La Corona británica, con gusto o disgusto, se desliza hacia la democracia del amor. A siete años de la boda del príncipe William con la plebeya Kate Midletton (2013), pareja ya con tres hijos, el palacio ha comunicado, textualmente, el compromiso del príncipe Harry con la también plebeya Meghan Markle para el 19 de mayo.
¡Actriz, nada menos!: esa gente de vida tan desordenada, según los prejuicios que respiran detrás de los portones de Buckingham…
El comunicado: "Su alteza real el príncipe de Gales se complace en anunciar el compromiso del príncipe Harry y la señorita Meghan Markle. La boda tendrá lugar en la primavera de 2018. El resto de los detalles sobre el día de la boda serán anunciados a su debido tiempo"
Desde luego y hace unos largos años, Meghan hubiera espantado a la Reina madre, y habría vetado su presencia con manu militari.
Razones: además de actriz… ¡la novia es mestiza!: padre de origen holandés e irlandés, y madre afroamericana profesora de yoga… Y no es todo: tiene tres años más que Harry (33), es divorciada, y su filmografía registra varias escenas "subidas de todo": eufemismo por "desnuda y en actos eróticos". Hecho que cierta prensa londinense remarcó con estupidez: decir "crueldad" sería darle demasiada categoría…
Por fortuna, la historia de amor Harry&Meghan fue corta: la mejor manera de tapar lenguas insidiosas y espionaje palaciego.
Se conocieron hace apenas veinte meses, ocultaron la relación con viajes y encuentros relámpago y a escondidas –sobre todo para burlar a cierta prensa–, y lograron la bendición de la dueña del trono. Que por nada del mundo, como gato escaldado, quiere ver repetido ni un segundo de la triste historia de Carlos y la princesa Diana (Lady Di), y menos de la tragedia final en un túnel de París…
Hasta el día D, Harry había sentado fama de soltero rebelde, libre, y a espaldas de la Corona y sus obligaciones. Pero era fan de la serie de tevé Suits, y no podía dejar de mirar, obsesivo, a Meghan Markle, la estrella.
¿Cómo llegar a ella? A la manera de un escolar adolescente –no se animó a encararla–, le pidió a su amigo Markus Anderson, canadiense, dueño de la red de clubes privados Soho House… y amigo de Meghan. Y en uno de esos clubes los presentó: en el Soho House, 76 Dean Street, Londres, mayo, 2016.
Los dos juran que fue amor a primera vista… Y lo mantuvieron cerrado a cal y canto hasta octubre. Pero un cronista del diario The Sunday Express detectó –vista de águila–, que los dos lucían el mismo modelo de pulsera: versión aristocrática de la media medalla de cualquier noviazgo de barrio. El remanido "Tu y Yo"…
Por supuesto, los servicios de Inteligencia del palacio no perdieron tiempo: "nacida en Los Ángeles, mestiza, divorciada…", etcétera. Un primer informe que no hizo brincar de alegría a doña Isabel II, y ni siquiera a sus célebres perros.
Pero los recuerdos sombríos pudieron más: candidata aceptada, otra plebeya para los registros de la Corona, la vida continúa, y hace cinco siglos que el hacha del verdugo duerme en la Torre de Londres.
Diciembre, Año de Gracia de 2016, campanas y villancicos… y por first time, Harry&Meghan en público, ¡tomados de la mano! (dato decisivo), y en una tierna escena digna de Dickens en un día de buen humor: comprando un árbol de Navidad en la tienda Pines and Needles, como noviecitos quinceañeros. De antaño, of course…
Cambio de año. Marzo 2017. La pareja decide ir a la boda de uno de los mejores amigos de Harry (Tom Skippy Inspik), en Jamaica. Caribe puro. La sangre bulle. La adrenalina sube. Terminada la ceremonia, toman rutas distintas para evitar chismorreo, pero se encierran, frenéticos y en pleno hervor, en una lujosa cabaña del exclusivo Round Hill Resort. Telón. Quedan a cargo del lector las fantasías correspondientes…
El batiburrillo de la prensa empieza a ser incontenible, y cierta prensa conservadora y racista sigue aludiendo a "la mestiza". Y divorciada, claro.
Es cierto: Meghan se casó en 2011 con el representante de actores Trevor Engelson luego de cinco años de relación. El dúo duró menos de dos años: adiós para siempre, con papeles, en 2013.
En cuanto a Harry, su noviazgo más largo –2004 a 2010– fue con Chelsy Davy, estudiante de Derecho, sudafricana. La unión se desunió por una cuestión de kilómetros: Harry se entrenaba como soldado en Afganistán, y cada vez se veían menos. El noviazgo murió de muerte natural…, digamos.
Y hasta muy poco antes del flechazo Meghan, fue dos años pareja de otra actriz: Cressida Bonas. Le tiran las tablas y los espejos con marco de luces…
La serie Suits ya no cuenta con Meghan: pidió licencia por tiempo indeterminado.
De pronto, y contra la incesante marea de discrimination press, intervino, tajante, el príncipe William. Su comunicado de prensa fue una estocada a fondo: "El príncipe Harry está preocupado por la seguridad de la señorita Markle, y decepcionado por no haber sido capaz de protegerla. No es justo que en los pocos meses que llevan saliendo, Markle sea objeto de este boom mediático. Él sabe que habrá gente que diga `es el precio que ella debe pagar´, y `todo es parte del juego´. Pero Harry no está para nada de acuerdo. Esto no es un juego, es su vida y la de ella".
Colorín colorado: se casarán en la Capilla de San Jorge. Meghan vestirá un imponente diseño de autor nacional. Y en su dedo anular habrá un anillo–símbolo. Harry lo compró en su último viaje a Botswana. Tiene un gran diamante… y le hizo agregar dos, uno a cada lado, que fueron de un broche de su madre: Lady Di. Precio: 57 mil dólares
Llegarán los hijos.
Y la democracia en el amor seguirá, como una marea, mojando los zapatos de la reina.
Para gloria de Dios y de los hombres.
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