El Tribunal Supremo español (TS) condenó este martes a Iñaki Urdangarin, cuñado del rey Felipe VI, a cinco años y diez meses de prisión por un caso de corrupción.
La pena implica el ingreso en prisión de Urdangarin, que solo podría evitarlo si la Audiencia de Palma decidiera no enviarlo a la cárcel en atención a lo que pudiera hacer el Tribunal Constitucional en caso de admitir a trámite un probable recurso de amparo del reo.
Cristina de Borbón cumple este miércoles 53 años, un aniversario marcado por el futuro de su marido. No se ha dejado ver en público en las últimas semanas, conocedora de que la sentencia estaba a punto de hacerse pública.
La infanta analiza, por un lado, quedarse en Ginebra, donde trabaja para una fundación de Aga Khan -gran amigo del rey Juan Carlos- y donde estudian sus hijos menores.
Pero, por otro lado, estudia instalarse en Portugal, donde hay otra sede de su actual empleo y estar así más cerca de España. De acuerdo con el periódico El País, esta opción sería más factible si Urdangarin ingresa en una cárcel de Extremadura. La otra chance que se contempla es que vaya a una prisión de Ávila.
El mismo diario recuerda que Cristina fue educada en el más estricto protocolo de las casas reales, que impide a sus miembros mostrar en público sus sentimientos. Esa contención le ha permitido guardar las apariencias desde que en 2010 comenzó la instrucción del caso Nóos.
Sin embargo, en la intimidad, es una mujer rota y una madre preocupada por los daños colaterales que sufren sus cuatro hijos: Juan, Pablo, Miguel e Irene. Unos niños cuando Iñaki Urdangarin fue imputado, ahora unos adolescentes conscientes de los problemas de su padre con la Justicia.
Según consigna El País, todas las personas consultadas de su círculo más cercano aseguran que está "destrozada" y algunos hablan de depresión. Su estado de ánimo preocupa mucho a su familia. Por eso Juan Carlos decidió acompañar el pasado enero a Ginebra a Sofía el día del 50 cumpleaños de Iñaki Urdangarin.
La condena, rebajada en cinco meses respecto a la dictada en primera instancia, supone un hito en el entorno de la Corona española puesto que hasta ahora ninguna persona vinculada a ella se había visto en la tesitura del encarcelamiento.
Urdangarin, nacido en Zumarraga (provincia norteña de Guipúzcoa) en 1968, dejó de pertenecer a la familia real en junio de 2014, al mismo tiempo que su esposa y la infanta Elena, la otra hermana del rey, cuando Felipe VI llegó al trono ese mismo año.
Sin embargo, ya en diciembre de 2011 se lo apartó de las actividades oficiales, poco antes de que fuera imputado por sus negocios en un caso de corrupción, conocido como caso Nóos, junto a su socio, Diego Torres.
Desde ese momento, la brecha de Urdangarin con el rey Juan Carlos y su cuñado -entonces heredero de la Corona- empezó a agrandarse ante el daño que su conducta estaba generando a la institución monárquica en un contexto de crisis económica en España y de enfado ciudadano por la corrupción.
Nadie hubiera imaginado el desenlace judicial de Urdangarin y su defenestración cuando, hace algo más de dos decenios, irrumpió en la vida de la monarquía española a raíz de su noviazgo con la infanta Cristina.
Por entonces era uno de los jugadores más renombrados del balonmano español, deporte con el que ganó una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, cuando conoció a la infanta Cristina.
El 4 de octubre de 1997 contrajeron matrimonio en Barcelona en medio de la percepción generalizada de que se trataba de una pareja idílica, que reforzaba la buena imagen de la Corona española. El rey Juan Carlos concedió a su hija el título de duquesa de Palma.
Afincados en Barcelona, Urdangarin dejó el balonmano en 2000 para preparar su salto al mundo laboral con un máster en Administración.
Su estreno en el campo de la empresa fue como director de Planificación y Desarrollo de Octagon Esedos, una empresa de marketing deportivo, y en 2003 pasó a desempeñar la misma función en la matriz del grupo Motorpress Ibérica.
En paralelo, su fama de estrella deportiva le abrió las puertas del Comité Olímpico Español (COE), primero como miembro y luego como vicepresidente primero (2004-2005).
Con una imagen social intachable, el yerno del rey Juan Carlos se vio reforzado para adentrarse en el mundo de los negocios y hacer dinero al margen de su función en la familia real española.
El germen de su descarrío fue cuando se embarcó en 2004 con Torres en la fundación del Instituto Nóos, una vez que se constató que obtuvo de forma irregular varios millones de euros procedentes de diversas administraciones públicas.
Urdangarin ocultó buena parte del dinero a través de la empresa Aizoon, de la que era titular al 50 por ciento con su esposa, la infanta Cristina, absuelta en el caso, aunque tendrá que abonar 136.950 euros como responsable civil a título lucrativo.
Ante las primeras sospechas, en febrero de 2006, sobre la legalidad del negocio, Urdangarin dejó Nóos a instancias de la Casa del Rey y pasó a trabajar como consejero en la empresa Telefónica, primero en España y, a partir de 2009, en Washington, adonde se mudó con su esposa y sus cuatro hijos.
Fue durante su estancia en los Estados Unidos cuando el juez español José Castro empezó a investigar los negocios de Nóos, lo que llevó a la Fiscalía Anticorrupción a registrar la sede del instituto Nóos en noviembre de 2011.
Ese fue el detonante que llevó a la Casa Real a apartar a Urdangarin de las actividades oficiales de la institución por su falta de ejemplaridad.
El posterior traslado del matrimonio a Ginebra (Suiza), después de un breve paso por Barcelona y una vez desligado de Telefónica, trató de alejar el foco sobre Urdangarin, pero la investigación judicial lo fue empujando cada vez más hacia una condena que ahora lo pone a las puertas de prisión.
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