El grupo político-terrorista Hezbollah trabaja contra reloj para frenar los graves problemas sociales que se manifiestan en el barrio de Dahiya; el vecindario ha perdido el monopolio de voluntades que lo caracterizaba como el bastión político y sectario incondicional a Hassan Nasrallah.
En las últimas semanas Hezbollah ha permitido a las autoridades gubernamentales tomar medidas enérgicas contra sus electores más pobres en el barrio y ello ha hecho que las protestas aumenten dentro de la comunidad chiíta en medio de inminentes disturbios en contra del partido de Dios.
El diario libanés An-Nahar publicó esta semana una editorial que muestra la secuencia -desde septiembre a la fecha- de los hechos que han profundizado el deterioro en las relaciones de Hezbollah y sus adherentes más pobres. Todo recrudeció los últimos días. La policía libanesa allanó a vendedores ambulantes sin licencia en el suburbio de Dahiya -al sur de Beirut-, el barrio que es el bastión de Hezbollah en la capital del país de los cedros. De inmediato, el grupo chiíta pro-iraní expresó públicamente su descontento contra la policía. Las fuerzas de seguridad interna utilizaron topadoras para desmontar chozas y carpas en el sector de Hay al-Sollom, donde los vendedores comercializan ilegalmente desde café a teléfonos celulares y automóviles.
En respuesta, docenas de ciudadanos salieron a la calle, quemaron neumáticos y bloquearon carreteras en un accionar repetido cuando las autoridades estatales interfieren en Dahiya para llevar la ley del Estado. Sin embargo, esta vez, los manifestantes fueron sorprendidos por el Canal Al-Manar (la cadena de televisión oficial del partido) hablando mal de Hezbollah y de su líder, Hassan Nasrallah, a quienes culparon por la pérdida de sus medios de subsistencia y por ir a la guerra en Siria.
La televisión libanesa distribuyó las imágenes de Al-Manar y mostró a una mujer que se dirigió a Nasrallah diciendo que su única fuente de ingresos fue destruida por la policía: "Todos te proporcionamos mártires en Siria, tengo tres hijos heridos. ¿Y así es como nos tratas?". Otro hombre le gritó a la cámara: "Siria puede irse al infierno, junto con Hassan Nasrallah". En otras imágenes varios hombres jóvenes incendiaban neumáticos y coreaban cánticos pidiendo una "gran Intifada por los chiítas y por el Líbano", al tiempo que cantaban "Siria al demonio, tu guerra nos roba nuestra comida".
Los negocios y las carpas de vendedores ambulantes estaban allí desde más de una década y anteriormente estaban protegidos por Hezbollah. Es de conocimiento común en el Líbano que las fuerzas de seguridad del gobierno nunca ingresaron a Dahiya a menos que coordinen hacerlo con el visto bueno de los funcionarios de Hezbollah, y que el grupo, a menudo permite negocios ilegales y esconde delincuentes en el barrio. Sin embargo, esta vez, Hezbollah ni siquiera se molestó en informar a los lugareños que la redada se llevaría a cabo.
No es coincidencia que este acto excepcional de revuelta ocurrió en uno de los barrios más pobres de Beirut. Por mucho que la guerra de Siria haya cambiado militarmente a Hezbollah y haya ampliado su papel regional, también ha cambiado a la comunidad chiíta libanesa en cuanto a sus percepciones del grupo. Las divisiones de clase en Dahiya son más drásticas que nunca: los más pobres del barrio proporcionan combatientes mientras que la clase media alta y los chiítas ricos se han beneficiado de la guerra.
En Dahiya, cientos de carteles de "mártires" cubren las paredes del barrio con imágenes de hombres jóvenes. La guerra siria está presente en todos los hogares, las noticias y las discusiones se centran en las batallas y las muertes de chiítas libaneses en siria. En otros vecindarios, la guerra está muy distante, en gran parte porque los acaudalados chiítas no envían a sus hijos a luchar en favor de Al Assad. Por el contrario, muchos funcionarios de Hezbollah se han aprovechado de la economía de guerra para expandir sus inversiones locales, los restaurantes, hoteles y cafés están en auge en las áreas prósperas de Dahiya y el sur de Beirut.
La creciente brecha entre ricos y pobres ayuda a explicar los recientes disturbios. Los chiítas pobres expresaron su frustración hacia Hezbollah y denuncian que sus funcionarios viven en departamentos lujosos, conducen automóviles nuevos y envían a sus hijos a escuelas privadas y universidades caras en barrios cristianos. Previamente, esta frustración se había contenido porque Hezbollah mantuvo su papel de protector de todos los chiítas, ricos o pobres. Sin embargo, la clase pobre de la comunidad, denuncia que hoy no está ocurriendo eso.
Según denuncian los pobres de la comunidad chiíta de Dahiya, las autoridades de Hezbollah no solo permitieron el raid policial, lo pidieron. Las tiendas allanadas y destruidas en la zona de Hay al-Sollom son parte de un plan más grande llamado Dahiyati (Mi Dahiya), lanzado en septiembre pasado. El plan se basa en un esfuerzo de los tres municipios a cargo de Dahiya por embellecerlo y hacerlo un lugar más cómodo para los residentes e incluye eliminar una red caótica de estructuras ilegales que causan atascos del tránsito y hacinamiento en varios barrios adyacentes.
Pero el verdadero objetivo de Hezbollah no es la belleza o la comodidad. Por el contrario, muchos residentes ven el plan como una tapadera para que el grupo enfrente los principales desafíos que se han profundizado en Dahiya: las drogas y la prostitución. Estos problemas han proliferado desde 2011 y recrudecieron con la guerra en Siria.
Hezbollah ha arrastrado a la comunidad chiíta a guerras con Israel muchas veces en el pasado, pero estos conflictos fueron relativamente cortos, los chiítas locales generalmente fueron recompensados después con abundante dinero y servicios provenientes de Irán. Pero la guerra de Siria ha colocado todo en una situación diferente. Se ha prolongado durante años; hoy le cuesta mucho a Hezbollah mantener su imagen de grupo de "resistencia" y su capacidad para proporcionar servicios sociales. Además, esa guerra se ha cobrado la vida de muchos jóvenes de las familias chiítas pobres.
Los enfrentamientos callejeros chiítas escalaron en Dahiya, y las quejas aumentaron mostrando que los medios de subsistencia y los servicios básicos son mucho más importantes para los residentes que el nuevo y prestigioso papel regional que publicita Hezbollah. Las familias que disponen de un poco de dinero comenzaron a abandonar el distrito, dirigiéndose al sur o a otras áreas de Beirut. En respuesta, Hezbollah se sintió obligado a actuar, de ahí que estos días ha vuelto a promocionar el proyecto "Mi Dahiya".
Aunque los primeros estallidos del fin de semana pasado fueron contenidos de inmediato y las personas que hablaron mal de Nasrallah se vieron obligadas a disculparse ante las cámaras, los problemas más profundos persisten. Los que fueron presionados para disculparse se sienten -sin duda- aún más humillados que nunca, y sus disculpas se basaron en el miedo, no en el arrepentimiento sincero. Además, ahora Hezbollah enfrenta nuevas sanciones estadounidenses y muchos chiítas locales creen que serán ellos quienes paguen el precio. En su opinión, las sanciones no impedirán que el grupo expanda sus actividades regionales o que operen en Siria, sino que lo obligarán a implementar medidas económicas más estrictas en su país, lo que significa que los chiítas más pobres podrían sufrir más aún.
Muchos lugareños también temen que Hezbollah deje de protegerlos por lo que serán vulnerables a nuevas redadas y mayor represión por parte de las autoridades estatales. Otros temen que el estatus de Hezbollah como la facción más poderosa en el gobierno y las instituciones del Líbano hará más probable que tome medidas enérgicas contra el descontento. Por lo tanto, los chiítas pobres quedan atrapados en un dilema: no quieren proporcionar más mártires para la guerra de Siria, pero tampoco quieren ser etiquetados como ciudadanos que desafían a las autoridades, especialmente si al hacerlo corren el riesgo de perder el acceso a los servicios y sobrevivir con sus negocios callejeros.
Después de los incidentes en Dahiya, la pregunta es cómo las autoridades pueden lidiar con este descontento entre grupos favorables a Hezbollah y anti-Hezbollah dentro de la comunidad chiíta. Para el grupo pro-iraní, este problema es ahora un desafío formidable ya que Hezbollah parece creer que puede manejar las sanciones internacionales y la presión política rival sin cambiar su enfoque, pero el descontento interno dentro de su comunidad amenaza con explosionar su base tradicional y popular de apoyo.
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