En un impensado refugio animal en territorio del norte de Siria controlado por rebeldes, Mohammed Alaa al-Jaleel cuida todos los días de los gatos de la ciudad de Kafr Naha.
"Si quieres mostrar piedad ante las personas, debes empezar mostrando piedad por todo lo demás", sostiene Jaleel mientras practica una prueba de ultrasonido a una gata embarazada
Cientos de animales han recibido atención médica en estos años de brutal guerra civil en el Santuario para Gatos Ernesto, llamado así por el nombre del felino preferido de Jaleel.
Este hombre de 43 años creció en Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria y ubicada 25 kilómetros al sur de Kafr Naha.
Ya de joven Jaleel, electricista de oficio, demostraba una pasión por los gatos, y solía pasar por las carnicerías de la ciudad para buscar pedazos de carne para alimentar a los felinos de su barrio.
Cuando la guerra estalló en 2011 dejó sus herramientas para convertirse en conductor de ambulancias y aprender primeros auxilios para atender a los heridos, pero nunca dejó de llevar comida a sus pequeños amigos peludos.
Pero la guerra en Siria, y especialmente en Alepo, empeoró y la gente empezó a abandonar la ciudad, dejando atrás también a sus gatos domésticos.
Jaleel decidió ocuparse de un total de 170 de estos animales y tras montar su primer santuario, con donaciones de amigos y a través de campañas en redes sociales, se ganó un apodo: el Hombre Gato de Alepo.
A fines de 2016, el asedio del régimen sirio sobre Alepo, muchos de cuyos barrios seguían en poder de rebeldes opositores, se hizo demasiado peligroso.
"Empezamos a escapar de barrio en barrio, hasta que finalmente nos fuimos de la ciudad", recuerda Jaleel.
Sukhoi, el gato
En total, Jaleel y otros amantes de los gatos lograron llevarse 22 de los felinos de Alepo. "Le dimos a cada familia dos gatos en un canasta de plástico", contó.
Uno de ellos era Sukhoi, bautizado en irónico honor a los cazabombarderos operados por Rusia, aliada del dictador Bashar al Assad, en los bombardeos de ciudades rebeldes.
"Él aparecía de la nada y tomaba comida justo debajo de las narices de otros gatos, justo como un caza Sukhoi", explicó.
La guerra civil en Siria, que involucra a numerosas facciones apoyadas por diferentes potencias, ha causado la muerte de más de 350.000 personas y ha creado millones de refugiados, muchos de los cuales han intentado llevarse sus animales domésticos.
Jaleel fundó su segundo refugio para gatos tras abandonar Alepo a comienzos de 2017, alojando a 18 de los 22 que rescataron.
"Los gatos no se quedan en una sola casa. Duermen en todas intercambiando lugares", explica Jaleel, en referencia a las pequeñas edificaciones de mármol que hay en el santuario.
Allí cerca hay también una picadora de carne con la cual preparan la comida de los felinos.
Pero además de ser un refugio y de proveer comida, financiado con donaciones, el santuario también funciona como una clínica veterinaria.
"Tratamos todo tipo de animales aquí, caballos, vacas e incluso gallinas", explicó.
"Realmente hermoso"
El Santuario Ernesto presta un servicio y trae algo de normalidad a una situación de guerra constante que lleva ya casi siete años.
"No hay veterinarios donde yo vivo. Cuando pregunté a la gente me indicaron este lugar. Quedé tan sorprendido de encontrar algo así en medio de la guerra que vivimos. Asisten a todo tipo de animales, es realmente hermoso", relató Mohammad Watar, dueño de un gato que sufrió una intoxicación.
La guerra, ciertamente, sigue estando muy cerca, y las paredes del santuario tienen agujeros de bala.
El mes pasado, el lugar fue utilizado para una fiesta infantil que debió cancelarse cuando un niño resultó herido por un disparo.
También los gatos han recibido heridas de metralla y proyectiles, pero pocos pueden ser tratados porque hay escasez de medicinas veterinarias y vacunas, al igual que en los hospitales que tratan a humanos.
(Con información de AFP)
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