Sudáfrica después de Mandela: por qué el país que venció al apartheid no puede con la corrupción

Jacob Zuma renunció esta semana luego de que su partido le retirara el apoyo por la acumulación de denuncias en su contra. Lo sucedió Cyril Ramaphosa, un sindicalista sospechosamente millonario. Éxitos y fracasos de un proyecto político que despertó la admiración del mundo

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Nelson Mandela, poco después de haber asumido la presidencia de Sudáfrica, en 1994
Nelson Mandela, poco después de haber asumido la presidencia de Sudáfrica, en 1994

"El presidente de teflón". Así lo llamaban a Jacob Zuma por su inigualable capacidad para salir indemne de 783 acusaciones de corrupción, de haber usado 24 millones de dólares del Estado para remodelar su hacienda privada y hasta de violar a la hija de uno de sus mejores amigos, que además es HIV positivo.

El mandatario polígamo —tiene cuatro esposas— confesó que tuvo relaciones sexuales sin protección con la joven de 31 años, pero dijo que fueron consentidas y que tomó el recaudo de bañarse con agua caliente para evitar el contagio.

Todo parecía resbalarle. Hasta que el verdadero centro del poder político en Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano (CNA), le retiró el apoyo. Zuma, que gobernaba desde 2009 y que debía terminar en 2019 su segundo y último mandato, se dio cuenta de que tenía los días contados el 17 de diciembre pasado, cuando perdió el liderazgo del histórico partido de Nelson Mandela.

Una manifestación contra Jacob Zuma en Sudáfrica (AP)
Una manifestación contra Jacob Zuma en Sudáfrica (AP)

"La presidencia de Zuma ha estado muy asociada a la corrupción y al faccionalismo al interior del CNA y del Estado. Su cercanía con los Gupta, una familia de empresarios indios, acentuó esa asociación, pero fue sólo la punta del iceberg. En la medida en que se volvió más impopular, creció la división entre sus críticos y sus defensores en el CNA", dijo a Infobae Samantha Ashman, directora de la Maestría en Política Industrial del Instituto para el Desarrollo Económico y Planeamiento de la Universidad de Johannesburgo.

La candidata de Zuma para liderar el partido, Nkosazana Dlamini, que es también su ex esposa, fue derrotada por Cyril Ramphosa, que se convirtió automáticamente en el elegido para sucederlo. Temiendo perder por primera vez las elecciones tras el fin del apartheid, en 1992, la nueva conducción del CNA le pidió la renuncia el pasado lunes. Dos días después, Zuma debió acatar la orden.

"La Constitución sudafricana establece un sistema de gobierno mixto. El presidente es la cabeza del Poder Ejecutivo, como ocurre en el presidencialismo. Pero debe contar con el apoyo de la Asamblea Nacional para permanecer en el cargo, como en el parlamentarismo. Desde las elecciones de 1994, el CNA ha mantenido la mayoría absoluta de las bancas, así que el líder del partido fue siempre elegido presidente. Por eso, una vez que el CNA designó a Ramaphosa, se convirtió en candidato a la presidencia", explicó Rocco W. Ronza, profesor de ciencia política en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, de Milán, consultado por Infobae.

La presidencia de Zuma ha estado muy asociada a la corrupción y al faccionalismo

Ramphosa, que es vicepresidente desde 2014, asumió la presidencia este jueves. La oposición en la Asamblea quería llamar a elecciones anticipadas, pero el CNA impuso su mayoría y resolvió su inmediata investidura. El nuevo mandatario prometió "torcer la corriente de la corrupción". Pero no parece el más idóneo, considerando que en pocos años pasó de ser un sindicalista combativo a uno de los empresarios más prósperos del país. La revista Forbes estima que su fortuna asciende a 675 millones de dólares.

Tras dejar la lucha armada y pasar 27 años preso, Mandela cautivó al mundo con su apuesta por la paz y la reconciliación como estrategia para terminar con el régimen de segregación racial y hacer de Sudáfrica un país viable. Ganó las primeras elecciones libres de la historia en 1994 y dejó el poder en 1999, tras completar un único mandato. Pero sus sucesores no estuvieron a la altura, y la promesa de consolidar la democracia, disminuir la brecha entre ricos y pobres y sentar las bases de un sistema económico sustentable e inclusivo se fueron desvaneciendo.

El ex presidente sudafricano Jacob Zuma, antes de renunciar
El ex presidente sudafricano Jacob Zuma, antes de renunciar

Dos décadas con muchos escándalos

Thabo Mbeki fue el primer presidente después de Mandela. A diferencia de él, vivió la mayor parte de su vida en el exilio, en Reino Unido, y fue representante del CNA en el extranjero. Si bien no recibió denuncias de corrupción como otros de los referentes del partido, protagonizó numerosos escándalos.

A pesar de gobernar el país con más enfermos de sida en el mundo, Mbeki cometió la irresponsabilidad de poner en duda que el mal sea causado por un virus y minimizó la capacidad de los medicamentos antirretrovirales, de probada eficacia para mejorar la sobrevida de los pacientes. De hecho, nombró a una ministra de salud, Manto Tshabalala-Msimang, que proponía como remedio ingerir ajo, remolacha y limón.

Mbeki renunció en 2008, en medio de una guerra con Zuma, una figura que siempre le había hecho sombra desde su lugar como vicepresidente. En 2005 le había pedido que dimitiera por los casos de corrupción que lo salpicaban, pero eso no le impidió convertirse en el titular del CNA en 2007. Trató de combatirlo, pero el partido ya estaba en manos de Zuma, que lo obligó a dejar el cargo.

Thabo Mbeki y Jacob Zuma, los presidentes que sucedieron a Nelson Mandela
Thabo Mbeki y Jacob Zuma, los presidentes que sucedieron a Nelson Mandela

"El presidente de teflón" asumió en 2009, tras el interinato de Kgalema Motlanthe, que fue su vice hasta 2014. Más carismático que Mbeki, contó al principio con mucho apoyo popular. Pero la sucesión de acusaciones lo fue esmerilando.

El caso que terminó de quitarle el respaldo de sus compañeros fue el affaire con la familia Gupta, un grupo económico controlado por tres hermanos de origen indio, que acumuló un impactante poder durante sus dos períodos de gobierno. Sus detractores afirman que Zuma "les vendió el país", por la gran cantidad de empresas y proyectos que les concedió, siempre bajo la sospecha de recibir millonarios retornos como contraprestación.

Horas antes de que Zuma presentara su dimisión, un comando especial de la Policía allanó la mansión de los Gupta, en el marco de una investigación judicial súbitamente activada. La señal de que su tiempo había terminado no podía ser más clara.

Los 24 años de gobiernos del CNA fueron muy decepcionantes para muchos

"Que Ramaphosa haya hecho su campaña con la promesa de terminar con la corrupción tenía mucho sentido y sedujo a los miembros del partido. Zuma, que es visto como un corrupto que permitió que los Gupta se apropien del Estado, consiguió que muchos partidarios del CNA y de la oposición, así como organizaciones de la sociedad civil, coincidan en pedir su renuncia", dijo Chitja Twala, profesor de historia en la Universidad del Estado Libre, de Sudáfrica, en diálogo con Infobae.

Ramaphosa, de 65 años, es desde hace mucho tiempo el otro hombre fuerte del CNA, aunque tuvo que esperar más de lo que imaginaba para llegar a la presidencia. Comenzó su carrera como asesor legal del Consejo de Sindicatos de Sudáfrica, poco después de haberse recibido de abogado. En 1982 fundó el Sindicato Nacional de Mineros, puesto que le dio mucha visibilidad y le permitió escalar posiciones en el partido. A principios de los 90, fue el representante del CNA en la mesa de negociaciones en la que se acordó el fin del apartheid.

Al mismo tiempo, fue desarrollando una actividad empresarial que, curiosamente, a casi nadie le resultó incompatible con su carácter de representante del movimiento obrero. Es el dueño del Grupo Shanduka, que tras el fin del régimen de segregación concentró inversiones en sectores tan variados como la energía, la banca y las telecomunicaciones. Hoy tiene una de las fortunas más grandes del país. Con esos antecedentes, cuesta imaginar que pueda protagonizar una regeneración en la política sudafricana.

Cyril Ramaphosa, flamante presidente de Sudáfrica (AFP)
Cyril Ramaphosa, flamante presidente de Sudáfrica (AFP)

De la ilusión a la realidad

"Los 24 años de gobiernos del CNA fueron muy decepcionantes para muchos —dijo Ashman—. El desempleo se ubica en 40% y está concentrado en la población negra. Los salarios de la mayoría son bajos. Las inversiones también. Las áreas rurales están devastadas. Los servicios públicos, la salud, la educación y el transporte, son muy pobres. La desigualdad aumentó y los más ricos se han enriquecido aún más. Todo esto alimentó mucho enojo y frustración".

Si la desilusión que siente hoy gran parte de los sudafricanos es tan grande es porque las expectativas que habían despertado el establecimiento de una democracia auténtica y la llegada de Mandela al poder eran inmensas. Sin embargo, la realidad fue mucho más dura de lo que esperaban incluso los más escépticos.

"La corrupción política parece haber aumentado a lo largo de la última década", afirmó Ronza. Sin embargo, el académico italiano cree que no llega ser tan grave como la dramática situación económica y social. "El CNA se presentaba como la única fuerza política capaz de conciliar el crecimiento con la reducción de la pobreza y la desigualdad. Pero la economía sudafricana no creció nunca tanto como la de otros países emergentes, y la polarización social no disminuyó desde el apartheid".

El CNA no puede borrar 300 años de colonialismo y apartheid de la noche a la mañana

A pesar de todo, el CNA puede jactarse de que, con todas sus limitaciones, la democracia está mucho más consolidada que en la mayoría de los países del continente. Los comicios siguen siendo libres y no está la amenaza de que un presidente concentre la suma del poder público.

"Hay elementos de corrupción como en cualquier otro país", sostuvo Twala. "Sudáfrica es una de las naciones más progresistas de África en el ejercicio de la democracia constitucional. Fue evidente con la renuncia de Zuma y su reemplazo por Ramaphosa. Al margen de todos los desafíos, es mucho lo que se consiguió. El CNA no puede borrar 300 años de colonialismo y apartheid de la noche a la mañana".

Pero la caída de Zuma debería servir de advertencia al partido. Ningún país puede aspirar a progresar si admite que durante tanto tiempo gobierne alguien con acusaciones tan graves en su contra.

"El CNA tuvo éxito en eliminar la discriminación que había en la era del apartheid y en abrir algunas oportunidades para los negros. Pero la corrupción y la incompetencia dañaron esos logros", sostuvo Chris Alden, profesor de relaciones internacionales en la London School of Economics, consultado por Infobae. "La disminución del apoyo al partido entre sus votantes tradicionales es una señal de que los problemas se están profundizando", agregó.

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