El extraño periplo de los restos de los Reyes Magos hasta su descanso final en el descomunal relicario de la Catedral de Colonia

Los cuerpos de Melchor, Gaspar y Baltazar sufrieron un largo viaje por Irán, Turquía e Italia hasta llegar hace ocho siglos a la ciudad alemana donde se construyó una basílica para honrarlos con pompa y tradición

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La Catedral de Colonia (Alemania) se construyó para albergar el relicario con los resto de los Reyes Magos (Getty Images)
La Catedral de Colonia (Alemania) se construyó para albergar el relicario con los resto de los Reyes Magos (Getty Images)

Hace frío en Alemania para principios de enero, claro que la temperatura no es la misma en la montañosa región cercana a Múnich que en las playas del Mar Báltico. Pero en general hace mucho frío. En Colonia llueve ininterrumpidamente, gotas gélidas que van a parar a las aguas del ancho Rin o a los techos de la ciudad antigua. Los edificios son tan bellos que se vuelve fácil olvidar que casi nada es más que una reconstrucción post Segunda Guerra Mundial. Hacia el mediodía, toda la zona central se plagará de turistas sentados en bares y restaurants con vista al río, nunca faltará la cerveza kölsch, típica de la ciudad, ni tampoco los vecinos que salen a correr a la vera del agua sin que el clima resulte relevante. Pero no ahora. Son las siete y Colonia, tan famosa por sus fiestas y carnavales, está casi completamente dormida.

La temprana mañana es ideal para recorrer y asomarse a las puertas del imponente símbolo mayor de la región. La catedral está abierta y apenas si hay un puñado de madrugadores fieles, no hay cámaras, no hay flashes, no hay guías, no hay clicks, no hay selfies. Sólo el abrumador silencio y el murmullo acompasado de quien recorre ritualmente las capillas, una a la vez, sin prisa. Es una de las catedrales católicas más grandes del planeta, allí todo es superlativo. Entre la inmensidad y la quietud, cualquier despistado viajero podría llegar a agobiarse y olvidar el por qué de tal impresionante estructura. La respuesta no está oculta, no es un secreto ni una diminuta reliquia en alguna cajita de cristal. Está detrás del altar mayor, en una zona accesible sólo de a ratos. Es un relicario grande, pesado, cubierto de oro y adornado con detalladas figuras de apóstoles y escenas de la vida de Cristo. Es una obra tan hermosa que parece haber sido hecha para un rey. O mejor, para tres reyes. Es que la Catedral de Colonia, Alemania, es el lugar de descanso final de los Tres Reyes Magos.

La catedral comenzó a construirse en el siglo XIII y se cuiminó seis siglos más tarde (Getty Images)
La catedral comenzó a construirse en el siglo XIII y se cuiminó seis siglos más tarde (Getty Images)

Hace algo más de siete siglos, el mercader veneciano Marco Polo narró en su libro de viajes que en la ciudad persa de Sava estaban enterrados Baltasar, Gaspar y Melchor. A lo largo de dos capítulos describe las tradiciones locales relacionadas a los Reyes Magos y el sitio en el que encontró sus tumbas: "…están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete cuadrado, muy bien labrado. Estos sepulcros se hallan el uno junto al otro. Los cuerpos de los Reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos". El viajero también afirma que Sava fue el lugar de donde partieron siguiendo la estrella de Belén.

La ciudad que visitó Marco Polo actualmente se llama Saveh y se encuentra en Irán. No quedan allí vestigios de aquellas tumbas pero, de haber existido, es probable que, a mediados del siglo XIII, el veneciano en realidad se haya topado con los sepulcros de sacerdotes del zoroastrismo. También pudo simplemente haber inventado la historia para darle algo más de color a tan colorido relato. O quizás realmente se topó con la tumba de los Reyes de Oriente, tal vez los intactos cuerpos descritos fueran en realidad grabados o parte de algún tipo de monumento funerario. Porque para entonces los restos ya llevaban un siglo en Colonia.

En Alemania no se dejan los zapatos junto a la puerta, ni agua y pasto para los camellos, pero a medida que se acerca el 6 de enero las calles se pueblan de jóvenes y niños que entonan canciones de puerta en puerta y reciben donaciones. Muchos de ellos están disfrazados de Reyes Magos. Es una costumbre muy similar a los villancicos navideños estadounidenses y, si bien tiene raíces católicas, también es popular entre los luteranos. En alemán se los conoce como Sternsinger, los Cantores de la Estrella, en referencia a aquella que guiara a los peregrinos hacia Belén según el relato bíblico. Después de las canciones, es tradicional que los jóvenes bendigan la casa mediante un curioso código escrito con tiza en el frente del edificio: incluye el año, un asterisco que simboliza la Estrella de Belén, tres cruces (que bien pueden referir al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo o a los Reyes Magos) y las letras C, M y B. Los más conservadores dirán que esta es la sigla de "Christus mansionem benedicat" ("qué Cristo bendiga esta casa"), pero para otros son las iniciales de Gaspar, Melchor y Baltasar en alemán. Y el doble significado aporta color y cierto misterio a todo el asunto.

El relicario mide 2,20 metros de largo y 1,50 de alto y pesa 350 kilos.
El relicario mide 2,20 metros de largo y 1,50 de alto y pesa 350 kilos.

Antes de Colonia, los restos de los Reyes Magos estaban en Milán. Pero es dificultoso rastrear cómo es que un tesoro tan importante para el cristianismo llegó allí desde algún punto de Oriente Medio. La teoría más aceptada señala como responsable a la emperatriz romana Elena. Su hijo fue Constantino el Grande, emperador que legalizó el cristianismo en 313 y fundó la actual Estambul, ciudad que por entonces llevaba un nombre que honraba al soberano: Constantinopla.

Constantino no sólo era tolerante sino que sentía cierta fascinación por el naciente credo, fue por eso que envió a su madre en busca de las primeras reliquias del cristianismo. En sus dos años de viaje Elena mandó a construir templos y monasterios, entre ellos la Iglesia de la Natividad en Belén, pero también se dedicó a rastrear tesoros. La tradición afirma que Elena efectivamente logró importantes descubrimientos, entre ellos la cruz verdadera, en la que había sido crucificado Cristo, y también los restos de los Reyes Magos. Es posible que el hallazgo haya sido en la misma Sava que visitó mil años más tarde Marco Polo.

Las reliquias fueron enviadas alrededor del año 330 a Constantinopla, ya por entonces capital del Imperio Romano, pero no es fácil determinar cuánto tiempo permanecieron allí. Algunas versiones afirman que no fue mucho, ya que apenas catorce años más tarde fueron donadas por el emperador a San Eustorgio, arzobispo de Milán, quien las trasladó a esa ciudad. A partir de entonces los restos de Melchor, Baltasar y Gaspar permanecieron en la basílica que construyó el mismo San Eustorgio y que hoy lleva su nombre.

A media tarde la catedral ya está repleta de turistas, de cámaras, de flahes, de guías, de clicks, de selfies. En las puertas hay personal de seguridad que revisa mochilas y bolsos, pero también hay vendedores y limosneros que se mezclan con los participantes de una manifestación política frente al edificio. Hay gente, mucha gente. Y ya no se perciben ni las dimensiones ni los detalles de tamaña construcción. Si la mañana temprana es el horario ideal para visitar el interior de la catedral, la tarde es el momento de alejarse y tener una visión más general.

Colonia es la cuarta ciudad más poblada de Alemania así que no es un pequeño pueblo. Y sin embargo, a 770 años del inicio de su construcción, la catedral medieval es el segundo edificio más alto. Destaca desde casi cualquier rincón de la ciudad y es por eso que siempre ha sido no sólo un símbolo sino también una referencia geográfica, como lo fue para las tropas francesas que tomaron Colonia en 1794. Para entonces las casas no tenían ningún tipo de numeración, así que los invasores debieron crear un sistema secuencial de direcciones partiendo de la catedral y abarcando a toda la ciudad por igual, sin importar calle o barrio. Una de esas nuevas numeraciones le dio nombre a 4711, quizás la más famosa marca del invento local más importante: el Agua de Colonia.

La exclusiva y excluyente razón de la opulencia de la catedral es aquel dorado relicario algo oculto detrás del altar mayor. Consiste en tres sarcófagos que forman una suerte de pirámide y está cubierto de oro, plata y numerosas piedras preciosas. Pesa 350 kilos y mide 2.20 metros de largo y 1.50 de alto. Ni siquiera la enormidad del edificio lo hace ver pequeño. Brilla como la más hermosa joya, reflejando las luces de algún flash y de las cámaras que no logran captar los intrincados detalles. Es una obra tan compleja que se necesitaron casi 45 años para terminarla. Fue recién en 1225. A partir de entonces se planificó una catedral acorde al tesoro que debía resguardar y con suficiente capacidad para albergar a los miles de peregrinos que querrían verlo. La construcción comenzó 23 años más tarde y se extendería por más de seis siglos.

En Milán aún extrañan tanto a los Reyes Magos que la Basílica de San Eustorgio conserva en la punta del campanario una estrella en lugar de la tradicional cruz. En el interior de la iglesia hay un sarcófago romano de mármol vacío desde que Federico Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano, invadió y saqueó Milán en 1164. La última parte del largo andar de los restos es probablemente el único dato histórico certero y fidedigno de todo el recorrido: Barbarroja regaló las reliquias a Reinaldo de Dassel, uno de sus consejeros más cercanos y arzobispo de Colonia, quien las llevó al sitio en el que permanecen hasta hoy. A partir de entonces el escudo de la ciudad exhibe en su parte superior tres coronas doradas.

(Getty Images)
(Getty Images)

¿Pero qué certeza hay de que los tres Reyes Magos, aquellos que alguna vez siguieron una estrella desde oriente y que hoy visitan nuestras casas a bordo de sus camellos, están realmente en Alemania? A mediados del siglo XIX se abrió el relicario y se encontraron huesos que correspondían a los restos de tres hombres. Ese es un comienzo. Lo cierto es que el relato bíblico no ofrece demasiados detalles sobre estos misteriosos hombres: no dice que fueran reyes, ni que fueran tres, ni sus nombres, ni sus orígenes, y tampoco que fueran magos, al menos no como sinónimo de hechiceros. Si la tradición les ha dado rostro e identidad a aquellos viajeros hasta el punto tal que hoy los niños cantan en las calles disfrazados de Reyes Magos, la misma tradición bien puede colocar su descanso final en Colonia. Misma tradición que hace que cada 5 de enero haya algo de pasto y un poco de agua en algún lugar de la casa.

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