Nostálgicos de la Unión Soviética (URSS), los jóvenes comunistas y los llamados neobolcheviques siguen soñando en Rusia con el "futuro radiante", sin ricos ni pobres, prometido por la Revolución de Octubre hace 100 años.
Algunos se encuentran en el Parlamento y no critican para nada al Kremlin. Otros, mucho más radicales, actúan al margen de la vida política y son objeto de procedimientos judiciales.
"La revolución abrió la vía a una nueva vida con logros sociales como el derecho a la educación y a la atención médica gratuitas", dijo a la AFP Vladimir Issakov, jefe del Komsomol, organización juvenil del Partido Comunista.
"Sin la revolución, no hubiera habido primer hombre en el espacio ni victoria en la Segunda Guerra Mundial, y Rusia no se habría convertido en una de las dos grandes potencias mundiales", añadió.
“Sin la revolución, no hubiera habido primer hombre en el espacio ni victoria en la Segunda Guerra Mundial, y Rusia no se habría convertido en una de las dos grandes potencias mundiales”
Vladimir, de 30 años de edad, cuenta que adhirió al Partido Comunista cuando era estudiante de historia, atraído por las ideas socialistas.
Según él, los que adhieren actualmente al Komsomol tienen un poco más de 20 años y "ya sintieron la injusticia de la sociedad".
Bajo el ojo del Kremlin
Partido único en la URSS, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en el poder durante décadas, comenzó a perder su influencia en los años 1970 y 1980. Sus dirigentes septuagenarios, como Leonid Brézhnev, eran mirados con sorna por los soviéticos.
Pero la adhesión al PC era obligatoria para hacer carrera y, en 1991, justo antes de la caída de la URSS, el partido contaba con 16,5 millones de miembros (6% de la población).
El primer presidente ruso, Boris Yeltsin, prohibió el partido luego del golpe frustrado de agosto de 1991, organizado por responsables del PC para tratar de impedir el desmantelamiento de la URSS.
Un año más tarde, la Corte constitucional rusa autorizó de nuevo su actividad y, en 1993, un nuevo PC aparecía en la escena política. Conducido por Guenadi Ziuganov, ex funcionario del partido, se declara heredero del PC soviético, pero tiene 100 veces menos miembros.
Tras un periodo de popularidad a fines de los años 1990, cuando las reformas colocaron a decenas de miles de rusos en el umbral de la pobreza, el PC es hoy el segundo partido en la Duma, cámara baja del parlamento, con 42 escaños sobre 448, lejos detrás del partido progubernamental Rusia Unida.
Los movimientos de izquierda radicales lo acusan de haber perdido su independencia y de actuar bajo la tutela del Kremlin.
El Partido Comunista de Ziuganov critica cada vez menos a Vladimir Putin, especialmente después de la anexión por parte de Rusia de la península ucraniana de Crimea, en 2014, a la que apoyó con entusiasmo.
Concentra sus ataques, muy mesurados, en la política económica del gobierno, entre liberalismo y capitalismo de Estado.
El PC es "solidario del poder" en su política exterior, pero "se opone a su política social y económica", asegura Vladimir Isakov. "Seguimos fieles a las ideas de Marx y Lenin. Queremos una nacionalización del sector de los hidrocarburos", explicó.
La ideología del Partido Comunista es en la actualidad una mezcla sorprendente: el ateísmo militante en vigor en la época soviética desapareció y Guenadi Ziuganov no pierde ninguna ocasión para hacer el elogio de la ortodoxia. Ziuganov reavivó el culto a Stalin, pese a la denuncia del culto a la personalidad del ex dictador por las autoridades soviéticas a mediados de los años 1950.
La extrema izquierda en los sótanos
Mientras el PC se integró a la vida política dominada por el Kremlin, los movimientos de izquierda radical, activos a inicios de los años 2000, como el Partido nacional-bolchevique (NBP) del escritor Eduard Limonov y el Frente de izquierda de Serguei Udaltsov fueron prácticamente liquidados por el poder.
El NBP fue prohibido en 2007 como "organización extremista" tras una serie de acciones espectaculares, entre ellas el ataque a una oficina de la administración presidencial en Moscú. Más de 150 de sus militantes fueron a la cárcel.
Serguei Udaltsov por su parte, acaba de pasar cuatro años en un campo por organización de "disturbios masivos", en 2012. Su movimiento se unió a los liberales que manifestaban para protestar contra el retorno al Kremlin de Putin.
En un oscuro sótano de un edificio de Moscú, Alexandre Averin, ex miembro del NBP, hoy uno de los jefes del partido de extrema izquierda Drugaia Rossia (La Otra Rusia), reconoce que la "la oposición está hoy en crisis".
Este militante de 36 años ve en ello el resultado de las divisiones que siguieron a la anexión de Crimea: la izquierda apoyó al Kremlin y los liberales la denunciaron.
"Hoy, el objetivo de la oposición rusa es efectuar el giro a la izquierda reivindicado en todo el mundo", afirmó Udaltsov tras su salida de la cárcel en agosto.
Llamó a la oposición de izquierda a unirse con motivo del centenario de la Revolución. Pero cada uno tiene sus propios proyectos de conmemoración.
El PC organiza una marcha solemne el 7 de noviembre en Moscú, que ya fue autorizada por las autoridades.
La extrema izquierda, por su parte, también se prepara para manifestarse. "Seremos seguramente detenidos", dice con una sonrisa Alexandre Averin.
Victoria Loguinova – Yakovleva para AFP
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