El motociclista y su secuaz recorrían las calles de Londres. A simple vista, podían parecer dos personas de paseo. Pero no, estaban buscando una víctima.
Al ver a la mujer de espaldas, cruzando la calle, se dieron cuenta de que era un blanco ideal. El criminal que viajaba como acompañante extendió el brazo y le arrebató el bolso sin dificultades. Entonces, el conductor aceleró para escapar.
En ese instante, un vecino que estaba del otro lado de la calle, y que había visto todo a la distancia, decidió intervenir. Corrió, pegó un salto en el momento en que pasaba la motocicleta y arrojó al delincuente al suelo. Con él cayó la cartera de la víctima.
El ladrón apenas llegó a pararse. Sin ningún intento por recuperar el botín, se subió al vehículo y huyó con su cómplice.
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