Vistos al pasar, o mirándolos con simple simpatía, sin ponerse a pensar en las historias detrás de las arrugas y los cabellos blancos, ellos parecen abuelos y abuelas comunes y silvestres, personas mayores tomándose las cosas con calma, tratando de pasarla bien mientras las pilas funcionen.
Pero en una tarde de viernes en Tel Aviv, pocas horas antes del comienzo del Pesaj del 2018, unos 500 de ellos se reunieron en un salón de fiestas para compartir un almuerzo previo al seder, que marca el arranque de la popular festividad judía. Están allí para la comida y un espectáculo, un poco de charla, algo de vino y de matze.
Todos ellos tienen algo que los une: no son abuelos "comunes", sufrieron en primera persona los horrores del nazismo, son sobrevivientes del Holocausto.
Se estima que unas 186.500 personas que lograron escapar del genocidio y de la persecución nazi vivían en Israel para finales del 2016. Según un reporte de la oficina israelí del Censo, eran 202.600 al terminar el 2015 y se prevé que apenas 26.200 estarán con vida para el 2035.
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El paso del tiempo obviamente no tiene contemplaciones con los testigos de la Historia, ni para el relato de sus tragedias y sus reinvenciones en la vida. Son advertencias de carne y hueso contra los totalitarismos, que se van apagando de a poco.
Historiadores, instituciones y organizaciones de asistencia coinciden en que es difícil establecer un número más o menos certero del número de sobrevivientes en el mundo. La Conference on Jewish Material Claims Against Germany, el grupo que trabaja para conseguir indemnizaciones para las víctimas del Holocausto, cree que -en sentido estricto- son más o menos 100.000 las personas de religión judía que durante la Segunda Guerra Mundial estuvieron en campos de concentración nazis, encerrados en ghettos o escapando de las fuerzas de Hitler y que todavía están con vida.
Ese número, de todas maneras, no cubre a otros miles de desplazados que fueron de alguna forma víctimas del nazismo en países que no estaban directamente o del todo controlados por los alemanes, como la Unión Soviética, por ejemplo. El reporte del Censo israelí considera como sobreviviente del Holocausto a toda persona que "vivió en uno de los países ocupados por o bajo la directa influencia del régimen nazi entre 1933 y 1945, y/o refugiados que fueron forzados a dejar sus hogares" a causa del avance alemán.
Más allá de las cifras, el mundo de los sobrevivientes tiene muchas caras. En Israel, Europa, América Latina o Estados Unidos, algunos de ellos obtuvieron pensiones o restituciones de parte del gobierno alemán. A otros la vida los llevó hacia destinos muy diferentes, con mayor o menor suerte.
En Israel, por ejemplo, reportes del 2015 indican que por lo menos 45.000 de ellos vivían en ese entonces en la pobreza.
El gobierno israelí les provee de una pensión extra de algo más de 2.000 shekels, casi 600 dólares, además de cobertura médica gratuita. El dinero apenas alcanza para rentar un apartamento en una ciudad pequeña, lejos de las costosas Tel Aviv, Jerusalén o Haifa, y para alimentarse.
"Hay sobrevivientes que todavía están con nosotros, que vieron las peores cosas imaginables, y que no tienen dinero para sobrellevar con dignidad sus últimos días", repite en las entrevistas que brinda con la llegada del Iom HaShoah (el Día del Holocausto, que se conmemora este jueves en Israel), la directora de la organización Ayuda Inmediata para Sobrevivientes del Holocausto (Association for the Immediate Help for Holocaust Survivors, AIHHS por su sigla en inglés), Tamara More.
La AIHHS fue precisamente la encargada de preparar el almuerzo de Pesaj en la sala de fiestas en Tel Aviv. Ya van varios años que llevan a cabo el evento, que se financia con donaciones privadas y se organiza con la ayuda de decenas de voluntarios.
Chefs famosos cocinan el menú y algunas celebridades locales o reinas de belleza se mezclan entre los voluntarios que corren de aquí para allá entre las mesas sirviendo bebidas o platos de comida humeante.
"Conseguimos el salón con un gran descuento", explica orgullosa a Infobae una de las voluntarias, Shiri.
Gratis se acercan comediantes y cantantes, que entonarán durante el almuerzo viejas canciones en idish.
Por unas horas, los sobrevivientes se olvidan de los horrores del pasado y de las eventuales penurias del presente.
Una red de grupos como la AIHHS es la que los contiene y trata de que su vida cotidiana se desarrolle lo mejor posible.
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"Creo que es urgente ayudar ahora a los sobrevivientes, porque ellos son ancianos. Y si no los ayudamos hoy, no sabemos si podremos ayudarlos mañana", dice otra voluntaria, Dorit Hadayo.
Charlando con Infobae, Dorit remarca que muchos de los sobrevivientes "no tienen hijos, otros perdieron a sus esposas o maridos y están completamente solos".
Voluntarios como los de la AIHHS se ocupan en muchos casos de que no les falte comida o elementos necesarios en la casa, los acompañan a ver al médico o al hospital, los ayudan con trámites.
"Es muy importante para nosotros brindarles la sensación de una familia, hacerlos sentir que tienen una", añade Dorit.
Y, si bien las instituciones oficiales los asisten con pensiones y cobertura de salud, "el Estado no es una familia -sigue la voluntaria-. El Estado puede darles dinero, pero no los va a llevar al médico, no va a hablar con ellos".
Poniéndose en el lugar de los sobrevivientes, Dorit completa: "Si me siento sola, no puedo llamar al Estado, necesito llamar a alguien para poder hablar".
Aquí, algunos de los sobrevivientes habla hebreo, pero muchos apenas la lengua de sus países de origen, sea ruso, húngaro o rumano. A los comensales de la fiesta de Pesaj en Tel Aviv no les molesta que les tomen fotografías, pero sí se les complica conversar más allá de sus idiomas europeos.
Con un poco de inglés mechado con su hebreo, Alexandra, por ejemplo, cuenta ante la cámara de video un poco de su historia de sobreviviente del avance nazi en la Unión Soviética y del desplazamiento interno empujada por las tropas comunistas.
Alexandra nació hace casi 88 años en un pueblito de Bessarabia, una región de gran presencia judía que estuvo bajo control ruso, rumano, soviético y actualmente se divide entre Ucrania y Moldavia. Se salvó de la exterminación nazi "gracias" a Stalin y las deportaciones masivas internas que la llevaron a sobrevivir durante años en campos de desplazados en la entonces Uzbekistán soviética.
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Mirando hacia atrás, Alexandra asegura "estar contenta de no haberme ido a Estados Unidos o a algún otro país después de la guerra, estoy feliz en Israel".
Otra sobreviviente, Bella, se sentó con una sonrisa para conversar con Infobae. Pero apenas vió el grabador se excusó con la voz quebrada: "Perdí a un hijo y a gran parte de mi familia durante la guerra, prefirieron no contarte esa historia porque me pongo a llorar", se disculpó y volvió con los ojos vidriosos a la mesa con sus amigas.
Miles de otras historias, duras como las de Alexandra y Bella, están a salvo en cápsulas del tiempo que atesoran organizaciones como Yad Vashem, la institución israelí construida en Jerusalén en memoria de las víctimas de la persecución nazi, y el Museo del Holocausto levantado en Washington, la capital estadounidense.
Registros, testimonios grabados en video, artefactos rescatados de los campos de concentración, publicaciones y películas garantizan desde allí que las historias de las víctimas no se perderán con el paso de los años.
"Mantener la memoria de los sobrevivientes y sus historias con vida para las futuras generaciones es de una importancia crítica", aseguró Diane Saltzman, del Museo del Holocausto.
En una entrevista con Infobae por correo electrónico, Saltzman, que dirige la oficina del museo dedicada a Asuntos de los Sobrevivientes, afirmó que "el Holocausto porta lecciones sin tiempo para nosotros, lecciones que son cada vez más urgentes en el mundo de hoy, donde vemos un alarmante crecimiento del antisemitismo incluso en países donde ocurrió" el genocidio.
El Holocausto porta lecciones sin tiempo para nosotros, lecciones que son cada vez más urgentes en el mundo de hoy, donde vemos un alarmante crecimiento del antisemitismo incluso en países donde ocurrió
Saltzman destacó que su museo construyó con la más moderna tecnología una colección de "materiales que no tienen precio", incluyendo películas, fotografías, grabaciones de sonido, microfilmes y otros elementos que permitirán percibir y tratar de entender el horror.
De todas maneras, "los sobrevivientes del Holocausto son nuestros mejores maestros y sus voces no pueden ser reemplazadas -señaló Saltzman-. Tarde o temprano lamentablemente llegará el momento en que no estarán con nosotros, y cuando ello ocurra nuestra colección será el testigo más auténtico de aquellos crímenes".
En el museo norteamericano, recordó, existe "una amplia colección de historias orales" recogidas en video, "de manera que la experiencia de los sobrevivientes, en sus propias voces, pueda seguir siendo escuchada".
"No cabe duda que el valor que tiene un testimonio en primera persona no es comparable con ninguna otra herramienta para relatar la historia de la Shoah", reconoció por su lado Marisa Fine, vocera de Yad Vashem.
En conversación con Infobae, Fine contó que también en el museo israelí hay un amplio programa de recopilación de testimonios de sobrevivientes en audio y video. "Uno de nuestros principales objetivos es precisamente construir y guardar la memoria de los diferentes relatos y de los acontecimientos" de aquellos años, agregó.
"El recuerdo de un suceso histórico -afirmó la vocera- continúa presente en la posteridad si mantiene su relevancia", por ello, agregó, "el desafío de la conformación de la memoria es facilitar un diálogo relevante para toda época y generación".
Según Fine, "la memoria puede ser efectiva solamente si las generaciones siguientes encuentran en el suceso interés alguno".
"En el momento que no encontremos en el tema del Holocausto elementos significativos para la generación actual, éste pasará a ser un capítulo más de la Historia y ya no se podrá construir Memoria", advirtió.
El privilegio de escuchar la Historia en primera persona todavía existe, en las voces de sobrevivientes del Holocausto en Jerusalén, París, Moscú, México o Buenos Aires.
En el momento que no encontremos en el tema del Holocausto elementos significativos para la generación actual, éste pasará a ser un capítulo más de la Historia y ya no se podrá construir Memoria
Muchas de esas voces -y cientos de documentos históricos, incluyendo filmes que muestran el horror nazi en acción- están disponibles también online. Yad Vashem, por ejemplo, tiene un canal de YouTube en español , y el museo estadounidense del Holocausto una página completa de textos, videos e imágenes en el mismo idioma.
Es que, como dice Fine, la vocera de Yad Vashem, sería imperdonable "dejar un vacío en la historiografía de este capítulo de la historia de la humanidad", un capítulo que se deberá seguir recordando a través de las voces tristes de sus sobrevivientes y de viejas imágenes en blanco y negro.
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