La Segunda Guerra Mundial es conocida, en parte, como el conflicto que consolidó el dominio del poder aéreo. La Luftwaffe alemana marcó el camino en los primeros años que luego fue tomado y recorrido hasta niveles insospechados de destrucción por la Real Fuerza Aérea británica y luego la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
El corolario de esta historia podría ser el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima, en 1945, realizado por un solitario bombardero cuatrimotor B-29.
En este contexto el poder aéreo también se lanzó a los mares y modificó para siempre el rol y las capacidades de las marinas de todos los países del mundo. Y el símbolo de esto fueron los portaaviones, que aún hoy son una de las plataformas de proyección militar más importantes.
Pero a pesar de sus avances en aeronáutica, motores a reacción y misiles balísticos, la Alemania nazi de Adolf Hitler se quedó muy atrás de los portaaviones que operaron los británicos, los japoneses y los estadounidenses.
Hitler había querido evitar esto con el Graf Zeppelin, el que se habría convertido en su primer portaaviones y orgullo de la flota. Pero el proyecto se dilató y la guerra acabó antes de que pudiera ser completado, sin posibilidad de formar parte de la maquinaria de guerra nazi.
Derruido, ya obsoleto y sin terminar, el buque finalmente fue hundido en 1947 los soviéticos en el Mar Báltico.
La historia comenzó en 1935, cuando se firmó el contrato para su construcción en los astilleros de Deutsche Werke en Kiel. En ese momento la decisión era de avanzada, ya que los portaaviones eran todavía armas experimentales que no habían demostrado su valor.
La Segunda Guerra Mundial cambió todo eso, cuando los escuadrones de aviones embarcados hundieron destructores, acorazados, cruceros y todo barco que se les cruzó, como en las batallas de Pearl Harbor, Midway y Mar del Coral, dando por tierra los pilares de guerra naval que habían quedado fijos durante siglos.
La construcción del buque comenzó en 1936 y dos años después fue botado con el nombre de Graf Zeppelin, en honor al empresario alemán que fundó la famosa fábrica de dirigibles.
Cuando la guerra finalmente estalló el Graf Zeppelin estaba terminado en un 85% y prometía ser el orgullo de la flota alemana. Tenía un impresionante largo de 262,5 metros, un ancho de 31,5 y un calado de 7,6. Su deplazamiento era de 23.200 toneladas (aunque en su versión habría superado las 30.000) y alcanzaba una velocidad de 35 nudos (unos 65 kilómetros por hora).
Su tripulación estaba compuesta por 1.720 marinos y oficiales, además de unos 300 pilotos y demás personal de vuelo.
A bordo podía llevar 20 Messerschmitt BF109T, la versión naval el famoso caza que en ese momento era uno de los más modernos y letales del mundo junto al británico Supermarine Spitftire; 20 bombarderos en picada Junkers Ju87 "Stuka"; y 10 torpederos Fieseler Fi 167.
Pero la guerra cambió las prioridades, y las obras en el Graz Zeppelin se atrasaron para permitir la construcción de otros barcos más urgentes, así como también se utilizaron sus cañones antiaéreos para defender parte del territorio que Alemania comenzaba a conquistar rápidamente.
El ataque japonés en Pearl Harbor en 1941, en el cual una flota de seis portaaviones causó un duro golpe a los acorazados y cruceros de la marina de Estados Unidos, renovó el interés, pero para entonces muchos aspectos del portaaviones debían ser modernizados, como por ejemplo el sistema de radares, sus aeronaves o las armas antiaéreas a bordo.
En 1942, un año después de la pérdida del acorazado Bismarck y tras la derrota estratégica de la flota de superficie alemana, que, sin poder competir con los británicos, cedió el protagonismo a los submarinos, finalmente Hitler ordenó el fin de las obras y el Graf Zeppelin nunca entró en operaciones.
Sobre el final de la guerra la tripulación que custodiaba el buque intentó hundirlo pero los soviéticos lo capturaron y repararon para que pudiera volver a navegar.
Tiempo después, en 1947, el Graf Zeppelin fue hundido, como ocurrió con tantos buques alemanes capturados según los acuerdos firmados entre los aliados.
Por muchos años se desconoció el lugar donde esto había ocurrido, y había incluso un rumor de que Josef Stalin, el dictador de la Unión Soviética, había ordenado que lo hundieran en el Mar de China Oriental.
Pero en 2006 un buque explorador petrolero polaco encontró un naufragio de sus mismas dimensiones en el Mar Báltico, a 80 metros de profundidad. Tras una serie de investigaciones, concluyeron con un 99% de seguridad que era el Graz Zeppelin, según reportó en ese momento la BBC.
Sería una tumba lógica, ya que el Mar Báltico está repleto de naufragios provenientes de los últimos 2.000 años de historia europea, y fue además un intenso campo de batalla entre alemanes y rusos durante la guerra.
Como recuerda la revista alemana Der Spiegel, bajo sus aguas pueden encontrarse cocas, rudimentarias embarcaciones del siglo X, y sus tripulantes atrapados dentro; buques de guerra alemanes de la segunda guerra mundial; submarinos soviéticos de la Guerra Fría; pesqueros polacos; e incluso el crucero MS Estonia, hundido en 1994.
El agua fría, a una temperatura de cuatro grados, y su famosa tranquilidad ha permitido que los buques se conserven relativamente bien y la zona es un destino típico de buceadores.
Allí reposa ahora el Graf Zeppelin, otro más de los delirios inconclusos del dictador que arrastró al mundo a la guerra más destructiva de la historia.
LEA MÁS: