Moscú se ubica segunda en el ranking mundial de las peores ciudades en lo que hace a embotellamientos, sólo detrás de Los Ángeles. Según un estudio compartido recientemente por la firma de análisis INRIX, el conductor promedio de la capital rusa pasó 91 horas atascado en el tráfico detrás del volante.
Durante lo que se conoce comúnmente como el "rush hour" o la hora pico, período que generalmente coincide con la primera mañana y el regreso a casa luego de un día de trabajo, los moscovitas pasan la mayor parte de dicha franja horaria atorados en algún punto de la ciudad. Sólo en la ciudad más poblada del estado de California los conductores viven una peor situación, con 102 horas al año parados en las rutas y calles de la metrópolis.
Otras grandes ciudades de Rusia no corren mejor suerte. Los motoristas de Krasnodar, ciudad que se ubica en el puesto 24 del ranking mundial, pasaron 57 horas tras el volante en 2017, mientras que los conductores de San Petersburgo pasaron 54 horas anuales en el tráfico, ocupando el puesto 27 del listado global.
Si bien los distintos gobiernos locales dentro del territorio soviético han comenzado a tomar cartas en el asunto, como por ejemplo iniciar campañas para motivar a los propietarios de vehículos a tomar transporte público o elevar considerablemente el costo de los estacionamientos urbanos, los expertos coinciden que la prioridad debería ser la construcción de lo que se conoce como "aparcamientos de disuasión" muy comunes en las grandes capitales europeas, donde millones de personas a diario estacionan sus vehículos fuera de las ciudades para terminar su periplo a bordo de un tren o bus.
Si un traslado diario de 40 minutos de un sólo tramo representa una verdadera pesadilla para los residentes de las grandes ciudades del mundo, los moscovitas claramente se encuentran en una situación mucho menos favorable. La mayoría debe soportar entre 1.5 y 4 horas para ir a trabajar y tiempo más tarde la misma pesadilla para regresar al hogar.
Con alrededor de 12 millones de residentes, además de los 3 millones de visitantes y residentes no registrados, los más de 4 millones de vehículos registrados en la capital rusa no son el complemento ideal para una urbe fundada en 1147 bajo el concepto de anillos, que podía dar buen resultado en los tiempos antiguos pero claramente no en la actualidad. A medida que los conductores se acercan al centro, la situación empeora drásticamente.
El sistema de transporte público, dentro del cual se destaca una red de metro compuesta por majestuosas estaciones decoradas con mármoles de todo tipo, elaborados murales y esculturas dignas de un museo, tampoco brilla por su eficiencia.
El sistema subterráneo no da a basto con el caudal de pasajeros durante las horas pico, además de que no cuenta con aire acondicionado. Como si esto no fuera suficiente, la mayoría de las estaciones se encuentran entre 10 y 30 minutos de distancia para la mayoría de las personas, lo que no es conveniente durante los meses más fríos. Los buses por su parte no cuentan con un itinerario marcado y sus usuarios pueden pasar horas esperándolos a la intemperie y con temperaturas bajo cero.
Dentro de este contexto, es entendible que el presidente Vladimir realice la mayoría de sus traslados diarios en helicóptero. Pero según consigna el periódico The New York Times, tanto el mandatario como los altos mandos del gobierno y sus oligarcas aliados cuentan con una vía exclusiva dentro de una de las autopistas más transitadas de Moscú.
Catalogada como "el último símbolo de estatus en Rusia", la autopista VIP conecta la residencia de Vladimir Putin, escondida entre un frondoso bosque de pinos a 22 kilómetros de Moscú, con el Kremlin en el centro de la capital. Supuestamente concebida como un "carril de emergencias", la vía central que se extiende entre las avenidas Kutuzovsky y Novy Arbat es utilizada, en mayor medida, por los soviéticos más acaudalados para burlar el tráfico.
Según detalla el artículo del NYT, la sola existencia de una vía exclusiva para ricos y poderosos es un símbolo de la Rusia de Vladimir Putin, donde una "cultura del privilegio" define a la sociedad moderna.
Construida en la década del cincuenta para unir al Kremlin con las residencias del gobierno al oeste de Moscú, la autopista especial fue concebida desde el primer momento con un carril central reservado para vehículos oficiales, pero fue sólo desde la explosión del parque automotor que ha vivido la capital rusa en las últimas décadas que los residentes han comenzado a notar los privilegios viales reservados para unos pocos.
Un regimiento policial especial está encargado de monitorear que ningún ciudadano común ocupe el carril VIP, mientras que un sofisticado sistema de cámaras los asiste en el proceso. Pero más allá de su naturaleza poco democrática, el carril representa un riesgo para peatones y otros vehículos dado que no cuenta con ninguna barrera divisoria.
Al menos cinco accidente fatales fueron registrados en dicho tramo en 2017, mientras que en lo que va de 2018 se han sumado dos más. Según reportes policiales y la opinión de expertos en vialidad, el carril exclusivo se ha convertido en uno de los tramos más peligrosos de toda la ciudad, dado que generalmente quienes lo transitan lo hacen a todo velocidad y sin tomar resguardo por la integridad de otros.
Ser uno de los elegidos para circular por la vía central de Putin, eleva inmediatamente a la persona a la casta más alta de la sociedad. Mientras tanto, los simples mortales deben ver pasar a los Mercedes-Benz blindados, mientras se entretienen con sus smartphones, atascados por hora en el tráfico.