Hace exactamente siete días, la ciudad de Duma -en las afueras de Damasco- padecía el mayor golpe sobre su población: Bashar Al Assad lanzaba un mortífero ataque para eliminar a los últimos rebeldes que se oponen a su dictadura. Pero el ataque no fue uno más. Fue químico.
La denuncia fue hecha por la ONG Cascos Blancos y luego confirmada por los Estados Unidos y el Reino Unido, pese a la negativa sistemática del régimen y de sus aliados, Rusia e Irán. Al menos 70 civiles murieron, entre ellos menores de edad, como consecuencia del barril bomba que lanzaron desde un helicóptero. La mayoría de las víctimas perecieron por asfixia.
El sábado pasado esta organización -dedicada al rescate de víctimas en zonas bajo el control de la oposición-, a las 20:22 hora local (17:22 GMT) "un helicóptero arrojó un barril bomba que contenía un agente químico sobre Duma".
Pero esa ONG no fue la única en denunciar el salvaje bombardeo. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos indicó que al menos 42 personas habían muerto el viernes pasado en los y que más de 500 personas han sufrido síntomas de asfixia tras un bombardeo cerca de la zona del Cementerio Antiguo.
El ataque se había producido tras el fracaso de las negociaciones entre los rebeldes y Rusia -aliada del régimen sirio- para la capitulación de esa localidad aun en poder rebelde.
Las imágenes que recorrieron los medios en los últimos siete días mostraron el horror que vivió la población civil durante y después del bombardeo químico. De inmediato, la comunidad internacional repudió el ataque y los Estados Unidos advirtieron que no se quedarían con los brazos cruzados.
Hoy, el presidente norteamericano Donald Trump anunció que conjuntamente con el Reino Unido y Francia han comenzado una represalia contra el régimen conducido por Bashar Al Assad, por la cual destruirían puntos militares estratégicos.
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