Gonzalo Montoya recién recobró la conciencia en la mañana de este miércoles, en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universal Central de Asturias. Lo primero que hizo fue preguntar por su esposa, que enseguida entró a verle, relató el diario La voz de Asturias.
Los guardias del Módulo 8 del Centro Penitenciario de Asturias, en España, lo habían encontrado sin signos vitales a las 21 horas del 7 de enero. Había tomado un frasco de pastillas en un intento de suicidarse. El servicio médico de la cárcel lo revisó y lo declaró muerto. Dos veces: lo certificó el facultativo de guardia de la noche y lo ratificó el de la mañana siguiente.
El sorpresivo despertar se produjo horas más tarde, en el Instituto de Medicina Legal de Oviedo, al que lo habían trasladado para el análisis de los peritos en una bolsa funeraria. Allí adentro, Gonzalo comenzó a moverse y lo escucharon roncar.
"Lo querían enterrar vivo", dijo a La Nueva España, Luis Manuel Montoya, tío de Gonzalo.
El equipo forense no podía creer lo que estaba sucediendo. El cuerpo estaba en la camilla y lo estaban por abrir cuando escucharon los ruidos. Inmediatamente lo llevaron al Hospital Universitario Central de Asturias en una ambulancia. En paralelo, se abrió una investigación para aclarar las circunstancias que han rodeado a este caso.
"Van a quedarle muchas secuelas. Está muy mal", dijo José Carlos Montoya, que está pidiendo el indulto para su hijo.
Su familia explicó que Montoya Jiménez tomaba las pastillas para prevenir ataques de epilepsia. De todos modos, reconocieron que había tenido intentos de suicidio. A poco de entrar en la cárcel, un compañero de celda le salvó la vida al encontrarlo justo después de que se colgara del cuello.
La familia insiste en que le parece imposible que tres forenses certificaran la muerte. Está convencida de que uno vio el cuerpo y que los otros dos se limitaron a rubricar el certificado. Entiende que se produjeron numerosos errores encadenados, y su idea es poner la historia en manos de un abogado.
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