Vladimir Putin será reelecto este domingo como Presidente ruso. No es necesario esperar a que concluya la votación para saber que ese será el resultado. Así es la "democracia" rusa, que desde el ascenso del ex espía soviético de 65 años, funciona como una autocracia.
El juego electoral está diseñado para que el candidato oficial sea el único competitivo. Hay estrictos controles que prohíben a los partidos políticos recibir financiamiento privado, pero el Gobierno cuenta con todo el aparato estatal a su favor. Los medios públicos y paraestatales cubren cada cosa que hace el Presidente en el tono que a éste le conviene, y dejan los espacios sobrantes para el resto.
La herramienta más poderosa es la Comisión Electoral Central que decide quién puede postularse y quién no. Formalmente es un órgano independiente. En la práctica, responde a las órdenes directas del Kremlin. Para las elecciones de este domingo excluyó a 29 aspirantes y sólo admitió a ocho. Con malicia, algunos críticos del régimen titulan a los comicios como la historia de "Putin y los siete enanitos".
El caso más escandaloso es el de Alexei Navalny, un abogado de 41 años y creciente popularidad, reconocido unánimemente como el único adversario serio del gobierno. La Comisión lo inhabilitó por una vieja condena por un supuesto caso de corrupción, que se encuentra apelada y que surgió luego de que el activista empezara a ganar adeptos gracias a denunciar la corrupción gubernamental.
A lo largo de los 18 años que lleva Putin en el poder —con un interregno de cuatro a cargo de su delfín Dmitri Medvédev entre 2008 y 2012—, los opositores que no fueron vetados la pasaron aún peor. Algunos, como Boris Nemtsov, terminaron siendo asesinados. Otros, como Ilya Ponomarev, forzados a vivir en el exilio por las amenazas de muerte.
Este escenario tan alejado de lo que se espera de una competencia democrática llevó a Garry Kasparov, ex campeón mundial de ajedrez y militante político exiliado desde 2013, a realizar un pedido especial a la prensa mundial. "Dejemos de llamar elecciones a lo del domingo y a Putin presidente. Es un dictador", escribió en la revista estadounidense The Weekly Standard.
Probablemente, Kasparov tenga razón. Sin embargo, la ausencia de incertidumbre sobre quién será el vencedor no significa que los comicios carezcan de todo atractivo. Para empezar, porque el régimen necesita escenificar cierto respaldo popular para sobrevivir. A pesar de que las encuestas de opinión deben ser tomadas con cautela en un país con libertades civiles tan vulneradas, los sondeos coinciden en señalar que Putin tiene bastante apoyo.
Las elecciones se convirtieron en una herramienta de legitimación que no se trata de una competencia entre distintos candidatos
Es lógico. La sociedad rusa sólo conoció autocracias a lo largo de su historia. Del zarismo pasó al comunismo, y de ahí al caos de los 90 tras el derrumbe de la Unión Soviética, cuando coincidieron el desgobierno y el deterioro de la calidad de vida. Frente a eso, gran parte de la población se aferra a Putin porque ofrece orden y, sobre todo en sus primeros mandatos, crecimiento económico.
"Las elecciones se convirtieron en una herramienta de legitimación que no se trata de una competencia entre distintos candidatos, sino de confirmar el mandato de Putin. Eso se ve en una campaña que focaliza más en la participación electoral que en los candidatos. Lo que quiere Putin es ser electo en primera vuelta para que su posición en su próximo mandato sea fuerte", explicó el politólogo Michal Mochtak, profesor de la Universidad de Luxemburgo, consultado por Infobae.
Que los comicios puedan cumplir cabalmente con el objetivo esperado por el régimen depende de tres factores: la cantidad de gente que participe, el porcentaje de votos que obtenga Putin y la posibilidad de que surjan protestas.
La participación
Algo más de 110 millones de rusos están habilitados a votar en el país y en el exterior. La mayor preocupación del Kremlin es que muchos prefieran quedarse en su casa el domingo, resignados ante la ausencia de alternativas. La meta oficial es que vote alrededor del 70% del padrón, cifra que nunca se alcanzó. Los antecedentes son 65% en 2012, 69% en 2008, 64% en 2004 y 68% en 2000.
"La participación será un punto importante en estas elecciones. Tiene que ser superior a la de 2012, porque si una parte importante del electorado elige no ejercer su derecho al voto, se evidenciaría una creciente desilusión y apatía en la sociedad. Es una impresión que el régimen no desea proyectar", contó a Infobae Bo Petersson, codirector de la Plataforma de Investigación sobre Rusia y el Cáucaso de la Universidad de Malmö, Suecia.
El Gobierno tiene dos razones para temer una baja participación. Por un lado, una encuesta del Centro Levada —el único más o menos independiente— revelaba a fines del año pasado que sólo el 24% de los rusos estaban convencidos de ir a votar. En cambio, un 20% anticipaba que no iba a ir y otro 20% se manifestaba indeciso.
Si una parte importante del electorado elige no ejercer su derecho al voto, se evidenciaría una creciente desilusión en la sociedad
La otra razón es Navalny. Tras ser excluido de la contienda, lanzó una campaña de abstención. "Anunciamos una huelga de voto. Vamos a pedir a todo el mundo que boicotee estas elecciones", dijo. Su apuesta es que se registre la participación más baja de los últimos años, lo que dejaría al proceso aún más desacreditado de lo que ya está.
"Dado que no hay ningún rival fuerte, y que todos esperan que Putin gane, su propio resultado probablemente no sea muy informativo. Pero hay que prestarle atención a la asistencia. Considerando los sondeos y la historia reciente, se espera que no supere el 60-65 por ciento. Si termina siendo significativamente menor al 60%, sería una señal de que el poder vertical ruso no es capaz de proveer el resultado que se pretende", dijo a Infobae Ivan S. Grigoriev, profesor de ciencia política en la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación, en San Petersburgo.
Todavía más importante es la concurrencia a las urnas en las grandes ciudades, donde no es tan fácil hacer fraude e inflar los números finales. "Es un indicador diferente del que ofrece la participación general —continuó Grigoriev—, porque una alta participación se puede conseguir por medio del relleno de urnas y de otras técnicas que se usan en las elecciones rusas. Sin embargo, ahora es mucho más difícil hacerlo en Moscú o en San Petersburgo. En las votaciones más recientes, la participación en esos lugares fue muy baja. Si se mantiene así en las presidenciales, implicaría que la gente no está dispuesta a votar por Putin".
Teniendo esto en cuenta, no llamó la atención que, en el cierre de campaña, Putin sólo se preocupara por recordarle a la gente que sufragar es un deber cívico. "Por quién votar, cómo ejercitar su derecho a una elección libre, es una decisión personal de cada uno. Pero si uno elude esta decisión, entonces esa elección esencial y determinante se hará sin que su opinión se haya tenida en cuenta (…) Por eso me dirijo a ustedes pidiéndoles que vayan a los colegios electorales el domingo", dijo el presidente en un mensaje transmitido por la cadena RT.
Para insuflar el patriotismo que tanto rédito le dio en el pasado, fijó como fecha para los comicios el cuarto aniversario de la anexión de la península de Crimea, concretada el 18 de marzo de 2014. Es el hito que abrió este revival de la Guerra Fría, que escaló este mes a un nuevo pico tras la acusación del Reino Unido contra Moscú por el envenenamiento con un agente nervioso de un ex espía radicado en Londres.
Los votos
El segundo factor clave para analizar el resultado de las elecciones es el porcentaje de votos que obtenga Putin. Su meta es conseguir el doble 70: 70% de participación y 70% de los sufragios. Necesita llegar al 50% para ganar en primera vuelta.
Sería una catástrofe demasiado improbable que haya ballotage. En 2012 sacó el 63%; en 2008 no participó, pero Medvédev alcanzó el 71%; en 2004 arañó el 72%; y en 2000 se tuvo con conformar con el 53 por ciento. La primera fue la única competitiva: Gennady Zyuganov, el candidato del Partido Comunista (PC), superó el 29% y quedó a 24 puntos. En todas las demás, la diferencia llegó o superó los 50.
Retornar a guarismos más parecidos a los de 2000 sería un motivo de preocupación, aunque no está dentro de los pronósticos. Lo que más ayuda a Putin es la falta de credibilidad de sus siete adversarios. Nadie los toma muy en serio y son poco convocantes. Por algo pasaron el estricto filtro de la Comisión Electoral.
"Como la legitimidad de Putin está atada a su vínculo con el electorado —dijo Petersson—, es importante que no sólo gane en primera vuelta, sino que obtenga una mayoría aplastante. La ambición es superar el 63% de las elecciones de 2012, que se realizaron en el despertar de un período de fuerte agitación social".
El Kremlin trató de reavivar el menguante interés de la sociedad rusa introduciendo algo de intriga
El favorito a quedarse con el segundo lugar es el excéntrico Pavel Grudinin, un ex putinista que ahora cuenta con el apoyo del PC, a pesar de ser multimillonario. Es un oligarca socialista, si se perdona el oxímoron. En los 90 se quedó con una importante granja de frutillas que era de propiedad estatal y la convirtió en un negocio exitoso, pero que tiene la particularidad de pagar a sus trabajadores salarios que están muy por encima del mercado, además de ofrecerles vivienda y salud. Los sondeos le dan entre 6 y 8% de intención de voto.
En tercer lugar, rondando el 5%, aparece Vladimir Zhirinovski, líder del nacionalismo chauvinista ruso. Su nombre estuvo en los medios de todo el mundo recientemente, luego de que le gritara "basura, vieja asquerosa y puta" a Ksenia Sobchak, la única candidata mujer.
La ex presentadora de televisión, famosa por conducir reality shows muy populares, respondió arrojándole un vaso con agua. Ella, al igual que los otros cuatro contendientes, no supera el 1 por ciento. El circo grotesco en el que se convirtieron los debates, a los que obviamente Putin no asiste, es un retrato perfecto del tipo de oposición que prohíja el Kremlin.
"En términos generales, esta elección es más cómica que dramática", sintetizaron en diálogo con Infobae los politólogos Jan Holzer y Olga Pospelova, profesor y doctoranda del Instituto Internacional de Ciencia Política de la Universidad Masaryk, en República Checa. "Es obvio que toda la campaña fue diseñada en detalle. Incluyendo la aparición de Sobchak como la candidata que está contra todo, y la creación de un escenario de dudas acerca de la participación de Putin, que fue el último postulante en oficializar su candidatura. Parece que el Kremlin trató de reavivar el menguante interés de la sociedad rusa introduciendo algo de intriga".
Las protestas
El tercer factor que puede incidir en la interpretación que se haga del proceso electoral es si habrá protestas una vez que se conozcan los resultados. El Gobierno viene tomando medidas para limitar al máximo la libertad de asamblea, precisamente para evitar que la calle contradiga lo que pase en las urnas.
El interrogante es qué hará Navalny, que en los últimos años convocó las movilizaciones opositoras más multitudinarias. Por ahora, sus mensajes están dirigidos a conseguir la máxima abstención electoral posible. Pero hay un antecedente que inquieta a Putin. En 2012, Navalny movilizó a decenas de miles de personas en Moscú tras su regreso a la presidencia.
"Hay importantes diferencias con los comicios de 2012", coincidieron Holzer y Pospelova. "En ese momento hubo una fuerte reacción de la sociedad civil, que se plasmó en muchas acciones de protesta. A pesar de que el resultado de las elecciones también era predecible como ahora, la gente aún tomaba en serio a las instituciones democráticas. Entonces se dieron cuenta de que el régimen se estaba volviendo más y más autoritario, y de que los comicios se habían convertido en algo fraudulento". Ahora, en cambio, prima la resignación, y ese no es el estado anímico más propicio para salir a la calle.
En caso de que Putin gane suciamente, podemos inferir que ya decidió que no se va a retirar en 2024
Por eso, otro punto a analizar es qué grado de fraude está dispuesto a utilizar el Gobierno. Puede ser un anticipo de cómo será el cuarto mandato de Putin, que constitucionalmente debería ser el último.
"Si la elección fuera relativamente limpia y los resultados de Putin no son demasiado convincentes en las ciudades, tendrá que empezar a preparar una opción de salida. Elegirá a un sucesor, que probablemente sea Medvedev. Además, tendría que tratar de incorporar al sistema político garantías más fuertes para sí mismo una vez que se vaya", dijo Grigoriev.
Si, por el contrario, el mandatario decide tomar otro camino, las cosas serán muy diferentes. "En caso de que Putin gane suciamente, podemos inferir que ya decidió que no se va a retirar en 2024", concluyó Grigoriev.
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