El asesinato "por honor" de una estrella de internet a manos de su hermano en julio de 2016 conmocionó a Pakistán. Más de un año después, y pese a una nueva ley destinada a erradicar este flagelo social, cientos de mujeres paquistaníes han sufrido el mismo crimen.
Qandeel Baloch, una modelo y actriz a la que algunos llamaban la "Kim Kardashian paquistaní", era idolatrada por miles de jóvenes por sus atrevidas publicaciones en las redes sociales. Y criticada por las mismas razones por los conservadores.
"Por supuesto que la estrangulé", declaró orgulloso su hermano dos días después del crimen, en una rueda de prensa organizada por la policía.
"No tengo ningún remordimiento por lo que hice"; tenía una conducta "totalmente intolerable", agregó aludiendo a las fotos, videos y comentarios que la joven colgaba en internet, considerados provocadores en esa sociedad patriarcal.
La conmoción provocada por su muerte llevó a las autoridades paquistaníes a hacer votar, tres meses después de los hechos, una ley que castiga duramente a los autores de crímenes de honor, que hasta entonces escapaban en su mayoría a la justicia.
Debido a una polémica disposición del derecho islámico, las familias podían "perdonar" a los asesinos a cambio de una indemnización (diyat o "dinero de sangre").
Pero un año después, "nada ha cambiado", afirma Benazir Jatoi, abogada de la fundación independiente Aurat, que promueve los derechos de las mujeres. Incluso después de su aprobación, "la Alta Corte de Peshawar absolvió en dos ocasiones a un hombre acusado de un crimen de honor", agregó en una entrevista con la AFP.
Según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, un organismo independiente, al menos 280 de estos crímenes fueron cometidos (en su inmensa mayoría contra mujeres) entre octubre de 2016 y junio de 2017. Pero podrían ser más.
Porque si la nueva ley castiga con cadena perpetua el crimen de honor, deja al juez la tarea de determinar si un asesinato está vinculado o no con "el honor" de su autor.
Este puede invocar otro motivo y verse perdonado por la familia de la víctima, observa la doctora Farzana Bari, jefa del departamento de estudios de género en la Universidad Quaid-i-Azam de Islamabad.
La policía alienta también con frecuencia a las dos partes a ponerse de acuerdo sobre el "dinero de sangre", evitando así una mayor sobrecarga de un sistema judicial paquistaní saturado.
'Inocente'
"La ley no se aplicará hasta que los tribunales funcionen", suspira Asma Jehangir, una conocida abogada de derechos humanos.
Aunque el Estado se comprometa a hacer aplicar la ley, la justicia avanza demasiado lentamente. Un año después del asesinato de Qandeel Baloch y, pese a la confesión del hermano, el juicio aún no se ha celebrado.
El tiempo ha hecho evolucionar la posición del padre, inicialmente refractario a cualquier absolución de su hijo. "Quiero que vuelva a casa", declaró recientemente Mohamad Azeem a la AFP. "Mi hijo es inocente", agregó.
Pero en este caso, el Estado paquistaní tomó la precaución de declararse "heredero" de la víctima para que el asesino no pudiera ser liberado aunque fuera perdonado por su familia.
El tema de los crímenes de honor, que provienen de las estrictas normas tribales vigentes en el sur de Asia, supera sin embargo el estricto marco judicial, señala la abogada Benazir Jatoi.
Mujeres paquistaníes han sido asesinadas, apuñaladas, lapidadas, quemadas, estranguladas… por haber rechazado simplemente un matrimonio arreglado; y, sin embargo, los paquistaníes aceptarán que un hombre haya cometido una violación, observa un policía de alto rango que participó en investigaciones de crímenes de honor.
"Cuando una mujer es sospechosa de tener un amorío es una deshonra imperdonable para la familia (…) Pero la gente va a mostrar simpatía e incluso elogiar a los hombres que matan a sus mujeres por su supuesto honor", lamenta.
A veces los verdugos son también mujeres. Un mes antes del asesinato de Baloch, una joven profesora de Lahore, Zeenat Bibi, fue asesinada por su madre por haberse casado con la persona de su elección.
Como sociedad, Pakistán fue incapaz de superar el concepto de "honor", deplora Benazir Jatoi.
Para la abogada, "sólo cuando condenemos sus actos dejaremos de ver a los asesinos vanagloriarse de haber matado a una mujer que infringió un código de honor superado, arbitrario y patriarcal del que nadie conoce realmente las reglas".
Masroor Gilani para AFP
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