Un nuevo análisis de un esqueleto de 2.000 años de antigüedad que muestra signos de haber sido crucificado, y que fue descubierto hace una década en Italia, ha sacudido a la comunidad científica, ya que se trata de apenas la segunda prueba fehaciente que se tiene de este cruento método de ejecución en tiempos del Imperio Romano y que ocupa un rol central en el culto cristiano.
Los descubrimientos fueron publicados en abril por un grupo de arqueólogos e investigadores italianos en la revista científica Ciencias Arqueológicas y Antropológicas, tras realizar un segundo análisis sobre restos hallados en 2007 durante una excavación, según reportó el Times of Israel.
La crucifixión, una ejecución pública que consiste en clavar al condenado a un cruz de madera que luego es levantada, está presente en numerosos escritos y es citada en la Biblia como el método usado por las autoridades romanas de Judea para matar a Jesucristo.
Pero hasta la fecha había una sola prueba arqueológica de la existencia de este castigo reservado para criminales y rebeldes a la autoridad romana.
"En este caso específico, y a pesar de las pobres condiciones de preservación, pudimos demostrar la presencia de signos en el esqueleto que demuestran una violencia similar a la crucifixión", indicó Emanuela Gualdi, una de las autoras del informe e investigadora de la Universidad de Ferrara, al periódico Estense.
En una excavación de 1968 en Jerusalén se obtuvo la primera evidencia de una crucifixión, cuando el arqueólogo Vassilios Tzaferis halló fragmentos de huesos en una tumba en un cementerio judío en el barrio de Giv'at HaMivtar, que se cree provienen del año 200 antes de Cristo.
Tras realizar un análisis se descubrió que los huesos pertenecían a un joven de entre 20 y 24 años y a un niño de entre 3 y 4 años de edad.
El mayor tenía un clavo de 18 centímetros en el hueso calcáneo del talón, sobre el cual se encontraron fragmentos de madera de olivo, lo que corresponde con una crucifixión en la cual los miembros del condenado son clavados a la madera de la cruz.
Los nuevos restos analizados corresponden al esqueleto de un hombre de entre 30 y 34 años que fue hallado en Gavello, a unos 60 kilómetros de Venecia, durante obras de infraestructura en el valle del Po.
Las conclusiones tardaron mucho tiempo en llegar porque los huesos estaban en un estado pobre de preservación que impedía medir su antigüedad con carbono 14.
En cambio, se ubicó su edad en 2.000 años con base en el contexto, los fragmentos de ladrillos y cerámicos romanos encontrados junto con los restos.
El hombre fue enterrado en una tumba sin otros objetos. En su talón derecho se encontró una lesión violenta que corresponde, también, con una crucifixión.
Pero para poder advertir esto se tuvo que utilizar un sofisticado microscopio digital para tomar imágenes en 3D del hoyo en el hueso, presuntamente hecho por un clavo momentos antes de su muerte.
Los hallazgos, sin embargo, no son concluyentes, ya que debido a la escasez de evidencia es difícil comparar este esqueleto con una gran variedad de muestras.
Por ejemplo, la ausencia de heridas similares en los brazos, que también solían ser clavados a la cruz, es notable, aunque los expertos recuerdan que en muchos escritos históricos sobre crucifixiones se habla también de la posibilidad de atar son sogas en lugar de usar clavos.
Los investigadores también sacaron conclusiones sobre el posible origen social de la víctima.
"La tumba irregular, la falta de bienes junto al cuerpo, la baja estatura y signos de tortura sugieren que podría haberse tratado de un prisionero o de un esclavo", dice el informe.
Además, el hecho de que su cuerpo se halló completamente solo denota que el hombre no tenía un fuerte vínculo con la comunidad.
"Este tipo de ejecución se reservaba generalmente a los esclavos. La marginalización topográfica sugiere que el individuo era considerado peligroso por la sociedad en la que vivía y que fue rechazado tras su muerte", señaló Thun Hohenstein, otro de los autores del informe, a Estense.
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