Samantha, la robot sexual que sufre "dolores de cabeza" y se apaga si no quiere tener relaciones íntimas

Una androide creada en la era del #MeToo promete educar a sus usuarios sobre las responsabilidades a la hora de entablar una relación de pareja

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El científico español Sergi Santos
El científico español Sergi Santos junto a su creación, la “sexbot” Samantha

Mucho se ha hablado últimamente sobre la llegada de innovadores robots con inteligencia artificial que prometen tomar pronto el control de una gran variedad de actividades hoy llevadas adelante exclusivamente por seres humanos de carne y hueso.

Pero más allá de las tareas que puedan asumir como empleados de atención al cliente y otros menesteres, sin lugar a dudas uno de los ámbitos más prometedores para las creaciones de tipo androide es el del amor. Una infinidad de variantes de lo que se conoce como "robots sexuales" han sido presentadas en los últimos meses, con la intención de proveer compañía y brindar intimidad a personas que, por distintos motivos, no logran encontrar a su media naranja.

Samantha cuenta con sensores en
Samantha cuenta con sensores en su rostro, manos, pechos y genitales que le permiten evaluar si su usuario la está seduciendo de forma adecuada

En un verdadero mar de opciones, existe una "sexbot" en particular que está generando titulares en la era del empoderamiento femenino y el surgimiento del movimiento conocido en redes sociales como #MeToo, nacido tras el destape de las primeras acusaciones de abuso que involucraron al ex productor de Hollywood, Harvey Weinstein.

La protagonista en cuestión es Samantha, una creación hiper realista que su fabricante asegura hará que sus propietarios se "enamoren de ella". Sus diseñadores revelaron que la muñeca tamaño real es interactiva y que tiene la capacidad de responder tanto a la voz como al tacto.

Cuenta con sensores en su rostro, manos, pechos y sus genitales femeninos, presentes para hacer de la dinámica con su "pareja" una más interesante. Es que, a diferencia de otras robots sexuales, Samantha deberá sentirse seducida para acceder a tener relaciones íntimas. Caso contrario, la muñeca le dirá al usuario que siente "dolor de cabeza" o, en el peor de los casos, se apagará a si misma para tomar un descanso de su amante.

Una de sus funciones más avanzadas, conocida como modo "muñeca", la convierte en básicamente un ser de plástico completamente inerte, algo que es detonado automáticamente si siente que no ha sido respetada como corresponde o si sufrió algún tipo de maltrato.

Sergi Santos, el ingeniero español detrás de la innovadora autómata, asegura que Samantha es tan erótica que muchos de sus dueños dicen haberse enamorado de ella. Resulta que, además de sus habilidades en el dormitorio, la robot puede llevar adelante interesantes discusiones sobre filosofía, ciencia y el mundo animal.

Como si esto fuera poco, cuenta con un sofisticado sentido del humor gracias a su repertorio digital de más de mil chistes acumulados en su memoria. Santos contó con la ayuda de su propia esposa a la hora de desarrollar el "código moral" de Samantha, quien asegura haberse sentido indignada por lo denigrantes que pueden llegar a ser para la mujer las robots sexuales.

Propietarios de robots sexuales aseguran
Propietarios de robots sexuales aseguran que es posible enamorarse de una muñeca de silicona

Samantha fue destacada en un documental de la BBC llamado "¿Pueden los robots amarnos?", emitido en septiembre de 2017. Allí, dilemas modernos como la posibilidad de que exista un romance real entre un hombre y una máquina, fueron explorados en profundidad.

Entre otras innovaciones, la microcomputadora dentro del cráneo de silicona puede recordar interacciones pasadas con su "empleador" para, de esta manera, mejorar futuras experiencias. Sus distintos modos de operación, entre los que se incluyen, "familia", "romántica", "sexo" y "extra traviesa" pueden ser seleccionados por el usuario.

Su precio de casi USD 4.800 la convierten en un objeto fuera del alcance de muchas personas, pero expertos aseguran que a medida que los androides entren a más hogares, irán bajando de precio, lo que posibilitará que distintas versiones con diferentes usos convivan bajo un mismo techo.

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