El periódico estadounidense The Washington Post accedió a una serie de documentos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev que vinculan a Rusia con el repentino progreso del armamento militar de Corea del Norte en los últimos años.
La relación, sin embargo, se remonta al colapso de la Unión Soviética a principios de los años noventa. Unos meses después de aquel hecho histórico, un grupo de inversores estadounidenses y científicos rusos llegaron a un acuerdo para comercializar la familia de misiles del arsenal ruso diseñados para ser lanzados desde submarinos.
Juntos fundaron la empresa Sea Launch Investors para realizar sus propósitos.
Entonces se pusieron a la venta poderosos misiles llamados Calm y Ripple, que fueron originalmente construidos para lanzar cabezas nucleares al espacio desde una barcaza o un tubo submarino. También ofrecían un nuevo modelo llamado Surf, que se podía lanzar desde el costado de un barco y disparar directamente desde el agua.
La idea detrás del negocio, según escribió uno de sus socios a principios de 1993, era vincular a las compañías de satélites de los Estados Unidos con un importante laboratorio de armas ruso para "convertir misiles submarinos potencialmente amenazantes en pacíficos impulsores del espacio".
No obstante, como los estadounidenses enseguida enfrentaron una serie de barreras legales y burocráticas que impidieron desarrollar el emprendimiento, los rusos avanzaron las negociaciones con un nuevo socio dispuesto a pagar efectivo por la tecnología militar soviética: Corea del Norte.
Más de dos décadas después, algunos de los diseños soviéticos están reapareciendo, uno tras otro, en misiles sorprendentemente sofisticados que han desarrollado los norcoreanos en los últimos dos años.
Sin ninguna otra explicación detrás del progreso sin precedentes de la capacidad militar del régimen comunista, los documentos adquiridos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev ofrecen nuevas pistas sobre los posibles orígenes de los avances técnicos manifestados en los últimos misiles del país y que a primera vista parecen haber llegado de la nada.
"La pregunta que se ha planteado desde hace mucho tiempo es: ¿Corea del Norte obtuvo esta tecnología de una venta de armas [rusa]?" preguntó David Wright, experto en misiles de la Union of Concerned Scientists (Unión de Científicos Preocupados). "¿Recibieron los planos hace años y ahora están en el punto donde pueden construir estas cosas?".
Los documentos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev incluyen folletos de marketing para una serie de misiles soviéticos de primera línea que fueron capaces de castigar con ojivas nucleares a las ciudades estadounidenses. La evidencia de que los diseños terminaron finalmente en Corea del Norte es, en parte, circunstancial.
Por un lado, en 1993, con el proyecto ruso-estadounidense ya en marcha, más de 60 científicos de misiles rusos y familiares de la instalación de Makeyev fueron arrestados en el Aeropuerto Internacional Sheremetyevo de Moscú mientras se preparaban para viajar a Pyongyang para trabajar como consultores.
No obstante, funcionarios de inteligencia estadounidenses, rusos y surcoreanos concluyeron más tarde que algunos de los científicos lograron finalmente viajar a Corea del Norte para ofrecer planos y asesoramiento técnico para el programa de misiles del país.
Por otro lado, otro punto de congruencia es convincente pero meramente observacional: la similitud entre los diseños soviéticos de Makeyev y las armas norcoreanas desarrolladas en los últimos años.
En el caso más llamativo, el Hwasong-10, o Musudan, un misil de una sola etapa probado con éxito por Kim Jong-un en junio de 2016, parece utilizar el mismo motor y muchas características de diseño que el R-27 Zyb, un misil balístico de lanzamiento submarino de la Unión Soviética, diseñado por científicos de Makeyev y anunciado en uno de los folletos obtenidos por The Washignton Post.
Según los documentos que consiguió el periódico, los fundadores estadounidenses de Sea Launch Investors vieron su proyecto conjunto con los rusos como la respuesta rentable a dos preocupaciones globales apremiantes.
Una de ellas era la escasez de capacidad de lanzamiento para una nueva generación de satélites que prestaban servicios a la industria mundial de las telecomunicaciones, por entonces en rápida expansión.
La otra preocupación era el número de científicos de armas militares que terminaron desocupados tras la caída de la URSS. ¿A qué se dedicarían los miles de físicos, químicos, microbiólogos e ingenieros que desarrollaron el inmenso arsenal de armas nucleares, químicas y biológicas del Ejército Rojo?
Los estadounidenses que fundaron Sea Launch Investors en 1992 creían que su proyecto podría ayudar a prevenir la fuga de talento de expertos rusos en armas a terroristas y estados rebeldes. "No solo ayudamos a los rusos a pagar sus cuentas y a estabilizar su país mostrándoles cómo funciona el sistema de libre empresa", "sino que también ayudamos a aquellos estadounidenses que buscan una forma económica de poner satélites en órbita",escribió John E. Draim, piloto e ingeniero naval, en el plan de negocios de la compañía en 1993″.
Debido a regulaciones gubernamentales y a las limitaciones impuestas por el Tratado sobre Misiles Antibalísticos, el proyecto fue interrumpido desde sus comienzos y finalmente terminado en 1995.
Para entonces, algunos de los dibujos y planos de Makeyev aparentemente fueron filtrados a otros países. Los científicos rusos detenidos en el aeropuerto de Moscú en agosto de 1993 reconocieron a los investigadores que habían sido reclutados por Corea del Norte para desarrollar cohetes que supuestamente serían utilizados como impulsores espaciales de satélites.
Con la reciente prueba exitosa del primer misil balístico intercontinental capaz de alcanzar todo el territorio de los Estados Unidos, es evidente que los verdaderos propósitos del régimen era desarrollar un arma nuclear capaz de bombardear al mundo.
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