Se estima que las superbacterias matan a unas 700.000 personas por año en este momento. Los microbiólogos advierten que el mundo no está muy preparado para su amenaza en el futuro cercano: calculan que la creciente cantidad de bacterias capaces de resistir a los antibióticos matará a 10 millones de personas por año hacia 2050. Eso es más gente que la que hoy muere de cáncer.
Si bien los países más afectados son los de menos recursos, donde se dan variantes de malaria y tuberculosis que no responden al tratamiento, los microbios no respetan las fronteras. A finales de 2015 Tom Patterson, un profesor de la Universidad de San Diego, regresó a su casa en California, tras un viaje por Egipto, con una infección de Acinetobacter baumannii, una oportunista mortal que se mostró resistente a una farmacia entera. Cuando entró en coma, su esposa, una bióloga de la institución, aceptó un tratamiento con bacteriófagos, o fagos, una clase de virus capaces de eliminar bacterias.
Algo que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) no ha aprobado para su uso masivo, sino sólo para usar en humanos en casos sin esperanza y como parte de una investigación.
En marzo de 2016 Patterson salió de un coma de meses y fue celebrado formalmente como "la primera persona que recibió una terapia endovenosa de fagos satisfactoriamente", según el sitio de la universidad. Como están programados para devorar —de ahí su nombre— a las bacterias, no representan una amenaza a gran escala para las personas.
Los fagos inyectan su ADN en las células de las bacterias, donde se multiplican y causan que la bacteria se rompa y muera. Son tan específicos que cada cepa ataca una clase particular de bacteria, es decir, todo lo opuesto a un antibiótico de amplio espectro. Son, además, los organismos más numerosos que existen.
Aunque la recuperación de Patterson fue difícil, su caso ilustró las posibilidades de una alternativa a los antibióticos que no es nueva, pero que se dejó de estudiar poco antes de su identificación entre 1915 y 1917.
El inglés Frederick Twort y el francés Félix d'Herelle se atribuyeron el descubrimiento y dieron origen a una guerra de egos y política internacional. Cuando en las décadas de 1940 y 1950 comenzó la producción industrial de antibióticos, el tratamiento costoso y controversial quedó en el olvido.
"Se usa comúnmente en partes de Europa del Este y la ex Unión Soviética como otra forma de tratar infecciones que de otro modo se podrían combatir con antibióticos", según Business Insider, que presentó la investigación de una pequeña empresa AmpliPhi Biosciences, que intenta que su tratamiento de fagos contra el Staphylococcus aureus y la Pseudomonas aeruginosa —que afecta los pulmones de personas con fibrosis quística— se apruebe en los Estados Unidos.
Paul Grint, el dueño, observó que actualmente es posible hacer una secuencia genética de las bacterias, de manera tal que se puede tener la certeza de que los fagos que se cultiven para atacarlas serán los exactos.
Steffanie Stathdee, la esposa de Patterson, estaba doblemente feliz por la recuperación de su marido. No sólo se había salvado: había adelantado la investigación que ella lleva adelante con sus colegas del departamento de Salud Global.
A comienzos de noviembre, un mensaje de ella en Twitter mostró que el equipo había recibido otro caso. El tuit parecía escrito en clave:
#Phage researchers! I am working with a team to get Burkholderia cepacia phages to treat a 25 y old woman with CF whose infection has failed all #antibiotics. We need lytic non-lysogenic phage URGENTLY to find suitable phage matches. Email sstrathdee@ucsd.edu if you can help!
— Steffanie Strathdee (@chngin_the_wrld) November 8, 2017
"¡Investigadores de #fagos! Trabajo con un equipo para conseguir fagos de Burkholderia capacia para tratar a una mujer de 25 años con fibrosis quística cuya infección ha rechazado todos los #antibióticos. Necesitamos fagos líticos no lisogénicos URGENTE para encontrar pares adecuados. ¡Escriban por correo electrónico si pueden ayudar!".
Alguien pudo, siguió el caso la revista Time. Así Mallory Smith, una paciente con doble transplante de pulmón que ingresó en estado crítico al Centro Médico de la Universidad de Pittsburg, salvó la vida también.
Según el artículo, "la población general no entiende bien el alcance de la amenaza que representan las superbacterias" y "en el horizonte no hay mucha esperanza en lo que respecta a nuevas drogas". No, al menos, en el campo de los antibióticos: en un año desde el lanzamiento de uno nuevo, los microbios se adaptan y comienzan a presentar resistencia.
"Esto es una crisis", dijo a Time Ry Young, director del Centro de Tecnología de Fagos de la Universidad A&M de Texas. "La gente no es consciente del peligro".
2018 parece el año en que eso puede cambiar, ya que los experimentos hechos con Patterson y Smith abrieron la puerta a ensayos clínicos auspiciados por la FDA.
Según advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS) "existe una necesidad urgente de invertir en la investigación de infecciones resistentes a la tuberculosis, o retrocederemos a la época en que la gente le temía a las infecciones más comunes y arriesgaba sus vidas en una cirugía menor". Un corte hecho con un papel. Una otitis. Algunas enfermedades de transmisión sexual, como la gonorrea, que la OMS considera potencialmente "imposible de tratar" en el futuro cercano, se agravan hasta causar problemas de salud graves y permanentes.
"Los defensores de la investigación en fagos dicen que el tratamiento nunca reemplazará a los antibióticos: para las infecciones de rutina, esos medicamentos serán siempre más convenientes y fáciles de usar", según Time. "Pero si la FDA aprueba los fagos, podrían convertirse en un antídoto poderoso a las superbacterias cada vez más comunes".
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