Desgastado, impopular, acorralado por los enemigos: para Matteo Renzi las elecciones del domingo en Italia llegan en el peor momento posible.
Las encuestas pronostican que su formación, el Partido Democrático (PD, centro-izquierda), obtendrá cerca del 23 % de los votos, un récord negativo. Algunos creen —¿esperan?— que el resultado pueda incluso ser peor.
El "desguazador" que perdió el brillo
Quedaron lejos los días de 2014, cuando el enérgico rottamatore, el "desguazador", llegaba al gobierno a los 39 años —primer ministro más joven en la historia de Italia— tras forzar su compañero de partido Enrico Letta a dimitir con una audaz maniobra política.
Su juventud, energía y determinación habían despertado esperanzas de cambio, tras años de crisis y estancamiento. Sus promesas de renovación y modernización habían seducido tanto al establishment como a los jóvenes que querían acabar con la vieja política pero no se reflejaban en el populismo del Movimiento Cinco Estrellas.
"Era un hombre del partido, pero su escalada la realizó jugando sobre el estar a la vez adentro y afuera", explicó a Infobae el politólogo de la Universidad de Perugia Manuel Anselmi. "Estaba en contra del status quo pero al mismo tiempo tenía la ambición de hacerse con el partido. Y esto le generó un consenso enorme".
Ese consenso se reflejó en las urnas. Pocos meses después de asumir, en las elecciones para el Parlamento Europeo el Partido Democrático tuvo el mejor resultado de su historia, cosechando el 40 por ciento de los votos. Renzi, ex alcalde de Florencia, parecía imparable, sin adversarios, destinado a monopolizar la escena política durante un largo tiempo.
Al final fueron 1024 días. Los logros principales de su gestión, según sus propias palabras fueron una reforma para flexibilizar el mercado laboral —muy criticada por la izquierda de su partido—, un descuento fiscal de 80 euros al mes para la clase media, la aprobación de las uniones civiles para personas del mismo sexo. También, después de años de crisis, volvió un débil crecimiento económico. Demasiado poco, probablemente, para quien prometía "sacar a Italia del pantano".
Un "error garrafal"
El fin llegó a causa de un error coherente con el personaje: Renzi no se conformó con ganar, sino que quiso barrer a sus adversarios. Para lograrlo impulsó un proyecto de reforma constitucional, una materia siempre delicada en un país que se jacta de tener la "Constitución más bella del mundo". La reforma, que reforzaba el ejecutivo, tenía que ser aprobada por un referéndum. Renzi convirtió esa votación en un plebiscito sobre su liderazgo. "Si pierdo me retiro de la política", aseguró. El "No" ganó con casi 20 puntos de ventaja y Renzi renunció tres días después, aunque siguió siendo secretario del partido. El video de la promesa de Renzi se volvió viral durante esta campaña electoral.
"Fue un error garrafal", reconoció en un entrevista con el diario La Repubblica. Sus adversarios, aliviados, celebraron el revés como no lo habían hecho ni siquiera después de las derrotas de Berlusconi. Los más eufóricos eran históricos miembros del PD como Pierluigi Bersani y Massimo D'Alema, que nunca le perdonaron el intento de "desguazarlos". Para esos herederos del glorioso Partido Comunista italiano, que según el psicoanalista y ensayista Massimo Recalcati vivieron la toma del poder de Renzi como una "usurpación", fue la vendetta perfecta.
En mi contra hubo una estrategia evidente, a la que no fui capaz de oponerme, de odio ad personam
"En mi contra hubo una estrategia evidente, a la que no fui capaz de oponerme, de odio ad personam", dijo por su parte Renzi durante un encuentro público. Al final su adversarios internos decidieron separarse de la formación y presentarse a las elecciones con un nuevo grupo de izquierdas.
Paolo Gentiloni, la contracara de Renzi
Tras la derrota, asumió Paolo Gentiloni, otro miembro del PD, ex ministro de Exteriores en el ejecutivo de Renzi y actual primer ministro.
Gentiloni, miembro de la aristocracia romana, representa todo lo que Renzi no es: tranquilo, de bajo perfil, contemporizador, transversal. Por eso todo indica que el presidente Sergio Mattarella lo elegirá para buscar formar un gobierno si, como es probable, las urnas no dejarán ninguna clara mayoría.
Renzi, en tanto, está resignado a esperar su turno. Del antiguo "desguazador" queda poco: bajó su perfil, eligió hablar de los logros del Partido Democrático y no paró de advertir sobre el "riesgo de un gobierno extremista" surgido de una unión entre la ultraderechista Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas (M5S).
Espera, sobre todo, que esta vez el desguazado no sea él.
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