Ha pasado casi seis años atrapado en suelo enemigo, de los cuales sobrevivió 29 años en una prisión, en la que fue torturado, antes de ser liberado a una vida de pobreza y vigilancia del estado. A sus 89 años, enfermo, el ex espía norcoreano Seo Ok-yeol solo quiere volver al que considera su hogar.
"La gente tiene la necesidad de morir en un lugar donde son respetados", mencionó, preocupado porque podría ser muy tarde para poder reunirse con su esposa y los hijos que dejó atrás.
Él es uno de los 19 prisioneros de la Guerra Fría, entre espías y milicianos, que han cumplido su condena en Corea del Sur y anhelan volver a su país. El gobierno se ha negado a permitir su retorno, pero podrían autorizarlo si la dictadura de Kim Jong-un realiza concesiones y entrega a los cientos de surcoreanos que mantiene cautivos.
Los ex espías, que hoy tienen entre 80 y 90 años, insisten en considerar al norte como su "patria ideológica" y saludan cada avance del diálogo que pueda finalizar el conflicto bilateral. "Tuve lágrimas de alegría, hay esperanza de que se resuelva", declaró Yang Hee-chul, de 82 años. Y es que tiene antecedentes que le dan fe: en el 2000, cuando hubo otra reunión bilateral de alto nivel, Seúl entregó a 63 ex prisioneros.
Por ahora, el gobierno de Moon Jae-in argumenta que ese no es el foco de la discusión y que Pyongyang no ha pedido la repatriación.
Seo se alistó como voluntario del Ejército Popular durante la guerra coreana y luego se convirtió en espía. Fue capturado en 1961, durante una misión que asegura que era para "promover la unidad coreana".
Park Hee-seong, de 83 años, intentó suicidarse cuando su captura era inminente, pero la granada no explotó. Fue detenido hace 56 años.
La mayoría de los espías pasó décadas en prisión, donde, aseguran, fueron torturados para que abandonen su ideología comunista. Algunos se mantuvieron firmes: los 63 presos devueltos en el 2000 fueron recibidos como héroes por nunca dejar de defender la doctrina.
Cuando muchos obtuvieron la liberación (a partir de los años 80 y 90, con el retorno de la democracia), recibieron la ciudadanía, pero hasta la actualidad deben registrarse ante la policía cada dos meses. Han sobrevivido con trabajos manuales y se acostumbraron a la desconfianza de sus vecinos.
"La fecha que más odio es la de mi cumpleaños. Me quedaba en mi casa todo el día porque si salía a la calle y veía a la gente pasándola bien sabía que extrañaría más a mi familia", señala Park, quien dejó una joven esposa y un bebé de 16 meses cuando fue capturado. Como muchos otros espías, nunca pudo despedirse, por la confidencialidad de sus misiones. No tiene idea si es que siguen vivos.
Pese a ya tener más de dos décadas en libertad en suelo surcoreano, la mayoría de los consultados añora el comunismo. Es cierto que cuando ingresaron a prisión, el Norte era considerablemente más pudiente que el Sur. Actualmente, Seúl tiene una economía dinámica y una democracia plena, mientras que el régimen de Kim, considerado uno de los peores violadores de derechos humanos, sufre de hambruna y la presión internacional por su desarrollo nuclear.
De todas formas, defienden su credo, por el que combatieron y fueron condenados. "El comunismo es para las masas, no solo para los gobernantes. La filosofía se mantiene igual", concluye Seo.
(Con información de AP)
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