Hace 2.200 años los romanos tenían un túnel mortal, conocido como la "puerta del infierno", donde los animales morían apenas ingresaban. Especialistas sostuvieron durante siglos que conducía al inframundo, término que hace referencia -generalmente- a los lugares adonde van a parar las almas de los muertos. Pero faltaba resolver el misterio del mortal túnel.
Pasaron más de dos milenios hasta que un grupo de investigadores alcanzó esa gesta. Hace siete años arqueólogos de la Universidad de Salento descubrieron que esa puerta es una cueva, ubicada en la ciudad turca de Hierápolis, en la antigua Frigia.
El túnel mortal era utilizado para sacrificar animales. El público podía asistir a la arena y observar el espeso vapor que salía de la enigmática puerta. "Este espacio está lleno de un vapor tan brumoso y denso que apenas se puede ver el suelo. Cualquier animal que entre se encuentra con la muerte instantánea", escribió el historiador griego Strabo, citado por Gizmodo.
Miles de años después, la cueva sigue siendo tan mortal. El equipo de arqueólogos advirtió que las aves que vuelan demasiado cerca se sofocan y caen muertas. Esto llevó a los expertos a estudiar el fenómeno.
Después de varios estudios, el misterio fue resuelto. El principal factor es la actividad sísmica bajo tierra: los arqueólogos descubrieron que una fisura emite grandes cantidades de dióxido de carbono volcánico.
La Universidad de Duisburg-Essen en Alemania midió los niveles de dióxido de carbono. El resultado arrojó que el gas formaba una especie de "lago", que se elevaba 40 centímetros por encima del piso de la arena.
Asimismo, los especialistas determinaron que el gas es más mortal durante el amanecer debido a su acumulación en la noche. Estimaron, además, que dentro de la cueva, los niveles de dióxido de carbono oscilan entre 86% y 91% durante todo el día, puesto que ni el sol ni el viento pueden entrar.
Desde el plano histórico, también había una cuestión misteriosa vinculada al poder de los dioses. Mientras los sacerdotes se paraban en el lago, cuidando que su nariz y boca estuvieran muy por encima del nivel tóxico, el toro -por ejemplo- estaba parado dentro del lago de gas completamente expuesto a esa sustancia tóxica. En cuestión de minutos, caía muerto, mientras que el sacerdote permanecía fuerte, dando una sensación de poder de los dioses y sacerdotes.
Los especialistas, en tanto, sostienen que los religiosos conocían las propiedades de la mortal "puerta del infierno".
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