La enigmática identidad de Corea del Norte explorada desde el diseño gráfico

Una colección cultivada durante 25 años permite entender otro aspecto de la hermética nación asiática

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Un cuarto de siglo atrás, Nicholas Bonner realizó un viaje de estudios desde su Inglaterra natal a Beijing, China, para poder aprender sobre la particular arquitectura del gigante asiático. Por esas vueltas del destino, terminó fundando su propia agencia de viajes con el foco puesto en Corea del Norte, en conjunto con unos socios.

Al día de hoy, la empresa continúa operando con base en Beijing y ya ha organizado centenares de tours al hermético país bajo el mando del régimen de Kim Jong-un, lo que lo ha llevado a coleccionar una infinidad de objetos de lo más variados a lo largo de los años, desde envoltorios de dulces, talones de tickets usados, estampillas y hasta etiquetas de botellas de cerveza.

Los objetos son el sujeto de estudio y los verdaderos protagonistas de un nuevo libro titulado "Hecho en Corea del Norte", publicado por Phaidon, el cual permite espiar el mundo secreto del diseño gráfico y lo que podrían considerarse los esfuerzos de mercadeo y publicidad nacionales, dentro de los parámetros que se manejan en uno de los últimos remanentes del comunismo en el mundo actual.

Con gráficos que tienden a ser en exceso simples, probablemente dado que son diseñados con métodos rudimentarios que no contemplan los software modernos y completamente digitalizados utilizados en el resto del mundo, el packaging de los diferentes productos sirve para develar un aspecto desconocido y poco estudiado de Corea del Norte.

"El país es justificadamente reconocido por ser un lugar donde abundan las restricciones, normas y barreras a la interacción" dijo Bonner en diálogo con el periódico financiero The Wall Street Journal. Es por eso tal vez, que su libro resulta tan atractivo por el simple hecho de que permite entender mejor el día a día de la rutina de un ciudadano bajo la censura constante de una dictadura.

"Hasta no hace mucho, no existía lo que se conoce como 'reconocimiento de marca' en Corea del Norte, más allá de productos de consumo masivo como cigarrillos o alcohol" compartió Bonner. "La mercadería generalmente sólo presenta una fotografía bastante explícita de lo que se incluye dentro de, por ejemplo, una lata" explicó el autor.

Convertido en uno de los pocos testimonios no censurados y sin filtro de Corea del Norte, el libro devela el fascinante y sorprendentemente atractivo mundo de la cultura gráfica norcoreana y entre algunos de los recuerdos incluidos se encuentran folletos de hotel, etiquetas de equipaje y entradas para los vistosos juegos colectivos, una de las tradiciones más representativas el régimen.

"Dejar Corea del Norte no es como huir de cualquier otro país. Se asemeja más a dejar otro universo. Nunca me liberaré del todo de su campo gravitacional, más allá de cuánto logre alejarme" confesó en su momento el desertor Hyeonseo Lee, relato que probablemente sirva para entender también el lenguaje gráfico que parece salido de otra era, ya pasada.

"Me sentí cautivado y simplemente atrapado por los elementos de diseño gráfico presentes en la mercadería local. Me compraba caramelos y conservaba los envoltorios hasta que comencé a calcular una cantidad de cosas en grandes cajas, en lo que muchos calificarían como una actitud preocupante" confesó Bonner a la publicación británica Creative Review.

Ensayos de corta extensión redactados por Bonner suelen acompañar la mayoría de las imágenes y ayudan a comprender de forma más profunda la vida diaria y la cultura de un país que vive bajo el más agobiante hermetismo.

"El diseño gráfico en Corea del Norte no busca explícitamente promocionar las cualidades de un producto sobre otro de la competencia, dado que en la mayoría de los casos no existe tal competencia" dijo Bonner.

A diferencia de los que sucede en Occidente, donde las distintas marcas buscan seducir y persuadir al potencial consumidor, con la intención de convencerlo de que su vida de alguna forma mejorará, en Corea del Norte la estrategia visual suele ser menos ambiciosa y los creativos suelen jactarse de que no existe "prácticamente influencia alguna de Occidente" en lo que hace a publicidad.

"Hasta recientemente, no existían los carteles publicitarios en la vía pública, los comerciales en televisión o el Internet" más allá de que el sistema que se encuentra en operación está fuertemente censurado, limitado a una red Intranet a la que los ciudadanos sólo pueden acceder mediante smartphones o las bibliotecas públicas.

Bonner compartió con Creative Review que a pesar de las obvias limitaciones, los diseñadores norcoreanos de cualquier manera piensan en el atractivo visual de sus productos para que se destaquen en las góndolas, pero el contexto en el que dicha mercancía se exhibe es muy distinto al de países desarrollados del resto del mundo.

"Las estanterías acumulan una hilera completamente monótona de productos iguales, uno al lado del otro, algo muy diferente a lo que sucede en el oeste donde las cadenas suelen colocar productos de distintas marcas pegados uno con el otro".

Al igual básicamente todo aspecto de la vida en Corea del Norte, el diseño gráfico es controlado por el estado. La mayoría de los diseñadores gráficos se capacitan en la universidad antes de ingresar a trabajar en el Estudio de Artes Industriales o alguna otra compañía con sede en Pyongyang.

Al igual que los productos elaborados por todas las fábricas que irremediablemente son propiedad del gobierno, cada pieza de diseño deberá contar con el visto bueno estatal para poder ver la luz.

Las influencias de otras naciones comunistas, como la ex Unión Soviética y China, pueden verse en la infinidad de productos que Bonner coleccionó tal vez sin saber el valor simbólico que acumularían 25 años después de haber comenzado su singular iniciativa.

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