Mientras escribía aquel artículo del que ya no se olvidará, en diciembre de 2015, el periodista Ed Yong no se dio cuenta de la injusticia en que incurría, de tan naturalizada que estaba.
Su nota sobre la tecnología de edición genética CRISPR, basada en una conferencia sobre ciencia, citaba a seis hombres y una mujer. Los seis hombres eran cinco científicos y un historiador que daban sus opiniones expertas; la mujer era la madre de un niño con una enfermedad genética que contaba la experiencia de su hijo.
Al ver su texto publicado, contó hace poco en The Atlantic, le saltó a la vista que no sólo transmitía la impresión de que no había mujeres en la ciencia, sino que si alguna se colaba era como anécdota. Las disparidades "me resultaron más indignantes porque en el campo del CRISPR difícilmente falten científicas excelentes y destacadas. De hecho, dos de las pioneras de la técnica, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, son mujeres, y ambas hablaron en la conferencia sobre la cual informé", señaló Yong.
Mientras Yong pensaba en eso, dos meses más tarde otra periodista de la misma publicación estadounidense, Adrienne LaFrance, analizó la proporción de varones y mujeres entre las fuentes de sus artículos. Tomó por caso un año, 2013, y revisó la totalidad de sus 136 notas: sólo el 25% de las fuentes habían sido mujeres. Cuando probó con otro ejemplo, 2015, el resultado fue más desalentador: 22 por ciento.
LaFrance escribió que esas cifras le resultaron particularmente preocupantes porque en su área de especialidad —tecnología y ciencia— hay menos mujeres que varones; al reducir, a su vez, la cantidad de mujeres a las que citaba, ella se convertía "en una de las fuerzas que activamente hacen de este mundo uno en el cual las habilidades y los logros de las mujeres se desautorizan o se ignoran, y en el que a ellas se las excluye".
Para Yong el problema era, en realidad, dos problemas. El primero, los estereotipos de las mujeres en las ciencias, que se podrían sintetizar en que son menos que sus colegas varones. (A iguales calificaciones, los estudiantes son más aceptados por los mejores consejeros que las estudiantes. Se las considera menos competentes, inteligentes, perspicaces; ganan menos, las invitan a menos conferencias. Sufren, como en otros campos con varones poderosos, acoso y abuso.) Y el segundo, los prejuicios del periodismo.
En los medios, citó a la socióloga Gaye Tuchman, las mujeres son "simbólicamente aniquiladas".
Por cada cita de una mujer como fuente en una nota, hay tres de un varón según los estudios más amplios que encontró Yong: exactamente la misma cantidad que LaFrance halló en una muestra singular de su propio trabajo.
La proporción resultó idéntica en el trabajo de Yong. De las 23 notas que había publicado en lo que iba del año 2016, cuando decidió cambiar su modo de trabajo, sólo el 24% de las fuentes eran mujeres. "Y entre esos artículos, el 35% no tenía siquiera una voz femenina. Eso me sorprendió", agregó.
Sabía que no iba a ser el 50% perfecto, pero como hombre que se preocupa por la igualdad, no esperaba entrar en el promedio raso. "Me engañaba a mí mismo para pensar que yo no era parte del problema. Suponía que mi interés pasivo sería suficiente".
Al comprobar que no era el caso, decidió corregir el desequilibrio. Comenzó por lo más simple: buscar más mujeres para citar como fuentes.
Pero quizá lo más significativo, en su opinión, fue llevar un registro de su nuevo modo de trabajo en una hoja de cálculo. "No puedo exagerar la importancia de eso —escribió—: es una vacuna contra el autoengaño. Me impide creer equivocadamente que todo está bien. Llevo ya dos años haciéndolo".
Entre los resultados que citó, a los cuatro meses de haber comenzado logró que las fuentes de sus artículos fueran 50% varones y 50% mujeres, con un arco de variaciones del 42% al 61% ya estable. De las 312 notas que escribió en los dos años de su experimento, sólo el 7% no tiene voces femeninas.
Yong enfrentó la crítica más obvia: lo importante no es si una fuente es varón o mujer, sino si es la más calificada. "¿Cómo se juzga exactamente cuál es 'la más calificada'?", ironizó. Porque aun si se armara una lista basada en la cantidad de publicaciones o de premios, o en el índice h, y fuera de mayor a menor, "¿debería suponer que esas mediciones existen de algún modo en un vacío social y no están influenciadas por los mismos prejuicios que trato de evitar?", preguntó.
"Creerlo sería rotundamente ingenuo", destacó.
En los medios, citó a la socióloga Gaye Tuchman, las mujeres son “simbólicamente aniquiladas”. Por cada cita de una mujer como fuente en una nota, hay tres de un varón.
"El statu quo, en el cual los hombres están representados en exceso", en los hechos es el reservorio de esas fuentes "más calificadas". Porque son las más fáciles de contactar, sobre todo: "Conocemos sus nombres. Salen entre los primeros lugares de una búsqueda en Google. Otros periodistas los han contactado antes. Tienen reputaciones, pero las han acumulado en un mundo donde las mujeres tienen desventajas sistemáticas en comparación con los hombres".
Cuando lo criticaron porque resulta insultante que se consulte a una mujer científica sólo por el hecho de ser mujer, Yong desestimó los comentarios: "No le pido opinión a la la gente por su género, sino por su experiencia. Cada persona que contacto está calificada para hablar sobre el tema del que estoy escribiendo. Sólo que ahora resulta que la mitad de esas personas calificadas son mujeres".
¿Cómo las encuentra? Hay recursos, al menos para el periodismo científico. "La periodista Christina Selby, que escribe en Open Notebook, compiló una lista de consejos para diversificar las fuentes. La periodista Mollie Bloudoff-Indelicato creó Diverse Sources, una base de datos con búsqueda de científicos expertos sub-representados", citó, entre otros que nombró.
Cuando le preguntaron por qué se tomó el trabajo si el periodismo apenas refleja el estado de las cosas, se permitió objetar: "No creo que el periodismo deba actuar solamente como el espejo de la sociedad. Sí, nos describe el mundo tal como es, pero también nos impulsa hacia un mundo que podría ser. Se trata de enfrentarse al poder con la verdad y de darles voz a los que no la tienen".
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