Las armas químicas tienen una utilidad militar limitada. Esto es un hecho conocido desde el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando quedó demostrado que los explosivos y las balas de ametralladoras y fusiles mataron a muchas más personas.
Sin embargo, el uso de armas químicas provoca el terror generalizado entre soldados y población civil por igual. Aquellos que ordenan su despliegue y utilización corren el riesgo de ser acusados de crímenes de guerra. Entonces, ¿por qué el presidente sirio Bashar al Assad las usaría?
Utilizadas contra las poblaciones civiles, las armas químicas son el mayor instrumento de terror y configuran una demostración de que resistir traerá consecuencias terribles y mortíferas.
Aunque el asesinato masivo e indiscriminado es una consecuencia de su uso, no es el objetivo final. El objetivo más amplio es alentar a los civiles en las zonas controladas por los rebeldes a que se vayan, que dejen sus casas, sus bienes y sus vidas atrás si desean sobrevivir.
Esto es consistente con el enfoque general del régimen sirio para la contrainsurgencia, y es lo que no se comprendió nunca en la cosmovisión occidental sobre la idea de ejercer el poder de la dictadura siria. ¿Por qué? Sencillamente porque el enfoque de la dictadura siria difiere de las nociones de los países del mundo libre de ganar los corazones y las mentes de los ciudadanos.
El régimen de Al Assad quiere que las áreas fuera de control del gobierno sean abandonadas por los civiles, despoblar esas regiones es parte de una estrategia para hacer que la vida sea insostenible en las zonas rebeldes. De allí que las fuerzas armadas sirias atacan a civiles y a cualquiera que intente acercar suministros y alimentos del mismo modo que lo hacen con hospitales y centros de atención médica. Este enfoque del régimen se ha convertido en "su" estrategia y ha ayudado a convertir a la mitad de la población de Siria en refugiados que huyen a otras regiones dentro del país o al extranjero.
La estrategia militar siria es básica y primaria, pero consistente con su esfuerzo de siempre por consolidar un bastión leal al régimen en la parte occidental del país. Los brutales ataques aéreos y de artillería contra la población de Aleppo en manos de los rebeldes el año pasado fueron parte de esta estrategia, que es negada solo por quienes desconocen el historial criminal de la hereditaria dictadura de los Assad o por sus enfervorizados seguidores.
Bashar al Assad sabe íntimamente que las fuerzas armadas sirias, incluso con respaldo ruso e iraní, no tienen la capacidad de recuperar el control de todo el país. También reconoce el hecho de que el conflicto ha profundizado las históricas divisiones sectarias y étnicas de Siria. En otras palabras: el conflicto "se ha vuelto existencial para todas las partes".
La mayoría musulmana sunita siria probablemente nunca más aceptará el gobierno de la minoría religiosa alauita que conforma solo un 6 % de la población, que es la base tribal de Al Assad y que ha dominado con mano de hierro al gobierno y la política siria durante décadas. Los alauitas, junto con los chiitas leales al gobierno de Al Assad, saben que no pueden sobrevivir bajo un gobierno de dominio sunita. Los kurdos han tomado el control de algunos de sus propios enclaves. El país está efectivamente fracturado y es muy posible que no pueda reconstruirse nuevamente como se lo conoció antes de la guerra civil. En este escenario, no cabe duda de que la limpieza sectaria pueda proporcionar cierta seguridad y supervivencia para el sector de Al Assad.
Los rusos están interesados principalmente en mantener un régimen en el poder que les permita continuar usando bases militares en el Mediterráneo, por lo que Rusia ayuda a Al Assad a consolidar su control sobre un enclave occidental. Expulsar a los rebeldes de esa área, incluidos los insurgentes seculares respaldados por los EEUU, ha sido la prioridad de Moscú desde el principio de las protestas.
Pero la estrategia militar puede no dar cuenta de toda la explicación. Al Assad también está jugando su juego dirigiéndose a una audiencia interna. El uso de armas químicas por parte de Siria no es una desviación dramática de su enfoque anterior al inicio de la rebelión -que dio lugar al ingreso posterior de los terroristas del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés)- y a la guerra civil en curso.
En 1982, el difunto presidente Haffez, padre de Bashar al Assad empleó artillería y poder aéreo para destruir completamente en una semana la ciudad de Hama, un bastión de militantes sunitas opuestos a su gobierno. Cifras de ONG humanitarias nunca reconocidas por el régimen sirio, informaron de unas 30.000 personas asesinadas en los bombardeos del régimen, la mayoría civiles. Así, el régimen demostró en ese tiempo el poder ilimitado del anciano Al Assad para vengarse y configuró una advertencia a los disidentes del futuro de que la deslealtad acarrearía un terrible castigo.
De allí que no es compleja la respuesta a la pregunta que Occidente se efectúa sobre por qué Bashar al Assad utilizó armas químicas contra civiles desarmados: "Lo hace porque es una formula muy efectiva utilizada por los dictadores empoderados y paranoicos para mantener el control con solo una pequeña base de apoyo político".
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