El régimen norcoreano mantuvo su amenaza sobre los Estados Unidos, luego de lo que parecía una rebaja del tono bélico y tras la primera reunión con funcionarios del Sur en dos años, al aclarar que sus misiles todavía apuntan hacia territorio norteamericano.
Ri Son-Gwon, jefe del departamento encargado de los asuntos intercoreanos para la dictadura comunista, mostró su incomodidad cuando un delegado del Sur mencionó la posibilidad de desnuclearización de la península, un aspecto que Kim Jong-un no acepta y que los Estados Unidos exigen antes de iniciar cualquier diálogo.
Pese a mostrar un tono amistoso hacia Corea del Sur, no rebajó su retórica contra Washington. "Todas nuestras armas de última generación, incluyendo nuestra bomba de hidrógeno y nuestros misiles intercontinentales, no están apuntando contra nuestros hermanos coreanos, contra China o Rusia, sino contra los Estados Unidos. Es el objetivo de todas nuestras bombas nucleares", indicó.
En ese sentido, apuntó que insistir en plantear la desnuclearización haría que los "buenos resultados obtenidos (en los primeros diálogos en la península) puedan ser reducidos a la nada".
La situación pone a Seúl entre la espada y la pared. Por una parte, le da la bienvenida a cualquier gesto o reunión que permita desescalar la tensión en la península, teniendo en cuenta que varias ciudades están a pocos kilómetros de las bases militares de Kim Jong-un, restando efectividad a sus escudos de misiles.
Sin embargo, desea continuar trabajando con sus aliados estadounidenses, que mantienen firme su postura de no dialogar con Corea del Norte si no se plantea el abandono total y verificable de su programa nuclear.
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