Diana Quer desapareció en agosto de 2016 en un pueblo de Galicia donde pasaba sus vacaciones de verano. Tras más de un año de angustia y elucubraciones de la más variada índole, la Guardia Civil localizó su cadáver este domingo en el interior de una nave industrial a unos kilómetros de Rianxo, en la provincia de La Coruña.
El hallazgo se produjo después de que el principal sospechoso del caso, José Enrique Abuín, alias El Chicle, confesara haber matado a la madrileña de 18 años e indicara el lugar en el que abandonó sus restos. Este criminal de 41 años vivía en Boiro, localidad próxima a Puebla de Caramiñal, donde desapareció Diana.
Hijo de un marinero retirado y de una obrera que trabajaba en una fábrica de conservas, siempre vivió en el mismo lugar. Está casado desde hace 15 años y tiene una hija de ocho. Entre sus gustos y costumbres sobresale la afición al running, deporte en el que solía competir.
En las redes sociales se describe como un "estudiado en la vida y en el trabajo diario". Sin embargo, tiene un espeso historial criminal. La denuncia más grave es la violación de su cuñada. El ataque se produjo en 2005, pero la hermana de su mujer no se animó a ratificar la denuncia ante la Justicia, y El Chicle fue sobreseído. Ese poder de amedrentamiento es el que explica que su esposa haya mentido hasta último momento para defenderlo, diciendo que no había salido de la casa la noche del homicidio.
En 2007, volvió a quedar en la mira de las autoridades, pero esa vez no pudo salvarse. Fue arrestado por ser parte del clan de Os Fanchos, una red de narcotraficantes que operaba en la zona. Pasó dos años en prisión.
El Chicle conocía como nadie la nave industrial en la que apareció el cuerpo de Diana, porque está ubicada a metros de la casa de sus padres. Tras haber sido sede de una fábrica de gaseosas y de una tienda de muebles, estaba abandonada desde hacía cinco años.
Por sus antecedentes, Abuín fue desde un comienzo uno de los sospechosos del asesinato. Ya había sido interrogado en varias ocasiones al inicio de las pesquisas, pero fue descartado, ya que su mujer insistía en que estuvieron juntos la noche de la desaparición de Diana.
El quiebre se produjo hace unos días, cuando intentó secuestrar a una mujer forzándola a entrar en su auto. Tuvo que desistir por la resistencia de ella, lo que alertó a algunos testigos. Este evento puso de nuevo en alerta a los investigadores, que además lograron relacionar a El Chicle con un celular que registraba movimientos en el lugar en el que había desaparecido Diana.
Con estos elementos, la policía presionó a la esposa de Abuín, que ya no pudo sostener la mentira y reconoció que aquella noche él había salido solo. Sin coartada, y con la acumulación de evidencias en contra, El Chicle terminó confesando el crimen. Luego acompañó a los agentes al lugar en el que había dejado el cuerpo.
Tras 16 meses de incertidumbre
La argentina Diana López-Pinel, madre de Quer, perdió el rastro de su hija a primera hora de una madrugada de agosto. Según varios testigos, se suponía que volvía a su casa, en las afueras de Puebla de Caramiñal, procedente de las fiestas del pueblo. Pero nunca regresó.
"Me estoy acojonando, un gitano me estaba llamando", decía el último WhatsApp que le envió Diana a una amiga a las 2:40 de la madrugada de ese 22 de agosto en el que se la vio por última vez. "¿Y qué te ha dicho?", respondió la amiga, y Diana contestó: "Morena ven aquí". La joven recibió nuevas consultas, que llegaron a su celular, pero nunca fueron leídas. Una hora y media después, el dispositivo se apagó y nunca más se volvió a encender.
Desde ese momento, solo hubo confusión y pistas falsas. La joven fue buscada incluso en el extranjero, después de las sospechas de la madre de que podía estar en los Estados Unidos. Fue necesaria, 16 meses después, la confesión del asesino para encontrarla y resolver el caso.
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