Los integrantes del culto religioso Aum Shinrikyo podrían finalmente ser ejecutados en Japón por su responsabilidad en los ataques con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, de los cuales se cumplen este martes 23 años.
Tras cumplirse en enero la última instancia judicial y luego de que los trece acusados fueran separados en diferentes prisiones, usual paso previo a las ejecuciones, la sociedad japonesa se prepara para terminar con la historia del peor atentado terrorista de su historia.
Los integrantes de la secta Verdad Suprema (Aum Shinrikyo, en japonés), entre ellos su carismático gurú y "cerebro" de los atentados, Shoko Asahara, están ahora a la espera de ser ahorcados en cualquier momento.
El atentado en varias estaciones del metro de Tokio dejó un saldo de 6.300 personas intoxicadas, 13 muertos y a decenas en estado casi vegetativo.
Las víctimas fueron recordadas este martes con ofrendas florales depositadas en seis estaciones céntricas del metro de Tokio, donde el gas nervioso esparcido por los seguidores de Aum Shinrikyo en la hora de mayor tránsito de la mañana del 20 de marzo de 1995 hizo estragos.
En la estación Kasumigaseki, objetivo principal del ataque que comenzó cuando los fanáticos pincharon bolsas plásticas con sarín dentro de los trenes, los empleados uniformados del metro bajaron la cabeza en silencio para rendir homenajes a los muertos.
"Parece que el proceso legal llegó a su última etapa. Espero que las ejecuciones se lleven a cabo de acuerdo a la ley", dijo Shizue Takahashi, viuda de uno de los fallecidos en el ataque.
Pero no fue este el único ataque del culto, y en total se los acusa de provocar 27 muertes en diferentes atenados.
Pese a que la mayoría de los japoneses apoya la pena de muerte, la Asociación nipona de Prevención y Rehabilitación de Sectas (JSCPR) ha solicitado al Gobierno que condone la pena capital a doce de los condenados entre el 200 y el 2006, todos a excepción del líder y fundador de Aum Shinrikyo, cuyo nombre real es Chizuo Matsumoto.
"Si son ejecutados, perderíamos una gran oportunidad para comprender mejor las sectas y a las personas que fueron manipuladas para cometer los atentados, algo que sería muy útil para prevenir el terrorismo", dijo el psicólogo forense y miembro de JSCPR, Kimiaki Nishida, en un encuentro con los medios.
"Creo que los doce deberían cumplir condena el resto de sus vidas y hacer pública su experiencia. Esto ayudaría a erradicar las sectas herederas de Aum Shinrikyo y a que nunca se repitan estas atrocidades", señaló el abogado Taro Takimoto, representante legal de las víctimas y superviviente de otro ataque con armas químicas del culto.
Otros expertos advierten de que las ejecuciones podrían alimentar el culto a Asahara entre las tres sectas en las que se escindió Aum Shinrikyo, que cuentan actualmente con unos 2.000 seguidores, o incluso motivar algún tipo de atentado a modo de represalia por parte de estas organizaciones.
La justicia nipona ha procesado a unos 190 miembros de la secta por los atentados y otros crímenes relacionados, emitido seis condenas de cadena perpetua y confirmado las 13 penas de muerte, aunque de momento ninguna de las ejecuciones se ha llevado a cabo.
En Japón, uno de los escasos países desarrollados que todavía aplica la pena de muerte, los condenados no son ejecutados hasta que concluyen todos los procesos judiciales relacionados, algo que en este caso tuvo lugar el pasado enero.
Además, siete de los trece condenados a muerte fueron trasladados la semana pasada desde la prisión de Tokio donde todos estaban presos hasta otras cárceles niponas, lo que se considera el último paso antes de las ejecuciones, cuya fecha exacta no se conoce hasta el mismo día en que el Ministerio de Justicia decida llevarlas a cabo.
El objetivo de los atentados, según la fiscalía, era distraer la atención ante la persecución policial y desencadenar el caos en Tokio, cumpliendo así las profecías apocalípticas de su "gurú", quien anulaba la voluntad de sus seguidores mediante el consumo ritual de alucinógenos o aislándolos durante largos períodos en celdas a oscuras, entre otras prácticas.
Resta por esclarecer cómo Aum Shinrikyo llegó a acumular tanto poder, o cómo pudo cometer esos atentados a gran escala mientras estaba bajo una estrecha vigilancia tras haber protagonizado numerosos incidentes y ataques previos, entre ellos varios con gas sarín y otras armas químicas.
Fundada en 1984, Aum Shinrikyo se convirtió en apenas una década en una temible organización capaz de desarrollar agentes químicos y biológicos y armas ligeras, e incluso presentó una lista de candidatos a las elecciones generales de 1990 que no logró representación parlamentaria.
La secta, cuyo credo entremezclaba elementos bíblicos, del yoga esotérico, del budismo y del hinduismo, llegó a contar con 10.000 seguidores en su época de mayor popularidad sólo en Japón, y cerca de 30.000 en Rusia.
Hoy se considera oficialmente desbandada, aunque se cree que que contaría aún con hasta 2.000 seguidores.
Con información de EFE y AP
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