el 50% de los votos para ganar en primera vuelta. Aún imponiéndose en el ballotage, que se disputaría el 8 de julio, sería una victoria incómoda, que evidenciaría un respaldo mucho menos contundente del que necesita exhibir un líder autoritario.

El principal adversario de Erdogan es Muharrem Ince, un profesor de física socialdemócrata y singularmente carismático, que se presenta con el Partido Republicano del Pueblo (CHP), la fuerza opositora más importante. La segunda es Meral Akşener, la gran referencia femenina de la política turca. Fue ministra del Interior a fines de los 90, y desde el año pasado lidera el Partido Iyi (bueno), que es laico y nacionalista, y que tiene mucha llegada a los jóvenes y a los trabajadores.

Muharrem İnce, principal candidato opositor
Muharrem İnce, principal candidato opositor (Reuters)

"Lo más probable es que Erdogan sea declarado vencedor este domingo. Una segunda vuelta entre él e Ince, la estrella de la campaña, sería extremadamente riesgosa", dijo a Infobae Halil M. Karaveli, investigador del Centro Turquía del Instituto de Asia Central – Cáucaso.

Otro de los candidatos relevantes es Temel Karamollaoglu, del Partido de la Felicidad, que es de tendencia marcadamente islamista. Por último, está Selahattin Demirtaş, del Partido Democrático del Pueblo (HDP), que defiende la causa kurda. Fue arrestado en el marco de la persecución que sucedió al fallido golpe de 2016, así que compite desde la cárcel.

"El tema que más preocupa al electorado es la inminente crisis económica que llevó a Erdogan a adelantar las elecciones —dijo Hintz—. Muchos han apoyado al AKP por el impresionante crecimiento económico de Turquía y los tangibles beneficios que recibieron. La suba de precios de bienes esenciales, como el pan y la cebolla, alerta a personas que, por la influencia del gobierno sobre los medios, no estarían al tanto del derrumbe de la lira, la enorme deuda externa y el desvanecimiento de la inversión extranjera".

Los partidos opositores hicieron un gran trabajo demostrando que aún tienen alguna posibilidad de derrotar al oficialismo

Si estas razones son suficientes para amenazar la victoria de Erdogan en las presidenciales, sobran para complicar sus posibilidades en las parlamentarias. El sesgo mayoritario del sistema electoral, que obliga a obtener un mínimo de 10% en todo el país para acceder al Congreso, presiona a las principales fuerzas a formar coaliciones, ya que de lo contrario pueden quedarse afuera. Eso llevó al agrupamiento en dos grandes bloques: por un lado, el de Erdogan; por otro, el que forman CHP, el Partido Iyi y el Partido de la Felicidad, una alianza que sólo se explica por la necesidad de poner un freno al gobierno.

"Si la oposición puede evitar el arreglo de los comicios, y logra movilizar a los kurdos para que vayan a votar, Erdogan y el AKP no tienen chances demasiado altas de ganar", sostuvo Aydogan. "Es la primera vez en 16 años de gobierno del AKP que los opositores se unen. Si este comportamiento continúa, podrán ejercer aún más presión durante la posible crisis financiera".

La clave de lo que pueda pasar en las legislativas pasa por la cantidad de votos que obtenga el HDP, que no forma parte de la coalición opositora. Si supera el umbral del 10%, el oficialismo quedará al borde de perder la mayoría. El problema es que cerca de la totalidad de esos sufragios debe cosecharlos en las regiones kurdas, donde el gobierno tiene mayor capacidad de robar votos.

"Puede que en la elección presidencial Erdogan se vea forzado a un ballotage —dijo Cornell—. Pero, mientras tanto, el Gobierno ha incrementado sus operaciones militares contra los rebeldes kurdos en el norte de Irak, lo cual puede utilizar para soliviantar los sentimientos nacionalistas. En las legislativas, si el HDP no llega al 10%, casi todas sus bancas irían al segundo partido más grande en cada provincia, que es el AKP. Si supera esa barrera con un margen claro, será difícil manipular ese resultado".

Meral Akşener, otra de las
Meral Akşener, otra de las opositoras más relevantes (Reuters)

Turquía, después de los comicios

"Si Erdogan gana en primera ronda y su partido obtiene la mayoría en el Parlamento, tendrá todo el poder para modificar el sistema político como quiera —dijo Karakoc—. Eso significa que Turquía se desplazará hacia un autoritarismo de derecha. Muchos dicen que establecerá un régimen islámico, pero esas afirmaciones son exageradas. Usa a la religión y al clero para aumentar su popularidad entre el electorado nacionalista y religioso, pero lo que le interesa es consolidar su poder. Ese escenario sería el peor para la democracia turca y, subsecuentemente, para la estabilidad política".

Una alternativa mixta sería que consiga retener la Presidencia, pero pierda la mayoría legislativa. En ese caso, se vería la contradicción entre un mandatario con los súper poderes que le confiere la nueva Constitución, pero la limitación que supone no manejar el Congreso.

"Si ocurriera eso, el AKP ya no podría seguir extendiendo el estado de emergencia que le permitió dejar de lado al Estado de derecho. Tampoco podría reestructurar las instituciones políticas y económicas como quisiera. Tendrá que negociar con la oposición para sacar leyes. Como Turquía pasó a un sistema presidencialista, tiene que aprobar cientos de normas y regulaciones para ajustar el sistema político", dijo Karakoc.

Temel Karamollaoğlu, líder islamista
Temel Karamollaoğlu, líder islamista

Mucho más difícil es imaginar una derrota total. En buena medida, porque en el poco probable caso de que ocurra, sería esperable que Erdogan decida desconocerla. "Creo que sólo la reconocería si el margen fuera lo suficientemente grande. Si fuera pequeño, estoy seguro de que tratará de empujar las cosas lo más que pueda para probar que él es el verdadero ganador", afirmó Aydogan.

Todos los movimientos de Erdogan desde que asumió la Presidencia hasta hoy llevan a pensar que no está dispuesto a entregar el poder. La manera en la que fue acumulando facultades y copando todos los estratos institucionales del país indican que se ve a sí mismo como el único gobernante legítimo de Turquía. Un nuevo sultán.

"Lo más seguro de todo es que Erdogan no va a dejar elegantemente la posición de poder que diseñó para sí —dijo Hintz—. Gobierna con un autoritarismo personalista y cree que la Presidencia le pertenece a él y, después, a su yerno, el ministro de Energía, Berat Albayrak. Si no puede controlar las urnas, es probable que rechace cualquier resultado que no le garantice el mandato, y llame a nuevas elecciones o simplemente acuse a malvados agentes extranjeros para justificar su permanencia en el poder. Si fuera removido, él y su familia enfrentarían causas judiciales por corrupción, así que permanecer no es sólo una necesidad política, sino también existencial".

Selahattin Demirtaş, líder del partido
Selahattin Demirtaş, líder del partido pro kurdo HDP, preso desde 2016

Pero ni siquiera ganar las elecciones —lícita o ilícitamente— le garantizaría la tranquilidad en el mediano plazo. No son tiempos fáciles los que le esperan a Turquía, que es una sociedad mucho más plural que las de otros países con regímenes autocráticos. Ese puede ser un escollo de primer orden, especialmente si ya no hay tanto para repartir como antes.

"Si Erdogan es reelecto en la primera ronda y el AKP conserva la mayoría, será todo como siempre, pero sólo por un tiempo. Se acerca una crisis económica, y el Gobierno enfrentará un nuevo desafío el año que viene, cuando se celebren los comicios locales", vaticinó Karaveli.

Particularmente vulnerable será su situación si, para ganar, necesita apelar a artilugios demasiado burdos, como dejar al HDP afuera del Parlamento incluso aunque saque los votos necesarios para entrar. "La población kurda se sentiría despojada de sus derechos, lo cual la llevaría a un creciente resentimiento, y profundizaría el problema social. En ese caso, la posición de Erdogan carecería de legitimidad tanto en casa como hacia afuera", concluyó Cornell.

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