Hace 15 años, en un pueblo minero abandonado en el desierto de Atacama, en Chile, apareció un extraño esqueleto. Era minúsculo, de apenas 15 centímetros, pero parecía humano; sin embargo, tenía dos pares de costillas menos y otras diferencias. Las hipótesis que lo trataron de explicar oscilaron entre lo aproximativo —¿un feto de algún antecesor del Homo sapiens?— y lo desmesurado —¿un extraterrestre?— pero los estudios no permitieron conclusiones. Permaneció como un misterio.
Hasta que ahora la ciencia genética ha identificado a la pequeña momia como una niña muerta poco después de nacer, con enormes anormalidades físicas como, por ejemplo, un envejecimiento prematuro de los huesos.
El esqueleto preservado, al que se denominó "Ata", llegó cuatro años atrás a manos de un equipo de las universidades de Stanford y de California (en San Francisco) que pudo aislar y purificar su ADN, a partir de la médula de sus huesos. Con 52 marcadores genéticos se pudo establecer no solo que se trata de un humano moderno sino que también se corresponde con ancestros europeos y, en escasa medida, del este de Asia.
Según el estudio que resume los hallazgos, Ata presentó mutaciones genéticas desconocidas, algunas de las cuales pudieron haber sido espontáneas; entre las conocidas, algunas le llegaron por uno de los padres y otras por la combinación de los dos.
Estas mutaciones estudiadas están asociadas a condiciones como el enanismo, la escoliosis y distintas anormalidades músculo-esqueléticas que, durante la gestación y los escasos días que se estima que vivió la niña luego de un nacimiento probablemente prematuro, hicieron que sus huesos envejecieran al punto de darle la estructura de una criatura de entre seis y ocho años, pero de 15 centímetros.
La cantidad de mutaciones que la afectaron es "mucho mayor de lo que se esperaría por azar", dijo Garry Nolan, de Stanford, a Los Angeles Times. En opinión del académico —el primero que participó en la investigación del caso— la minería del nitrato, que llevó mucha gente a la región donde se halló a Ata, pudo haber expuesto a la madre a alguna toxina ambiental durante el embarazo. La niña presentó demasiados problemas, "desafortunadamente, una condena a muerte", sintetizó Nolan.
El caso le llegó por azar, curiosamente desde una de las hipótesis más extremas y menos científicas: el cineasta Amardeep Kaleka le presentó el misterioso esqueleto, "como una canasta en la puerta", para que lo analizara en su película Sirius, sobre Steven Greer, quien cambió una carrera de médico de emergencias por la de buscador de vida extraterrestre.
"Primero fue una curiosidad. Luego fue una gran oportunidad de aprendizaje, una oportunidad de hacer preguntas sin presuponer respuestas", dijo Nolan al diario californiano. "Es raro, muy, muy raro encontrar tantas mutaciones relacionadas con los mismos sistemas en una sola persona".
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