Mucho se ha hablado de los efectos positivos de las redes sociales sobre los más jóvenes. Sus defensores aseguran que plataformas como Facebook y Snapchat ayudan a generar una conexión más profunda entre los adolescentes, además de facilitar el desarrollo de un sentimiento de pertenencia y soporte, difícil de alcanzar en la era previa a la revolución digital.
Pero también son cada vez más los estudios que alertan sobre la verdadera trampa que representan para la salud mental de los púberes. La presión por mostrarse exitosos a través de sus redes los está llevando, según un estudio piloto recientemente llevado adelante sobre 110 adolescentes canadienses, a literalmente comprar su validación online.
Según la investigación compartida la semana pasada en una conferencia que tuvo lugar en Ontario citada por el periódico The Wall Street Journal, más del 70 por ciento de los encuestados, con edades entre 13 y 17 años, aseguró haber participado de "comportamientos engañosos" como comprar por medio de un sitio web 500 likes a un costo de USD 6.99 o utilizar programas de computación para someterse a "cirugías de nariz" digitales, antes de compartir una foto.
Tara Dumas, la investigadora detrás del estudio perteneciente a la universidad Huron en Ontario, Canadá; aseguró que los resultados son preocupantes dado que demuestran que los adolescentes buscan validación y aprobación por medio de likes que no son reales e imágenes que tampoco son representaciones auténticas de su persona.
Otro estudio reciente, publicado en la revista médica Investigación sobre la Adolescencia también citado en el WSJ, se centró en el enorme esfuerzo que implica cultivar las identidades online. Una serie de "grupos focales" llevados adelante sobre 51 jóvenes de entre 12 y 18 años revelaron que los adolescentes modernos, tanto hombres como mujeres, se preocupan por ser "interesantes" online y hasta tienen una estrategia desarrollada en lo que hace a los horarios en los que comparten sus contenidos para obtener el mayor impacto en redes.
Una investigación paralela, liderada por Jaqueline Nesi de la universidad de Carolina del Norte, publicada el pasado marzo en la revista médica Psicología Clínica Infantil y Adolescente, reveló que aquellos adolescentes obsesionados en alcanzar el estatus digital que dicta la sociedad moderna tenían más posibilidades de desarrollar, en el transcurso de un año, comportamientos riesgosos vinculados a la adicción a sustancias y a buscar un mayor número de compañeros sexuales.
Los investigadores siguieron el comportamiento de 716 adolescentes, con edades entre 15 y 18 años, durante el lapso de un año. Nesi aseguró que el fenómeno podía ser fruto de la necesidad de "ser parte de comportamientos que los hagan verse más populares".
Las adolescentes serían las más susceptibles a los efectos negativos de las redes. Un estudio longitudinal publicado en marzo en el Reino Unido por la revista Salud Pública BMC, reveló que, tras seguir el comportamiento de 10.000 adolescentes con edades entre 10 y 15 años por 5 años, se podía notar claramente el mayor uso de las redes por parte de las mujeres.
La investigación arrojó resultados sorprendentes. A los 10 años, el 10% de las niñas y el 7% de los niños aseguró pasar entre una y dos horas al día en redes sociales. Pero a los 15 años, la diferencia se amplió considerablemente con el 43% de las niñas y 31% de los niños que revelaron pasar el mismo período en las plataformas sociales de forma diaria.
El principal hallazgo se centró en el hecho de que las niñas de 10 años que usaron las redes sociales por más de una hora diaria tenían el mayor riesgo de desarrollar problemas sociales y emocionales llegados los 15 años. El problema radica en que las jovencitas suelen usar dichas plataformas para comparar sus vidas con las de sus pares, lo que puede tener efectos negativos sobre su autoestima.
Entre las medidas que se recomienda a los padres tomar se encuentran el monitoreo diario de las actividades online de sus hijos complementado por el interés en sus vidas "reales". En definitiva, se tratará de hacerles notar a los más jóvenes que su autoestima no debería basarse en la cantidad de likes o amigos en redes, sino en las relaciones reales que puedan ir cultivando en el transcurso de tan vital etapa de sus vidas.