La fotografía tomada por el libanés Joseph Eid a Mohamed Mohiedin Anís se convirtió en un ícono de la barbarie bélica y se viralizó en las redes sociales en marzo pasado. Por entonces, la guerra siria transitaba uno de sus más dramáticos capítulos: la batalla por la ciudad de Alepo.
"Una de las imágenes más impactantes y poderosas que he visto en mucho tiempo. Una novela en un disparo", "Impactante", "Conmovedora", eran los comentarios que se multiplicaron por miles junto a la fotografía de la agencia France Press.
Fumando su pipa mientras escucha la música que brotaba de una antigua vitrola, el protagonista de la imagen parece abstraído. Su cabello y su barba blanca están desalineados, su traje color verde está sucio, y el mundo a su alrededor, la habitación, se encuentra en ruinas.
¿Quién es ese hombre? ¿Por qué no huyó de una ciudad que por entonces estaba convertida en un campo de batalla? ¿Cómo era su vida antes de la guerra que aún hoy desangra a su país? Un reportaje publicado por el diario El País buscó reconstruir la historia de Mohamed Mohiedin Anís, el hombre de la foto, y reveló una verdad mucho más oscura que la que cualquiera hubiera imaginado.
Anís tiene setenta años, y proviene de una familia aristócrata de la alguna vez pujante ciudad de Alepo. En el sótano de lo que queda de su casa tiene algunos productos cosméticos llenos de polvo de la próspera empresa que dirigía hasta el 2011, cuando sonaron los primeros bombardeos. Su padre le transmitió en la juventud su pasión por los automóviles, aunque de la colección de unos 30 vehículos ordenados en la calle de su destruida vivienda, sólo le quedaron dos tercios. El resto fueron robados, intercambiados, confiscados por el Ejército sirio o por los rebeldes, algún otro fue vendido.
Su otra pasión son las mujeres. Se define polígamo, aunque sus dos mujeres huyeron de la guerra y quizás también de él -una a Beirut y la otra a Damasco-. Risueño, confiesa que no le importaría tener una tercera para colmar su soledad. Sus ocho hijos viven desperdigados entre Siria, Turquía y Europa.
Además de árabe, Anís habla español, inglés, italiano y francés. España es su segundo país y Andalucía su región favorita por los lazos que la unen con su pueblo. Aprendió español en Zaragoza, donde vivió cuando estudiaba medicina entre 1970 y 1975.
En uno de los salones de su casa, sin embargo, emerge en forma de una pintura otra de las caras de Anís, oculta detrás de su erudicción, sus trajes, su romanticismo y su energía. "Si dicen que he muerto, desconfía", se lee en español y en árabe pintado en la pared junto a una esvástica sobre una bandera roja y un desafiante Hitler, tamaño natural y con su brazo derecho estirado haciendo el saludo nazi.
"Soy un fascista y un franquista", reivindica entre carcajadas. Y admite que su admiración por Franco nació durante los últimos años que vivió en España: "Logró destruir el anarquismo y devolver la democracia a España con el rey Juan Carlos". Su admiración por Hitler ha rebalsado la pintura de su casa; cuando fue a inscribir a uno de sus tres hijos varones en el registro civil, debió enfrentarse a un funcionario público de Damasco que se negaba a aceptar "Hitler" como segundo nombre del niño.
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