Están atrapadas en una delgada línea entre el bien y el mal. Entre la inocencia y la complicidad. Entre la ignorancia y la mentira. Son las mujeres extranjeras, viudas de los muyahadines del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), unas 300 con centenares de niños, que sobrevivieron a la destrucción del califato creado por los extremistas entre Siria e Irak.
Fueron encontradas en túneles, casas de seguridad y entre los escombros de las ciudades que iban liberando las fuerzas iraquíes y sirias prooccidentales tras los bombardeos estadounidenses. La mayoría de ellas fueron trasladadas a una prisión de Bagdad. Una alemana ya fue sentenciada a muerte y una francesa a cadena perpetua.
Al menos 6.000 europeos, canadienses y estadounidenses se unieron a las filas del ISIS desde que su líder Abu Bakr al Baghdadi anunció en la principal mezquita de Mosul (la segunda ciudad iraquí) la creación del califato del siglo XXI, regido por la sharía, la ley coránica del siglo VI. Con ellos llegaron centenares de esposas y jóvenes dispuestas a casarse con los combatientes y procrear "cachorros" para perpetuar el régimen.
Los casos de tres estudiantes de 15 a 17 años de una escuela privada londinense y de una chica austríaca que escaparon de sus casas para unirse a los yihadistas, entre muchos otros, conmovieron al mundo. ¿Cómo era posible que estas chicas nacidas y criadas en Europa quisieran unirse a un grupo tan retrógrado? La respuesta de estas mujeres que ahora permanecen detenidas es que lo hicieron por amor a sus maridos, novios e hijos. ¿Es así?
Un caso emblemático es el de Samantha Sally, una estadounidense nacida hace 32 años en Indiana, que llegó al califato en 2015 junto a su marido y sus dos hijos, nacidos también en América. Luego, en el califato dio a luz a otros dos. Su esposo Moussa El Hassani, de ascendencia marroquí, murió en 2017 durante un bombardeo con drones. Samantha y Moussa se conocieron en Indiana. Vivían junto a Matthew, el hijo que ella tuvo con su ex marido, un soldado del ejército estadounidense, y Sarah, hija de la pareja. A mediados de 2014 comenzaron a planificar una nueva vida en Marruecos. Él ya se había radicalizado y llevó con supuestos engaños a su familia a Turquía y unos días más tarde cruzaron la frontera con Siria.
Samantha cuenta que se resistió en ese momento pero que su marido agarró a su hija y comenzó a caminar hacia el califato. "Me quedé paralizada por un momento con Matthew de la mano (que en ese momento tenía siete años). Hasta que reaccioné. No podía decidir entre Sarah y Matthew. En ese momento se me cruzó por la mente que mi hija podría ser una esclava y corrí detrás de ellos", contó Samantha en una entrevista que le hizo la CNN.
Después vino la vida cotidiana en el califato. Ella estaba encerrada en una casa de Raqqa junto a sus hijos y dos esclavas yazidíes adolescentes, que eran violadas por su esposo cada vez que éste regresaba de combatir en el frente o de hacer otras tareas para el ISIS. Samantha cree que lo mejor que le pudo pasar a las jóvenes fue vivir con ella. "En otra situación las hubieran atado a una cama y sólo les habrían dado té por varios días. Cocinábamos juntas, limpiábamos juntas, tomábamos café juntas. Las tres éramos prisioneras… Finalmente, ayudé a escapar a una de ellas, una chica de 14 años", narró.
En Siria tuvo otros dos hijos con El Hassani. El momento más dramático lo vivió cuando su marido se llevó a Matthew para ser entrenado en una "madraza" (escuela coránica) y terminó siendo el protagonista de un video propagandístico de ISIS reproducido millones de veces. Desde entonces, asegura que buscó la manera de escapar pero que con dos bebés en brazos le era imposible. "Y sin mis cuatro hijos no me iba a ir de ninguna manera", agrega Samantha. "Ahora, sólo quiero que ellos puedan volver a Estados Unidos. No importa lo que hagan conmigo pero ellos tienen que tener una vida normal, tienen que poder ir a un McDonald's, ir a la escuela…".
Por ahora, todo eso es incierto. La justicia iraquí sentenció con cadena perpetua a una mujer francesa de 29 años por haber participado de una brigada femenina del califato. Otras dos chechenas esperan la sentencia, para una de ellas pidieron el ahorcamiento. Desde enero de 2018 los tribunales condenaron a 103 extranjeros a morir y 185 a prisión de por vida. Entre ellos, diez mujeres de distintas nacionalidades, de entre 20 y 50 años, que deberán cumplir cadena perpetua bajo la ley antiterrorista.
El mes pasado el Tribunal Superior de Bagdad envió al cadalso a la primera extranjera, una alemana de origen marroquí. Durante el juicio, admitió haber viajado desde Alemania hasta Siria junto a sus dos hijas, que se casaron con combatientes yihadistas. Arrestada en Mosul, fue acusada de "ofrecer apoyo logístico y ayudar al grupo terrorista a llevar a cabo actos criminales" y "participar en ataques contra las fuerzas de seguridad". En otra causa, la francesa Melina Bougedir, de 27 años, tuvo mejor suerte. El juez ordenó su liberación e inmediata deportación ya que había cumplido con los siete meses de cárcel por "acceder ilegalmente a territorio iraquí".
"Entré a Siria con mi pasaporte francés pero el Daesh (acrónimo del ISIS en árabe) me lo quitó. Permanecí en Siria cuatro días y luego viajé a Mosul junto a mi esposo y mis cuatro hijos", narró ante el tribunal. También dijo que su marido, Maximilien, era un "cocinero del Daesh" que murió durante el sitio de Mosul. El gobierno francés tiene que decidir, ahora, si acepta la extradición y si va a ser llevada a un nuevo juicio bajo las leyes francesas.
Otras decenas de "viudas del califato" esperan que las fuerzas kurdas y prooccidentales que controlan el norte de Irak y parte de Siria decidan qué hacer con ellas. En el campo de refugiados de Ain Issa, a unos 50 kilómetros de Raqqa, la proclamada capital de califato, hay un sector segregado donde se encuentran decenas de estas mujeres y sus hijos. Saida, nacida en Montpellier, en el sur de Francia, está allí con su bebé de 14 meses. Ante las cámaras de televisión de una cadena internacional árabe dijo que había podido escapar del asedio a Raqqa después de pagar unos 6.000 dólares a los contrabandistas y que su esposo, Yassine, murió en un combate mientras huían. Como todas las otras viudas, Saida asegura que lo único que quiere es retomar su vida normal francesa: "Amo mi vida, a mis padres, quiero trabajar, volver a usar mis jeans, incluso ponerme una bikini e ir a la playa como lo hacía de chica. Cometí un grave error pero deseo rehacer mi vida".
Otra francesa, que no quiso dar su nombre, contó cómo llegó al califato embelesada por la posibilidad de iniciar una vida espiritual junto a un hombre que se convirtiera en mártir luchando por el Islam. Lo que se encontró fue muy diferente. Dice que la enviaron a una especie de dormitorio carcelario, que denominaban "madafa", donde confinaban a las solteras. "Todos los días había una especie de lotería. Nos mostraban una foto de un hombre y si alguna decía que le gustaba, la entregaban para casarse. Otras, tuvimos una charla de 10 o 15 minutos antes de casarnos".
Una profesora de inglés siria que quedó atrapada cuando llegó el ISIS a su aldea y fue secuestrada para ser entregada a unos de los comandantes, contó que todo era un gran mercado sexual. Se casaban y se divorciaban en apenas unas horas. "Conocí a una mujer que se había divorciado seis veces en cuatro meses", dijo. Y otras tres hermanas indonesias, Rahma, Fina, y Noor, de entre 18 y 22 años, que llegaron al califato poco antes de que se desmoronara porque les habían prometido una vida religiosa profunda y todos los cuidados necesarios para Fina, afectada por un cáncer. Aseguran estar muy decepcionadas. "Decían que querían hacer la yihad (guerra santa) por voluntad de Allah pero la mayoría lo único que buscaban era sexo. Todo lo demás no les importaba", cuenta Rahma, la mayor, ante las cámaras.
En tanto, células del ISIS se mantienen activas en territorio sirio e iraquí. Hace unas pocas semanas atacaron un puesto de las milicias shiítas iraquíes de Hashid Shaabi (Movilización popular, en árabe). Mataron a 27 combatientes y civiles. Ocurrió en Hawija, a 240 kilómetros al norte de Bagdad, una ciudad que había estado en manos del Estado Islámico por más de dos años. Y se teme que en cualquier momento intenten una misión suicida para rescatar a algunas de las "viudas del califato".
El caso más emblemático que tendrán que resolver los jueces iraquíes es el de Linda Wenzel, una chica alemana de 16 años capturada en julio del año pasado durante las tareas de limpieza de los últimos reductos de la resistencia yihadista en Mosul.
Estaba escondida junto a otras 20 mujeres que, según las fuerzas de seguridad iraquíes, eran miembros de la policía del Estado Islámico. Linda espera la sentencia en la prisión del aeropuerto de Bagdad.
Los magistrados también tienen en sus manos la decisión sobre los supuestos hijos de los denominados "Beatles del ISIS", cuatro sanguinarios ciudadanos británicos que adoptaron como nombre de guerra el de los "fabulosos" de Liverpool.
Son responsables del degollamiento de los periodistas James Foley y Steven Sotloff, así como otros dos constructores ingleses. También mantuvieron en cautiverio y torturaron al menos a 20 prisioneros extranjeros. Dos de "los Beatles" murieron en combate y otros dos fueron atrapados a principios de este año. Es posible que los trasladen al campo de prisioneros de Guantánamo.
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