La historia criminal de Mary Elizabeth Wilson comenzó en 1955 en el pequeño pueblo de Windy Nook, en el noreste de Inglaterra.
Wilson tenía 68 años y estaba casada desde hace 41 con John Knowles. El matrimonio había sido feliz, con tres hijos y tres hijas. Hasta que el hombre murió inesperadamente a los 76 años. Según el médico forense, la causa había sido la tuberculosis. Pero la verdad era otra: había sido envenenado por su esposa.
Mary Wilson quiso deshacerse de su marido tras comenzar una relación con su inquilino, el pintor John Russell, quien también moriría al poco tiempo, en 1956, oficialmente por "causas naturales".
Un año después, en junio de 1957, Wilson volvió a casarse, esta vez con el agente inmobiliario retirado Oliver Leonard: muerto 12 días después, según los forenses por un "fallo cardíaco y neumonitis."
Cuatro meses más tarde, Mary volvió a casarse. Pero durante la celebración, un comentario la delató.
Un amigo le preguntó que haría con todos los sándwiches que habían sobrado después de la fiesta.
"Los guardaré para el funeral", respondió Wilson.
Luego comenzó a charlar con el director de la funeraria que se había encargado de los entierros de sus anteriores maridos. "Debería tener un descuento por todos los negocios que te genero", lanzó entre risas.
Ernest, su tercer marido, murió la noche siguiente.
En el pueblo la mujer había despertado sospechas desde hace tiempo. Según dijo la archivista Teresa Ashforth al diario The Mirror, esa y otras bromas similares marcaron la condena de Wilson. "La noticia le llegó a las autoridades por lo que se rumoreaba en el pueblo", contó. "Al leer sus declaraciones, es evidente que estaba convencida de que nunca la iban a descubrir".
Las autoridades decidieron exhumar los cuerpos de los dos primeros maridos, en los que encontraron veneno.
Tras el hallazgo, Mary fue apodada "la Viuda Feliz de Windy Nook".
Hace sesenta años este mes, fue llevada ante la justicia, convirtiéndose en la última mujer en ser condenada a muerte en el Reino Unido.
Pero como Wilson tenía 69 años el Secretario de Interior Rab Butler decidió conmutarle la pena a cadena perpetua. Murió cinco años después en Londres, en la prisión de Holloway.
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