Cuando el 4 de agosto de 1944 Ana Frank escuchó un golpe seco contra su pared, supo que algo raro pasaba. No era un sonido frecuente en aquel escondite secreto. Algo similar había sentido pocos meses antes, cuando la Gestapo había inspeccionado el edificio donde vivía oculta de los nazis durante la ocupación alemana en Holanda. En esta ocasión fue llevada junto con otras siete personas que se refugiaban con ella.
Todos, salvo su padre, Otto Frank, murieron en los campos de la muerte.
A poco más de 73 años de esa detención, un equipo de investigadores y forenses liderados por un ex agente del FBI intenta develar uno de los mayores misterios del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial: ¿Quién traicionó y entregó a Ana Frank? Quien conducirá las nuevas pistas será Vince Pankoke, un investigador retirado de la agencia federal norteamericana, quien en principio reconstruirá la historia de cómo se llevaron a la pequeña de la vivienda en que vivía oculta en Ámsterdam.
Lo primero que hará Pankoke es realizar un detallado escaneo de material histórico, para luego emplear la tecnología que no se tuvo en las anteriores pericias hechas para intentar determinar quién avisó a la policía alemana el lugar exacto donde se encontraba escondido un grupo de judíos. Las primeras pruebas con que cuenta el equipo es el material reunido en los Archivos Nacionales de Washington, Holanda, Alemania e Israel. El análisis de estos documentos podría dar una idea de cómo fue la redada.
El equipo forense está, además, trabajando sobre una maqueta del edificio donde permanecía oculta Ana. Quieren determinar tridimensionalmente cómo eran percibidos los sonidos desde dentro del escondite hacia el exterior. Para ello utilizan innovadoras técnicas digitales que permitirán comprender "el viaje de los sonidos" a través de las paredes de la vivienda.
Las nuevas tecnologías permitirían a los investigadores arrojar luz sobre uno de los más grandes misterios de esa época. Misterio que no pudo ser resuelto en otras oportunidades. En 1948, las autoridades holandesas pretendieron descubrir quién había sido el delator, pero no tuvieron éxito. Y nuevamente fracasaron en 1963, cuando intentaron retomar el caso, pero tampoco revelaron quién fue el entregador.
"Solía ser la niña que protegíamos y ahora se convirtió en la niña que traicionamos. Es una forma de ver cómo los holandeses se perciben a sí mismos durante la ocupación", indicó Bart van der Boom, académico de la Universidad Leiden y experto en asuntos nazis.
Ana Frank se mantuvo a salvo en su refugio durante dos años, hasta que por motivos desconocidos el 4 de agosto una redada terminó con ella y parte de su familia, en un campo de concentración nazi. Los registros indican que la pequeña murió en febrero de 1945 en Bergen-Belsen, uno de los infiernos construidos por los alemanes durante la aniquilación de los judíos. En aquel entonces, se estima que había alrededor de 110 mil judíos radicados en Holanda. Solo 5.500 pudieron retornar.
En un principio se creyó que el delator había sido Wilhelm van Maaren, un capataz de almacén que conocía la locación perfectamente. Sin embargo, los investigadores ahora están abiertos a todas las posibilidades. Lo que es seguro es que el traidor fue alguien conocido de la familia Frank. Al menos eso fue lo que siempre creyeron en su entorno. "Cuando Otto Frank retornó, en el verano de 1945, asumió que alguien los había entregado. Siempre ha sido una creencia familiar", manifestó Gertjan Broek, historiador de la Casa de Ana Frank, en Ámsterdam. Su teoría, sin embargo, no se resume a la traición. Cree que la policía estaba en el lugar por otro motivo y que por causa del azar halló el escondite, según consignó The New York Times.
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