La tumba en la que descansan los restos de quienes construyeron la gran pirámide de Giza son sagrados. Para proteger el lugar de intrusos, los capataces de la monumental obra maldijeron la montaña tribal cercana a la pirámide donde se construyó el cementerio. Desde su descubrimiento hace 30 años, el acceso a ella se ha mantenido cerrado al público.
En la estructura, que tiene unos 4.500 años de antigüedad, fueron depositados los cuerpos de los trabajadores junto a los de tres personas de alta jerarquía: el supervisor del palacio real, el supervisor de la construcción de la pirámide y un tercer funcionario.
La tumba del supervisor del palacio real, Nefer Theth, se halló en perfecto estado de conservación detrás de dos puertas falsas con inscripciones.
Los constructores de la tumba dejaron un mensaje escalofriante para los intrusos: "Todas las personas que ingresen a esta tumba, los que le hagan daño o la destruyan, tendrán al cocodrilo en su contra en el agua, y las serpientes en su contra en la tierra. También los hipopótamos en su contra en el agua y los escorpiones en su contra en la tierra".
A pesar de esas advertencias, el Ministerio de Antigüedades egipcio anunció la apertura al público de la visita al cementerio de los trabajadores, como parte de un plan mayor de ir habilitando nuevos espacios a los visitantes en la meseta de Giza.
El anuncio del Ministerio de Antigüedades egipcio de la apertura del acceso público a la tumba
El mes pasado se dio a conocer el modo en el que los trabajadores trasladaron a través de un sofisticado sistema de canales las 170 mil toneladas de piedra caliza que se utilizaron para la construcción de la pirámide.
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