En el mundo del empleo automatizado, el trabajo de un minero es así: en su oficina bien iluminada y ventilada, que se halla a casi 1.000 metros bajo tierra, se sienta frente a cuatro pantallas para observar el proceso por medio del cual se dinamita la roca y la carga de fragmentos que contienen plata, zinc y plomo.
Porque en lugar de descender a realizar las operaciones de modo manual, por lo cual generaciones de mineros inhalaron humo, polvo y partículas tóxicas que les costaron la salud, el trabajador del siglo XXI controla a los robots que, en el escenario físico, realizan la parte peligrosa de la tarea.
El experimento se realiza en Boliden, la enorme minera de Suecia. "Crear ámbitos de trabajo seguros para todos nuestros empleados es nuestra prioridad", dice la empresa en su sitio. "Trabajamos con medidas preventivas para minimizar los riesgos y tenemos una cultura fuerte y enraizada de la seguridad, en todos los niveles".
Como parte de esa cultura se destaca la inversión en tecnología, que también apunta a otro objetivo de Boliden: ser la primera minera sustentable, con "cero accidentes medioambientales". En las tareas de exploración y mantenimiento, como en las de extracción, se destacan los robots. Y por primera vez se emplean camiones sin conductor, una prueba que realiza Volvo.
"En Suecia, si uno le pregunta a un sindicalista si le tiene miedo a la nueva tecnología, le responderá: 'No. Le tengo miedo la tecnología vieja'": así lo explicó a The New York Times la ministra de Empleo e Integración, Ylva Johansson. "Los trabajos desaparecen, entonces capacitamos a la gente para trabajos nuevos. No vamos a proteger los empleos. Pero sí vamos a proteger a los trabajadores".
Desde luego, en la mayor parte del mundo no es así: la inversión social en Suecia (27,1% del producto interior bruto) está por encima del promedio mundial (21%), del de países desarrollados, como los Estados Unidos (19,3%), y de los latinoamericanos (el más alto, Chile, es de 11,2%). "Según el cuento de terror, la globalización obligó a las personas de las zonas más ricas, como América del Norte y Europa, a competir de forma directa con trabajadores más baratos de Asia y América Latina, lo cual propagó el desempleo. Ahora los robots se acercan para rematar a los humanos".
Sin embargo, el experimento que se realiza en la mina sueca ubicada en Garpenberg, que ha estado en operaciones desde el siglo XIII, muestra una alternativa. En toda la red de caminos y túneles hay wifi, y los mineros llevan consigo tabletas para comunicarse, para resolver problemas y para llevar registro de la producción.
Mika Persson, quien opera robots desde sus computadoras, explicó al periódico estadounidense que no se siente preocupado por su futuro o el de sus hijos: siempre va a hacer falta gente para operar las máquinas. Desde luego, también confía en el modelo económico sueco y sus protecciones sociales.
"En esta mina hay tantos trabajos que incluso si este empleo desaparece, habrá otro", dijo Persson, algo difícil de entender para un trabajador que no viva en los países escandinavos, donde la calidad de vida de las personas está entre las más altas del mundo, los sindicatos son poderosos y el apoyo gubernamental ha sido constante en décadas.
La educación y la salud, por ejemplo, son provistas por el Estado; así los suecos sienten que, si bien pagan altos impuestos —un 60% aproximadamente—, la comunidad los compensa. El seguro de desempleo paga cifras realistas y los empleadores financian diversos programas de capacitación. Persson y sus compañeros cobran unas 42.000 coronas mensuales (USD 5.000), tienen cinco semanas de vacaciones y, si tienen un bebé, dividen a su gusto con su pareja 480 días de licencia.
"En este lugar, los robots son apenas otro medio para que las empresas sean más eficientes", explicó The New York Times. "A medida que los empleadores prosperan, los trabajadores ganan de manera constante una rebanada proporcional de los ingresos: un contraste drástico con los Estados Unidos y el Reino Unido, donde los salarios se han estancado a pesar de que las ganancias corporativas se han disparado".
Quizá por eso, según una encuesta de la Comisión Europea, el 80% de los suecos tienen una visión positiva de los robots y la inteligencia artificial. Un contraste notable con otros países: por ejemplo, según un estudio del Pew Research Center, el 72% de los estadounidenses están preocupados por un futuro en el cual los humanos resulten desplazados por los robots y las computadoras.
Las razones son visibles: un estudio del Foro Económico Mundial, que en 2016 analizó las 15 principales economías del mundo, concluyó que los robots y la inteligencia artificial eliminarán 5,1 millones de empleos hacia 2020. Y una proyección de la Universidad de Oxford concluyó que la mitad de los puestos de trabajo en los Estados Unidos desaparecerá en dos décadas.
En cambio, en Suecia, donde los sindicatos históricamente han apoyado la tecnología como una ventaja competitiva que da más seguridad al empleo, las empresas cuentan con una cultura del trabajo beneficiosa: los empleados son receptivos a las novedades.
"Esto es especialmente crucial en la minería, una de las industrias más importantes de Suecia", según el periódico. "La única forma en que le empresa puede garantizar sus beneficios es incrementar continuamente su eficiencia".
Los sindicalistas están de acuerdo: Magnus Westerlund, subsecretario de una rama local de los trabajadores de dos minas de Boliden, dijo: "Si no se avanza con la tecnología para generar dinero, bueno, vamos a la quiebra". Y Fredrik Hases, titular de la rama local de sindicato de los técnicos, agregó: "Para nosotros la automatización es algo bueno. Nadie siente que le quitan los empleos. Se trata de hacer más con la gente que tenemos".
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